Una sociedad tecnológica y el fin del cortoplacismo

sociedad tecnologicaAsistimos a un cambio que no es comparable con otra etapa de la humanidad. En los años 60 o 70 con la globalización, y posteriormente la irrupción de Internet el mundo aumentó su cercanía.

Esta irrupción coincidió con un gran desarrollo social; entre 3000 y 3500 millones de personas pasaron a formar parte de la clase media, con un esperable de 4000 millones en 2020. Además estas personas tienen una computadora en la mano, los smartphones van a ser casi la totalidad de los teléfonos de acá a cinco o seis. Hoy ya es el aspiracional más grande de cualquier clase social.

Con estos cambios, impulsados por la generación de valor, la humanidad se ha hecho muy eficiente en generar productos o servicios. La innovación, la creatividad y la cantidad de oportunidades existente era inimaginable hace dos décadas.

Países como China y la India, con regímenes políticos distintos, pero produciendo el mismo desarrollo económico y una evolución similar, hacen pensar que esto es independiente de los modelos ideológicos o económicos. En el mundo se ha derrotado la inflación y hay un desarrollo importante. Posiblemente Corea del Sur sea el país más desarrollado del mundo, desde el punto de vista de los negocios, pero también desde lo educativo. Eso demuestra que es posible tener grandes oportunidades a partir de tener muy claro el rumbo y los objetivos.

También se produjo una convergencia de lo social, lo político, lo religioso, lo ideológico, en donde lo ético, lo práctico y la generación de valor coinciden. La convergencia se explicita en la empatía; si uno no entiende al prójimo no va a tener una sociedad desarrollada, pero tampoco va a poder hacer negocios.

Al respetar las necesidades de los habitantes y de sus organizaciones se estarían cumpliendo los objetivos que tuvieron el capitalismo y el socialismo. Desde el punto de vista del primero estamos volviendo a las raíces del liberalismo de la Revolución Francesa, de Belgrano y Moreno; no al neoliberalismo que puede entenderse como una deformación de la teoría de Smith. Lo mismo pasa con el marxismo pensado por Marx, que lejos está de ser la doctrina delineada por Stalin.

En cuanto a las organizaciones, atravesadas por estos cambios, tradicionalmente se mantuvo la idea de que el objetivo de éstas es el lucro. No es así en los emprendedores, en los gerentes y en los inversores nuevos.

Estas décadas de alta competitividad ponen de manifiesto que el objetivo de las empresas es el que siempre debió haber sido, servir cada vez mejor a cada vez más gente. Desde el punto de vista del capitalismo, el objetivo era llamado rentabilidad, una socialdemocracia lo llamaba generar puestos de trabajo y mejorar a las personas. Lo que ahora se ve es que el objetivo es servir cada vez mejor a cada vez más gente, y el dinero para los inversores y la preservación de los puestos de trabajo son el premio para ambos estamentos.

La inversión está más vista a largo que a corto plazo. Nadie está pensando en la rentabilidad instantánea. Me ha tocado estar con un grupo de alumnos en Silicon Valley y he visto a emprendedores en Stanford, gente que presenta un proyecto y consigue US$ 7 millones de inversión. El que plantea el proyecto no es sólo el que tuvo una idea importante de cómo agregar valor, esto anteriormente lo hemos llamado una idea revolucionaria, sino que aparte es el que seguramente lo va a dirigir durante muchos años.

Entonces, el inversor no quiere tener el 80% de la empresa, va a tener el 20%. Primero porque el emprendedor necesita tener el 50% para hacerse cargo de su proyecto y segundo porque seguramente no va a alcanzar esa ronda de inversiones y se va a hacer otra por un 20% adicional.

Lo que se busca es la competitividad, el crecimiento y la calidad. No hay calidad sin crecimiento. La boutique, como algo especializado para un nicho determinado de alta rentabilidad, no existe. Siempre fue un becerro de oro. Hay mercados de nicho de alta rentabilidad, sí, lo que no hay son organizaciones. Crecer con algo muy exquisito es posible, pero mantenerlo es imposible si no hay inversión. Entonces empiezan las subvenciones cruzadas que tienen que ver con el portafolio de negocios que encara cada organización.

Frente a estos cambios, que impactan directamente en lo económico y social, tenemos que reacomodar nuestra mente para asimilar las alternativas y afrontar aquellas que vendrán. De esta forma podremos alcanzar la sustentabilidad.

Enrique Hofman

El autor es director de la Maestría y Especialización en Gestión de Servicios Tecnológicos y Telecomunicaciones Escuela de Administración y Negocios Universidad de San Andrés

(fuente: http://www.lanacion.com.ar/1853553-una-sociedad-tecnologica-y-el-fin-del-cortoplacismo)

Lectura sugerida por Presidencia del CA – Muchas gracias María Belén Gomez por aportarla.

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