Un retroceso y una necesidad

(f) En estas horas se desarrollan en París los debates para la conformación del Fondo Climático Verde de las Naciones Unidas.

Se trata de un instrumento que tiene como objetivo financiar los procesos, políticas, estrategias, planes y proyectos de adaptación y mitigación del Cambio Climático, particularmente en los países del sur. Parece increíble -o tal vez no tanto-, que las discusiones que se llevan a cabo en la capital de Francia nos obliguen a poner sobre la mesa, una vez más, conceptos instalados por luchas sociales y políticas desde hace décadas: el acceso a la información pública, la participación activa de la sociedad civil en los procesos decisivos, la gestión transparente de los fondos públicos internacionales, la protección de los pueblos originarios, el respeto de las soberanías nacionales, la protección de la diversidad biológica y cultural, e incluso el respeto por los derechos humanos.

Todos estos principios están contemplados y garantizados en distintas convenciones internacionales tales como las de Cambio Climático -precisamente-, la de Diversidad Biológica, la de Protección de los Pueblos Originarios y la de Desertificación, entre otras, al igual que en los pactos y convenciones sobre Derechos Humanos suscritos por la mayoría de los países que integran las Naciones Unidas. En este contexto, el Fondo Climático Verde debería ser una herramienta para la ejecución activa y concreta en los territorios de las políticas sobre adaptación y mitigación de los países, y de la Convención sobre Cambio Climático, con una base de acción clara, orientada por estos principios y derechos asumidos en Tratados Internacionales.

 

Sin embargo, aquí en Francia, ahora, se revela crudamente el modo en que operan las instituciones financieras internacionales, su lucha por gestionar estos fondos en detrimento de las soberanías nacionales, sus maniobras de decisión y construcción de políticas con sus estrategias basadas en la preeminencia de las normas económicas por sobre las garantías sociales y ambientales. Quienes lideran estos debates y la conformación del Fondo son políticos y técnicos que vienen del ejercicio de las políticas económicas en sus Naciones, Bancos Multilaterales y Nacionales. La ausencia en espacios de liderazgo de funcionarios vinculados a las políticas ambientales es elocuente, y demuestra en la práctica una victoria del pensamiento instrumental y el cálculo económico. La construcción del fondo para la adaptación y mitigación del Cambio Climático está siendo liderada por los representantes del modelo que lo ha producido. No se advierte una sinergia o integración con otros saberes relevantes en temas extremadamente delicados a la hora de la negociación de la letra fina y pulida. Grandes bancos como el BNDES de Brasil, la Corporación Andina de Fomento (CAF) y otros están incidiendo, con resultados potencialmente positivos para sus intereses.

 

Las organizaciones de la sociedad civil aquí presentes, intentamos incidir -y muchas veces caemos en la trampa de retroceder en el debate- para que se respeten tanto los derechos elementales como los nuevos (el derecho internacional público y el ambiental en particular), como si nunca hubieran sido aprobados y puestos en vigencia por la Organización de las Naciones Unidas. Así, en el siglo XXI, las organizaciones ciudadanas peticionamos por lo mismo que los movimientos sociales y luego las democracias fueron logrando desde inicios del Siglo XIX, lo que parece absurdo y expresa la complejidad y la locura de los poderes e intereses en juego. Presenciamos en vivo el ejercicio del poder económico en el proceso de apropiación por parte de los intereses corporativos de los fondos públicos destinados a preservar al planeta del cambio climático. Rige la convicción de que grandes negocios climáticos salvaran a la especie humana. ¿Estaremos tan equivocados en que esto parece un delirio?

 

El retroceso parece ser enorme, y el asunto más relevante de este proceso se margina de la discusión: cómo financiar con generosidad y solidaridad a los países en desarrollo para que puedan salir adelante con las políticas de adaptación y mitigación, respetando sus democracias, sus culturas y sus estrategias. Entendiendo que el Fondo Climático es un instrumento, y no una verdad revelada para ayudar a salvar algunos de los pilares de un capitalismo ciego.

Es central ahora, que las organizaciones sociales y los pueblos, puedan ayudar y fortalecer a los organismos nacionales de aplicación y ejecución del Fondo Climático Verde en sus territorios, y lograr llegar por medio del mecanismo de acceso directo a evitar la intermediación de los Bancos Multilaterales, para fortalecer la soberanía y la democracia participativa, con un rol relevante de la sociedad civil. De otra manera es posible que sea más de lo mismo, los recursos económicos negados a los espacios donde debe estar, con la gente, los afectados, los sectores más vulnerables y los ecosistemas más sensibles y estratégicos, y todo quede en grandes consultorías, mega obras de infraestructura no necesarias, o profundizando los procesos más corruptos en la gestión de licitaciones y negocios financieros oscuros.

(fuente: analisisdigital.com.ar – 10/10/13 – Por Jorge Daneri, especial para ANALISIS DIGITAL)

 

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