Hacía frío. El reloj marcaba las 3 de la tarde. De a ratos un sol tenue bañaba a aquella Santa María de los Buenos Aires. No era el sol quien aportaba calidez. “Ese día el general William Carr Beresford, luciendo la roja chaqueta de la infantería inglesa y con su cabeza baja, cruzó el centro de la Plaza Mayor (actual Plaza de Mayo) desde el fuerte de Buenos Aires (hoy la Casa Rosada) a la explanada del Cabildo”. Había sangre en su camino. Pasó entre 800 cadáveres, producto de la encarnizada lucha entre criollos e ingleses. Olía a sangre, pólvora y fuego.
En las arcadas del Cabildo, lo esperaba Santiago de Liniers. El general inglés entregaba a la cabeza visible de la Resistencia y Ofensiva criolla su espada y las banderas de su fuerza. El gentío (activo protagonista de la lucha) se comenzaba s sumar y expresar a viva voz sus gritos de júbilo. Aquellos vecinos, sin organización y mal armados, habían vencido a las mas perfecta máquinaria de pelea del mundo. Era la Reconquista. 1806. ¡Que dignidad, valentía, coraje, que ejemplo!. ¿Seremos dignos algún día de mirarnos en un espejo semejante? (El Botón Nro. 19 – 9/1997). RON