Los resquemores entre los socios, la caída del intercambio comercial intrabloque, las trabas comerciales y las dificultades económicas reavivaron el debate sobre el futuro del proyecto; hipótesis sobre la readecuación de la agenda; los tiempos y necesidades de Brasil, Paraguay y Uruguay, y el acuerdo con la Unión Europea
Crisis metodológica más que existencial: nadie cuestiona el por qué trabajar juntos sino el cómo. Una abrumadora mayoría cree que no estamos ante una situación terminal, pero al mismo los expertos son conscientes de la imperiosa necesidad de una metamorfosis para que el proyecto recobre vitalidad. El Mercosur -su presente y especialmente su futuro-, vuelve a ocupar el centro de la escena.
En medio de acusaciones entre los socios por el incumplimiento de lo establecido en el Tratado de Asunción y con los números comerciales en rojo (ver recuadro), reflotaron las teorías sobre las ventajas de flexibilizar ciertas reglas -como que cada país pueda firmar acuerdos con terceros sin la anuencia del resto- y cuestionamientos respecto de la utilidad del bloque para algunos de sus integrantes.
Tanto en Uruguay como en Paraguay se apeló a la imagen del «corset» para describir el efecto del Mercosur sobre el desarrollo de sus economías. Pero lo que hasta hace poco era una queja de los denominados «socios chicos» del bloque ahora encontró eco en Brasil.
«Coincidimos en que el Mercosur representa un importante patrimonio común. Como dice el presidente Tabaré Vázquez: el Mercosur siempre tiene que adaptarse a las nuevas circunstancias», comentó DilmaRousseff el mes pasado, cuando recibió a su par uruguayo en Brasilia. «No somos ilusos ni impacientes. Pero no seríamos sinceros si dijéramos que el Mercosur, tal como está, nos satisface», había dicho antes Vázquez.
La semana pasada, mientras en Montevideo Tabaré reclamaba al unísono con su colega de Paraguay, Horacio Cartés, la eliminación de barreras no arancelarias en el bloque, Rousseff anunciaba un ambicioso plan para estimular las golpeadas exportaciones brasileñas que incluye entre sus principales objetivos la firma del demorado acuerdo comercial del Mercosur con la Unión Europea.
Es entonces cuando asoman nuevamente teorías como la de «las dos velocidades» (una negociación por países, no en bloque, pero manteniendo el paraguas del Mercosur) y posturas más extremas que proponen que «cada uno se corte solo», y también dudas que se vuelven repetitivas: ¿Es necesario redefinir los objetivos del Mercosur para asegurar la supervivencia del bloque?
Félix Peña, uno de los especialistas que mejor conoce las entrañas del Mercosur -de hecho tuvo una activa participación en su nacimiento-, cree que lo primero que hay que hacer es diferenciar los objetivos de la alianza estratégica entre la Argentina y Brasil, iniciada en 1986 y continuada con la creación del Mercosur, de la metodología empleada para desarrollarla.
«Los objetivos de asegurar un ambiente de democracia, paz y estabilidad política entre naciones vecinas, eliminando cursos de colisión -como en años anteriores había sido el nuclear- y de generar un espacio de cooperación e integración favorable a la transformación productiva y al desarrollo social, siguen siendo válidos. La metodología empleada no siempre ha dado los resultados esperados y es lo que ahora deberíamos adaptar a nuevas realidades globales y regionales. En una perspectiva argentina sigo visualizando al Mercosur como una idea valiosa. No veo alternativas que no puedan desarrollarse a partir de lo ya acumulado como compromisos y como experiencias», explica.
Cuando se le pregunta por el temario que debería contener esa «agenda de adaptación» del bloque, responde: «Sin que sean las únicas, recomendaría poner el acento en tres cuestiones prioritarias: a) calidad institucional y, en particular, de las reglas de juego. Predomina la precariedad de reglas que se cumplen «en lo posible» y que, por ende, no incentivan la inversión productiva en función de los mercados ampliados; b) articulación productiva con innovación tecnológica y generación de empleos, orientada a competir en los mercados regionales y también de otras regiones, y c) estrategia de negociaciones comerciales con el mayor número de países posible y que permita contemplar los intereses nacionales de todos los socios».
Desde Paraguay, Fernando Masi, presidente del Centro de Análisis y Difusión de la Economía Paraguaya (Cadep) confiesa que no tiene muchas esperanzas de que «el bloque siga hacia un estadio de unión aduanera y, por lo tanto, tampoco hacia el mercado común porque se ha visto muy poco de voluntad en cuanto a políticas comunitarias».
Señala también las dificultades prácticas para «conciliar intereses económicos que permitan avanzar hacia una unión aduanera» no sólo en el Mercosur original, sino, de modo particular, en el bloque «que se van ampliando con Venezuela y Bolivia».
«Si miramos a América del Sur se comprueba que hay muchas limitaciones para lograr una unión aduanera. Tenemos que conseguir consensos para ciertas cuestiones comunitarias beneficiosas para todos. Hay que ir profundizando más todo lo que tiene que ver con las trabas paraarancelarias en el Mercosur y con la falta de armonización de normas técnicas. Y no necesitamos llegar a la unión aduanera para tener eso. Si se observan otros acuerdos de libre comercio como el Nafta o el Cafta se comprueba que han progresado mucho más que el Mercosur en este tipo de cosas, no de políticas comunitarias porque no es el objetivo de ellos, sino en la armonización de las políticas que hacen al comercio. Esa es nuestra gran deuda», dijo Masi.
¿Cómo define el estado actual del Mercosur? «No creo que esté yendo hacia su desaparición. Llegamos a una zona de libre comercio, dimos pasos mucho más adelantados de lo que fue la experiencia de Aladi. Lo que hay que preservar son los activos que construimos dentro del Mercosur y ser realistas. Si no podemos ir hasta la unión aduanera entonces tratemos de profundizar lo que tenemos, mantener y crear nuevas políticas comunitarias que ayuden al comercio entre nuestros países porque la clave no sólo para el Mercosur sino para toda América del Sur -si bien es cierto que es importante hacer acuerdos de libre comercio con terceros países y grande bloques-, es incrementar el comercio intrarregional», sostuvo Masi.
Nuevos contextos
Esteban Actis, profesor de la Universidad Nacional de Rosario y becario doctoral del Conicet, considera que el problema que tiene el Mercosur es que «se diseñó bajo un espíritu de época que se fue desvaneciendo con el paso del tiempo» y que promediando la segunda década del siglo XXI no sólo no resolvió sus temas pendientes sino que los mismos se profundizaron en un nuevo contexto regional.
«El estancamiento de las economías -principalmente la de Brasil y Argentina- generó mayor administración del comercio (más trabas en frontera) e indefectiblemente una profunda caída en los intercambios interbloque. Además, el clima de época regional mutó nuevamente. La nueva idea que parece estructurar la noción de integración es la de regionalismos del siglo XXI encarnizada en la Alianza del Pacifico, un proyecto de integración pensado en una nueva liberalización económica bajo la inserción en las cadenas globales de valor estructuradas en megaacuerdos comerciales como la Asociación Trasatlántica de Comercio e Inversión (TTIP) y el Acuerdo de Asociación Transpacífico (TTP)», explica Actis.
Precisamente por eso, es que según su visión, el bloque entró en los últimos años en «una tormenta perfecta» cuyas principales causas son la no resolución de los temas pendientes, a lo que se le suma la «delicada situación económica -que no parece reversible en el corto plazo» y un nuevo clima de época con una nueva idea de integración que comienza a penetrar en las elites económicas y políticas del Mercosur («principalmente en Brasil, el actor más importante del bloque y en menor medida Uruguay») que acentúan el pedido de «adaptar el Mercosur».
Por último, Actis señala «la variable Brasil» como factor que atenta contra el futuro del Mercosur a raíz del consenso -antes en San Pablo pero ahora también en Brasilia- de que uno de los motivos de la pérdida de competitividad de su sector productivo obedece a la permanencia en la unión aduanera.
«La percepción es que el bloque no sólo dejo de crear comercio sino también comenzó a producir un importante desvió de comercio hacia otros actores extrarregionales. Desde Brasilia se ha dejado de pensar que un Mercosur fuerte es un prerrequisito indispensable para convertirse en un jugador global», arriesga.
Desde Brasil, Welber Barral defendió la importancia del bloque para su país.
En un artículo de opinión publicado por El País, el ex secretario de Comercio Exterior (2007-2011) y socio de Barral Consultores, admitió los «defectos del Mercosur»: una clara falta de coordinación macroeconómica , fallas institucionales de los países a raíz de sus sistemas presidenciales centralizados y la falta de voluntad política para avanzar en las instituciones regionales, entre otras cuestiones. «La integración industrial en la región se retrasó debido a las medidas unilaterales y proteccionistas. La fluctuación de las políticas económicas nacionales frena la integración regional y produce resultados decepcionantes», agregó. Pero de inmediato hizo una salvedad: «Estas fallas no implican que para Brasil sería mejor necesariamente negociar de modo solitario acuerdos de libre comercio extrarregionales».
Enemigo interno
Barral asegura que los principales oponentes en las negociaciones anteriores fueron «los sectores no competitivos de la industria brasileña y no los socios del Mercosur», y recordó ejemplos en los que aún actuando solo, Brasil no logró acuerdos sustantivos, como en el caso de México.
Según opina, el gran obstáculo para que el Mercosur firme tratados de libre comercio no es la posible antipatía entre sus presidentes sino la competitividad de su agricultura. «En el mundo, la agricultura es el sector más protegido con aranceles muy elevados y barreras sanitarias». Por ser muy competitivos en el rubro, los países del Mercosur son una amenaza visible.
Por todos esos argumentos, Barral insiste con la idea de que es ilusorio culpar al Mercosur por el estancamiento de las negociaciones comerciales de Brasil. «Es irreal creer que Brasil, libre del Mercosur, podría lograr acuerdos de libre comercio más rápido. El temor con respecto a nuestra agricultura y la resistencia de los sectores industriales siguen existiendo. Por supuesto, la coordinación en el Mercosur requiere tiempo y sensibilidad a las demandas de nuestros vecinos, pero hay soluciones técnicas que respondan a las demandas particulares (como cuando se elaboró una lista separada para la Argentina en el acuerdo Mercosur-Israel). El gran problema no está en la región, sino en el otro lado: convencer a los proteccionistas europeos de que sus consumidores estarán mejor cuando nuestras excelentes carnes y frutas pueden entrar libremente en sus mercados», concluyó.
Dante Sica, director de abeceb.com, opina que «el bloque sobrevive porque es mucho más que un tema comercial: el Mercosur es un programa de integración territorial, cultural, social y política que va más allá de los temas meramente de comercio e inversiones», dice.
Por eso, confía en que «es una realidad y va a permanecer», pero admite que al mismo tiempo «es claro que hay que hacer un sinceramiento» para replantear las relaciones económicas y la posibilidad de seguir avanzando.
«Hay una discusión que se viene, pero los tres países -Uruguay estaba mucho más apurado, Brasil ha puesto un poco el freno-, esperarán a que venga la nueva administración (en la Argentina tras las elecciones presidenciales). De todas formas no pasará del primer trimestre de 2016 discutir si avanzamos a una zona de libre de comercio o seguimos siendo esta suerte de unión aduanera incompleta que para muchos de los socios empieza a generar más prejuicios que beneficios», dijo Sica.
¿Puede sobrevivir el Mercosur tal como está hoy? «Desde el punto de vista económico y comercial es difícil que podamos seguir manteniendo este statu quo porque lo que pasó en los últimos 10 años es nada, y en esa nada hay sectores que se ven netamente perjudicados, a los que el Mercosur no les está dando los beneficios que les prometía al inicio de los 90, cuando se creó».
Teniendo en cuenta que el Mercosur «se inspira» en el proyecto UE, ¿cuánto afectan las dificultades por las que pasa hoy Europa al sostenimiento del bloque sudamericano?
Peña responde: «En su dimensión existencial (paz y estabilidad política entre los socios para potenciar su transformación productiva y desarrollo social) hay mucho de conexión entre la idea que llevó a crear el Mercosur y la que condujo a la UE. En su dimensión metodológica ha habido siempre profundas diferencias. Ahora hay algo en común: ambos procesos tienen una crisis y en ambos casos ésta parece ser más metodológica (cómo trabajar juntos) que existencial (porqué trabajar juntos). En ambos casos se requiere una adaptación del respectivo proceso a nuevas realidades».
Fiel a su estilo, Peña elige mirar la mitad medio llena del vaso: «No será fácil ni en la UE ni en el Mercosur, pero no es imposible».
Fuente: La Nación (http://www.lanacion.com.ar/1806024-metamorfosis-para-la-supervivencia)