La primera chispa de inspiración, en realidad, no es individual, sino colectiva

chispa dibujo con fosforo en la manoEn un episodio de la serie The Big Bang Theory Leonard, arquetipo del científico «nerd», aparece comiendo con su novia Penny -una rubia muy sexy- que, a pesar de su manifiesta ignorancia en temas de física cuántica, intenta mostrarse interesada por el trabajo de su pareja y lo interroga sobre la investigación que tiene en curso. Luego de superar la sorpresa inicial, el joven científico comienza a responderle tratando de ser didáctico, aunque sin ser capaz de abandonar un lenguaje solo accesible para iniciados. De pronto, en medio de su explicación, se queda mudo con la mirada hueca elevada al vacío: está gestando una idea rupturista. Es un instante «eureka» que promete colocarlo en el mapa de la ciencia.

Leonard corre a contarle a Sheldon, su célebre colega y compañero de cuarto (notoriamente más «nerd» que el primero), que no solo le encuentra valor a la idea, sino que inmediatamente se lanza a desarrollarla. Durante la noche, mientras Leonard duerme, Sheldon consigue plasmar el relámpago de inspiración inicial en un reporte que se apresuran a presentar como equipo (presionaron juntos el mouse) ante la comunidad científica. A partir de ese momento entre los coautores comienza una serie de desencuentros, alimentados por los celos y por los egos, sobre la importancia que el aporte de cada uno tuvo en la creación.

La pregunta: «¿qué es más importante, la idea o su desarrollo?» es tan antigua como los descubrimientos. Por ejemplo, aun hoy se discute si la Teoría de la Gravedad, tradicionalmente atribuida a Isaac Newton, no se debió en realidad a su contemporáneo y rival, Robert Hooke, limitándose el rol de Newton al desarrollo del modelo matemático que la sustenta. Newton intentó poner paños fríos a las suspicacias diciendo que sus avances estaban apoyados «sobre hombros de gigantes», a lo que vale aclarar que el pobre Hooke era conocido por una prominente deformidad de su espalda. La famosa frase (que también resultó ser anterior a Newton) es el título de un libro que el sociólogo norteamericano Robert K. Merton escribió sobre la inspiración, la serendipity, los descubrimientos y los plagios en el mundo de la ciencia.

Aunque suele atribuirse a individuos, el proceso creativo es una tarea conjunta que se despliega en una serie de etapas. El universo científico reconoció esta cualidad y, desde sus comienzos, generó las condiciones para facilitarlo.

Una primera etapa requiere que la curiosidad impulse la indagación hasta alcanzar un foco. La gravitación era un tema que «estaba en el aire»: en el siglo XVII había en Europa muchos científicos enfocados el asunto. La fundación de lugares de encuentro, como la Royal Society de Londres, facilitó el proceso de intercambio que antecede a cualquier descubrimiento.

Podemos llamar a la segunda etapa despliegue creativo. Es una etapa expansiva y divergente en la que las personas lanzan ideas de toda índole. Durante esta suele producirse el «momento ¡ahá!», máxima aspiración de cualquier creador. Es una fase romántica y utópica, perfecta para soñadores. También es la etapa que tiene mejor prensa y que suele robarse todo el crédito.

Para el método científico la anterior no está completa si no es seguida por la etapa del juicio crítico, tal vez el mayor aporte de la ciencia al crecimiento del pensamiento humano. Durante este período las ideas son expuestas al escrutinio del grupo. Es el momento de los «abogados del diablo», integrantes imprescindibles de cualquier equipo exitoso. Estas dos etapas deben reiterarse hasta que la idea supera todos los exámenes a la que es sometida. Solo entonces se ingresa en la cuarta y última etapa.

Tanto en el caso de la ciencia como en el de las empresas, para que una creación tenga valor debe ser viable. De nada sirve una idea que no se puede poner en práctica. La implementación es la etapa culminante del proceso creativo y la que le da sentido social.

En los grupos de trabajo, suelen encontrarse personas con talentos especiales para cada una de las diferentes etapas. La creación en equipo es un esfuerzo colaborativo que necesita de la diversidad de habilidades de sus integrantes para conseguir mejores resultados. Los equipos exitosos son aquellos que, luego de reconocer esta dinámica, luchan por sacar lo mejor de cada uno de sus miembros para beneficio del conjunto.

Aunque la creatividad casi siempre aparece asociada a la «chispa de inspiración» de un individuo, es en realidad un proceso social que, de diversas maneras, se realiza en grupo. Comprender esto es esencial para ayudar a los equipos a ser más creativos.

Profesores de la Escuela de Negocios de la Universidad Di Tella

(fuente: http://www.lanacion.com.ar/1843536-la-primera-chispa-de-inspiracion-en-realidad-no-es-individual-sino-colectiva)

Lectura sugerida por Presidencia del CA – Muchas gracias María Belén Gomez por aportarla.

 

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