¿Qué pasaría si el trabajo, tal como lo conocemos hoy, desapareciera totalmente? Éste es el interrogante que Derek Thompson plantea en su interesante artículo «A Word Without Work», en la revista The Atlantic. No es una idea fantasiosa, muy particularmente si atendemos que una investigación de la Universidad de Oxford pronosticó, en 2013, que la mitad de los empleos actuales dejarán de existir dentro de un par de décadas, reemplazados por la intervención de la tecnología.
Tampoco es difícil ponerlo en duda, cuando hoy resulta habitual interactuar con un cajero automático. Hasta hace poco tiempo había en ese lugar una señora o un señor que cobraba un sueldo por la misma tarea. Podría decirse, sin exagerar, que los robots nos están quitando posibilidades de trabajo pero, en estos casos, parece que poco o nada se puede hacer, a menos que se tomen medidas violentas.
Hay antecedentes. A principios del siglo XIX, en los primeros años de la Revolución Industrial, existió en Inglaterra el movimiento ludita, que destruyó máquinas textiles y agrícolas debido a la amenaza que representaba la eliminación de los artesanos o trabajadores del campo. Obviamente, las protestas del movimiento no prosperaron y solo sirvieron como factores de negociación.
Los medios de producción producen cambios irreversibles, y el punto clave es cómo resolver el impacto que tendrán sobre los seres humanos. Valga la comparación con un ejemplo que incluye Thompson: los caballos. Durante siglos se puso atención sobre cómo mejorar su rendimiento, tanto en las actividades rurales como en acciones de combate. Pero aparecieron los autos, los tractores, los tanques de guerra, que convirtieron a los caballos en un medio obsoleto. La población de caballos y mulas, en Estados Unidos, empezó a decaer, cerca de un 50% en los años 30 y 90% en los 50. Hoy son animales al servicio de actividades recreativas.
¿Sucederá algo similar con la humanidad en su conjunto? Hay cuestiones que no cierran del todo, mirando hacia el futuro casi inmediato. Hay una anécdota, bastante conocida, sobre la visita que hicieron Henry Ford II, CEO de la empresa que lleva su nombre, y Walter Reuther, secretario general del Sindicato Automotor, durante la inauguración de una nueva planta en Cleveland, donde se iniciaban los primeros intentos de automatización de los procesos. Ford preguntó: «Walter, ¿cómo harás para que estos robots hagan su aporte sindical?» Reuther replicó: «Henry, ¿cómo harás para que ellos compren tus autos?»
Los dilemas son varios. De hecho, la concepción binaria empleado/desempleado es bastante reciente, ya que antes de la Revolución no existía. La mayoría de la gente trabajaba en granjas o actividades artesanales y cobraba por sus servicios.
Luego aparecieron las fábricas. Pero también desaparecieron, como sucedió el 19 de septiembre de 1977, en Youngstown, Ohio. Era una ciudad floreciente durante gran parte del siglo XX, modelo del sueño americano. Allí funcionaba una empresa de acero muy importante que decidió cerrar sus puertas. La ciudad perdió 50.000 puestos de trabajo y US$ 1300 millones de sueldos. Hoy existe un museo recordando la defunción de la compañía.
Éste es uno de los motivos para que escritores, académicos y economistas hayan formado un grupo llamado los «post workists», que celebran y apoyan el fin del trabajo convencional. No es posible evaluar, todavía, si su propuesta es de largo o corto plazo.
Por Jorge Mosqueira | LA NACION
(fuente: http://www.lanacion.com.ar/1817611-el-fin-del-trabajo-tal-como-lo-conocemos-realidad-o-ficcion)
Lectura sugerida por Presidencia del CA – Muchas gracias María Belén Gomez por aportarla.