Desde principios de la organización humana existieron las jerarquías; hoy los jóvenes no adhieren al principio yo mando, tu obedeces
«Las imágenes, cuando no constituyen espejos (incluso deformantes) de la sociedad que las ha creado, suelen constituir espejos elocuentes de sus imaginarios, de sus deseos y aspiraciones, de sus ensueños reprimidos o prohibidos.» La frase corresponde al libro Patologías de la imagen, de Roman Gubern.
Merece atención y reflexión, si vinculamos el planteo con las figuras que van representando a las organizaciones a través de los tiempos. Podríamos comenzar, aunque tal vez antes, con los faraones egipcios, más de 3000 años a.C. Fueron reyes absolutos que, casualmente, se conocen hasta hoy gracias a la construcción de las pirámides. Con el paso del tiempo vinieron otros, llamados soberanos, monarcas, gobernantes, zares, dictadores, etcétera, que lo que siempre tuvieron en común es que se los ubicaba en el punto extremo superior.
De un modo u otro, la pirámide se mantuvo a lo largo de los siglos, pasó por la Revolución Industrial intacta y se mantiene hoy, aunque tambaleante. En definitiva, el imaginario, los deseos y las aspiraciones que menciona Roman Gubern, se traduce publicitariamente como que el éxito de verdad, el único posible, es llegar a la cima.
Cualquier similitud con los escaladores de montañas, andinistas o alpinistas no es coincidencia. De esto se trata: escalar. En lo posible, con ética y escrúpulos, pero siempre para arriba y en tanto esta imagen prevalezca queda poco lugar valorado para aquellos que se quedan en el camino.
Será difícil escapar de esta figura emblemática sobre cómo se componen las organizaciones. Estar arriba significa prosperidad, solidez económica, entre otros atributos, pero muy especialmente, ejercer poder. La conocida pirámide organizacional propone segmentos muy definidos. Quienes ocupan la punta extrema superior son los que elaboran las estrategias; los que vienen a continuación ponen en marcha las tácticas que responden a aquellas estrategias, y desde allí para abajo los que operan. Otra configuración, muy cuestionada, es aquella que define que los de arriba piensan y los de abajo hacen.
El conocido psicólogo y especialista en temas organizacionales Edgar Schein propuso otra figura tridimensional, más realista. Se trata de un cono, donde lo importante no es la posición vertical que se ocupa, sino la proximidad al eje central de la organización. Un ejemplo: el chofer del presidente lo podríamos ubicar a lo alto del cono, pero lejano del eje central, donde se toman las decisiones. Un ingeniero de alta calificación podríamos ubicarlo en varios planos más abajo del vértice, pero mucho más cerca del eje central.
De un modo u otro continúa vigente la imagen piramidal, con la impronta de que el camino a seguir es irremediablemente ascendente. Hasta aquí la imagen que tenemos adentro de nuestras cabezas poco ha cambiado, pero…
Aparecieron las redes, que tímidamente fueron surgiendo en los 80 y 90 mediante la euforia por el trabajo en equipo. Como en casi todos los órdenes de la vida, el cambio viene de la mano de la cibernética. La definición de WWW (Word Wide Web) no puede ser más precisa. La telaraña se expande y empieza a llegar a todo el mundo, en principio, manteniendo la estructura vertical en la versión 1.0. Cuando arribamos a la 2.0 la pirámide vuela por los aires. Cualquiera puede interactuar, ser protagonista, dentro o fuera de la organización, hasta el punto de que la sabiduría que atesoraban los de mayor edad, allá arriba, se pone en duda frente a las destrezas de los más jóvenes.
Así, hoy la imagen de la organización real ya no puede ser una pirámide, sino innumerables puntos y planos que se entrecruzan. Lo más difícil será extirpar la pirámide de nuestras cabezas.
Por Jorge Mosqueira | LA NACION
Lectura sugerida por Presidencia del CA – Muchas gracias María Belén Gomez por aportarla.