Ponencia de Carlos Askunze Elizaga (Coordinador de REAS Euskadi) en el primer plenario del Congreso Internacional de Economía Social y Solidaria (27 de noviembre de 2014, Centro Pignatelli, Zaragoza)
¿De qué hablamos cuando hablamos de economía social y solidaria?
Tres consideraciones previas
(a) La constatación de que hay que transformar profundamente el actual sistema económico capitalista, que es injusto, violento, insolidario, patriarcal, antidemocrático e insostenible.
(b) El convencimiento de que ese cambio es deseable (los deseos tienen que ver con impulsos éticos e ideológicos que persiguen la mejora de la vida); es necesario (la sostenibilidad medioambiental, social… en definitiva de la vida está por primera vez en cuestión); y es posible (las personas, las organizaciones y las comunidades podemos, a través de nuestra acción cultural, social y política, ser sujetos transformadores).
(c) La existencia de diferentes aportes teóricos y prácticos desde las llamadas economías críticas; tanto de las corrientes clásicas socialistas y libertarias, de los enfoques más modernos y eclécticos como los de la democracia económica y la economía participativa, el paradigma del buen vivir, así como de las más recientes de las economías feminista, ecológica y social y solidaria… Aportes que pueden contribuir a orientar esa transformación hacia una economía que, de momento, sólo podemos denominarla como postcapitalista.
Principios y valores
Desde el propio nacimiento del capitalismo, han existido diversas formas que han ensayado otras formas de entender y hacer economía desde criterios relacionados con la justicia social, así como en contraposición a las desigualdades y el conjunto de consecuencias nocivas producidas por el funcionamiento del sistema capitalista. A una parte de esas prácticas se le ha reconocido desde finales del siglo XIX, con el nacimiento del cooperativismo y el mutualismo, con el concepto de Economía Social, basado en valores como la primacía de la persona sobre el capital, la participación y la subsidiariedad, la función social de la actividad económica, o el destino de sus excedentes para el interés general, etc.
Precisamente en este desarrollo histórico de la Economía Social, cabe situar el nacimiento e impulso, ya en el siglo XX, de la Economía Solidaria como un sub-espacio que cuenta con perfiles propios como concepto y práctica diferenciada, así como movimiento social que, con desigual relevancia geográfica, y aun reuniendo prácticas heterogéneas, ha ido adquiriendo un mayor protagonismo académico, social y económico.
Se trata de una visión y una práctica que reivindica la economía como medio -y no como fin- al servicio de la mejora de la calidad de vida de las personas, la comunidad y su medioambiente. Una economía que coloca en el centro de su actividad el buen vivir personal y colectivo, así como la sostenibilidad de la vida, que resitúa por tanto la verdadera función de la economía y la conecta, sin preponderancia, con el resto de esferas social, política o cultural.
Esta perspectiva convierte a la Economía Solidaria en una práctica fundamentalmente transformadora, dado que choca frontalmente con el modelo capitalista, concediendo a las personas, sus necesidades, capacidades y trabajo un valor por encima del capital y de su acumulación, a la vez que reivindica un modelo socioeconómico más redistributivo y equitativo. Huye, además de una concepción exclusivamente ligada a la maximización de beneficios y al modelo productivista-crecentista que prima la acumulación del capital por encima del desarrollo de las personas y es ajeno a los daños sociales y ambientales producidos en la consecución de sus objetivos.
Esta definición abierta, desde REAS la traducimos en seis principios:
(1) Equidad. Reconocimiento de la igualdad, en dignidad, derechos y posibilidades de todas las personas, asumiendo y respetando a la vez sus diferencias.
(2) Trabajo. Considerado en todas sus dimensiones: productivo, reproductivo y voluntario. Fomentando el empleo para la producción de bienes útiles y necesarios y desde el desarrollo de las capacidades de las personas.
(3) Sostenibilidad ambiental. Como límite a las acciones económicas, como defensa del equilibrio de la vida y como compromiso de futuro.
(4) Cooperación. Una práctica participativa y democrática que fomenta el aprendizaje y la construcción colaborativa y el trabajo cooperativo.
(5) Ausencia de lucro. Balances que tienen en cuenta, además de los resultados económicos, el impacto de nuestra actividad, así como la promoción de la redistribución y reinversión de la riqueza frente a su concentración o uso especulativo.
(6) Compromiso con el entorno. Cooperación con otras organizaciones y redes como camino para que estas experiencias concretas puedan generar un modelo socioeconómico alternativo.
Es desde esta perspectiva desde donde se plantean algunas claves fundamentales para el desarrollo de iniciativas económicas alternativas, entre otras:
Prácticas en movimiento
Y, como decíamos, más allá de estos principios y valores, la economía solidaria es una realidad en movimiento y en crecimiento. Una realidad de iniciativas concretas, presentes en todos los ámbitos del ciclo económico (producción, financiación, comercialización y consumo), interconectadas en diferentes redes.
Se trata de miles de organizaciones y actividades que, a lo largo de todo el planeta, están generando un pensamiento y una práctica alternativa de la economía. Un movimiento que va adquiriendo estructuras de trabajo en red a nivel local, regional y global que tiene como principal reto el lograr que experiencias, a menudo consideradas como testimoniales, logren contribuir a la transformación social y al surgimiento de un nuevo modelo socioeconómico.
En el caso del Estado español, este movimiento viene organizándose fundamentalmente a través de REAS-Red de Redes de Economía Alternativa y Solidaria. Se trata de una red que nació en 1995 y agrupa, actualmente a 13 redes territoriales y 2 sectoriales (pronto una territorial y dos sectoriales más) que agrupan en su conjunto a alrededor de 350 empresas y organizaciones.
Iniciativas en las que participan profesionalmente más de 7.200 personas y que generan también militancia y compromiso:alrededor de 19.000 personas voluntarias que contribuyen a la extensión de estos valores alternativos en la sociedad (64% de mujeres). A estas cifras hay que añadir miles de personas y organizaciones asociadas a proyectos cooperativos, entre otros, de finanzas éticas (cerca de 10.000), de energías renovables (más de 20.000) o de consumo de productos agrícolas locales (incontables los grupos extendidos por todos los territorios).
Todas estas organizaciones y personas sostienen una realidad económica que en 2013 han generado unos ingresos totales de más de 256 millones €(mayormente facturación), a los que hay que sumar más de 63 millones de capital social y ahorro en instrumentos financieros con un saldo de crédito vigente de más de 31 millones de €. Datos de apariencia modesta, pero nada desdeñables: estamos en la economía real; generamos y redistribuimos riqueza social y económica.
Retos para el movimiento de la Economía Social y Solidaria (ESS)
Algunos retos que tenemos por delante para que lograr que la economía se encuentre con las personas y realmente podamoscambiar el mundo:
Crecer no sólo como red de organizaciones, sino especialmente en agregación de ciudadanos y ciudadanas que quieren apoyar activa y conscientemente la construcción de espacios alternativos de producción, financiación, comercio y consumo; bien con sus recursos, con su militancia o con su trabajo.
Especialmente cabe destacar aquí tres elementos fundamentales hoy:
La financiación es uno de los elementos de debilidad de muchas iniciativas alternativas. Por otro lado, las finanzas constituyen uno de los elementos claves de sostenimiento de un sistema capitalista hiper-financiarizado y especulador. Ambos elementos constituyen el fundamento de la construcción de útiles financieros alternativos, éticos, cooperativos y solidarios:
A pesar de acertar en la crítica a un modelo económico que no garantiza las condiciones vitales, que precariza las condiciones laborales, que genera fuertes desigualdades y exclusiones… no siempre desde la ESS logramos sostener iniciativas alternativas y, a menudo, reproducimos en ellas valores capitalistas.
Ciertamente son retos ambiciosos. Pero tenemos que ser capaces de ampliar nuestros horizontes políticos y confiar en el poder del trabajo compartido.
David Graebber, en la introducción de su libro Somos el 99%, caracteriza al pueblo estadounidense de una forma que creo es extensible a todo el mundo capitalista: “Lo cierto es que a muchos estadounidenses se les ha enseñado desde una edad muy temprana a tener unos horizontes políticos increíblemente limitados y una idea increíblemente limitada del potencial humano”.
Que este Congreso sirva para proyectar horizontes de cambio económico y social sin limitación alguna y que para afrontar estos y muchos más retos, pongamos a trabajar en cooperación, todo el potencial que albergamos como personas y como movimiento comprometido con una economía más justa y solidaria que, en definitiva, ponga en su centro la sostenibilidad de una vida digna y feliz para todas las personas en cualquier parte del mundo.
(fuente: Cooperativismo en Movimiento – 5/12/14)