El último informe de OVILAM señala la importante cantidad de conductores alcoholizados que son generadores de tragedias viales no para de crecer. Cada fin de semana amanecemos con estas tristes noticias pero parece que no son muchas las iniciativas para detener este flagelo.
Gabriel Di Mena de 24 años y 1,9 grs de alcohol/lt de sangre, conducía su vehículo a mayor velocidad de la permitida por la calle Campos en San Andrés. Luego de perder el control de su vehículo se subió a la vereda y mató a otro joven de 24 años llamado Eduardo Cevallos. Este tipo de noticias ya pasaron a formar parte del paisaje informativo de cada mañana de domingo y cada vez nos conmueven menos. Eso es lo terrible, nos estamos acostumbrando a convivir con estos hechos.
Siempre se dice que en este tipo de casos las soluciones pasan por tres rubros: educación, concientización y control con sanción. Pero si este flagelo del alcohol y la conducción sigue creciendo es porque como sociedad algo estamos haciendo mal, o tal vez todo. En materia educativa siempre pensamos en lo que aporta el colegio pero es tanto o más importante los ejemplos que se generan en casa. La ley de tránsito prevé educación vial desde el pre-escolar hasta la universidad pero lamentablemente y salvo raras excepciones, se hace mal y poco. Por el lado de la concientización tampoco vamos muy bien. Las publicidades más variopintas exaltan lo entretenido y divertido de tomar alcohol. Son pocos los casos, y curiosamente provienen de empresas cerveceras, que exaltan la importancia de beber con moderación y de ser un “conductor responsable”. Por otro lado la permisividad de los padres y la falta de límites también son un factor negativo tanto desde el lado de la educación como de la concientización. Pero sin duda la materia que tenemos previa es la del “control y sanción”.
Argentina, por ser un país federal, tiene su base de control de tránsito en los municipios para luego subir a las provincias y por último a la nación. El problema del alcohol y la conducción afecta a todo el país y la forma más rápida y eficiente de conseguir resultados es justamente mediante el control y sanción. Pero cuando hablamos de control no es justamente redactando leyes voluntaristas que proponen la “toleracia cero” y que luego caen en letra muerta, sino estando las autoridades de control, etilómetro en mano, en los lugares y horas claves.
¿Cuáles son los impedimentos para que lo anterior suceda? Las iremos enumerando:
Si solo nos limitáramos a cumplir la ley actual, con sus límites y sus requisitos de capacitación y le agregáramos un poco de inversión con una alta dosis de voluntad política municipal, provincial y nacional, el problema iría cediendo rápidamente. Otra cuestión no menor es no caer en el facilismo de las “campañas” que duran un mes y después todo se olvida. Si a lo que apuntamos es a un cambio cultural debemos pensar en “programas” a 5 y 10 años que transformen nuestra forma de pensar sin tener que apelar eternamente a la rigurosidad de las sanciones.
(fuente: http://100seguro.com.ar/alcohol-al-volante-como-educar-concientizar-y-controlar/#sthash.NfnQzlrp.dpuf)