Desde el inicio de las negociaciones relacionadas con el Cambio Climático, el foco ha sido puesto en las estrategias, decisiones y compromisos de los gobiernos nacionales involucrados. Incluso en el marco de la COP21 (Paris, diciembre de 2015), las “estrellas” del evento serán las contribuciones de los países al objetivo de limitar el aumento de la temperatura global a no más de 2° C.Sin embargo, existen otros actores que, sin desmerecer la importancia de los gobiernos, están llamados a cumplir un papel fundamental para que los compromisos puedan ser cumplidos. Esos otros actores son las ciudades, los gobiernos regionales, la sociedad civil y el sector privado. Prescindiendo por un momento de la suficiencia o insuficiencia de las contribuciones nacionales previstas y determinadas (INDC por sus siglas en inglés) ya presentadas por los países, las empresas del sector privado tienen claramente un rol fundamental que jugar. Si bien la posición y medidas que adopten los gobiernos son determinantes, las empresas ya están implementando acciones, por diversas razones y en diversos ámbitos. Sin descartar la mera convicción como uno de los móviles, existen empresas que comprendieron que ser sustentable implica disminuir los costos en el mediano -largo plazo; otras que descubrieron que un modo de acceder o de permanecer en ciertos mercados requiere certificaciones de sustentabilidad, como los casos de FSC, RTRS y MSC relacionados con productos forestales, soja y pescado, respectivamente. Otras compañías están actuando en base al análisis de ciertas tendencias del mercado, como aquella que surge de una encuesta de la consultora Nielsen, donde este año se consultó a consumidores finales de 60 países acerca de la predisposición a gastar más en productos provenientes de empresas socialmente responsables: el 60% contestó afirmativamente. Si bien podemos estar ante una respuesta “políticamente correcta”, no puede soslayarse el crecimiento en respuestas positivas respecto de 2011 que ascendió al 46%.
¿Significa esto que los gobiernos pasarán a un segundo plano una vez acordados los compromisos de cada país? No parece ser el caso, si se pone en consideración las siguientes razones. Por un lado, lo que se acuerde en Paris acerca de las contribuciones estará sujeto a revisión cada cinco años. En el corto plazo, la agenda post COP 21 ya incluiría el pedido de mejoras en la gran mayoría de los INDCs presentados. Por otro lado, serán los gobiernos quienes, en cada caso, deberán establecer marcos regulatorios y reglas de juego claras y de largo plazo que se traduzcan en señales inequívocas hacia los mercados, en base a las cuales las empresas tomarán decisiones, realizarán inversiones, y se posicionarán de acuerdo a una planificación de largo plazo. Esto podrá incluir también incentivos fiscales y esquemas de financiación. En ese sentido, el Green Climate Fund está llamado a cumplir un rol muy relevante. Se espera que el presupuesto de ese fondo alcance los 100 billones de dólares anuales a partir de 2020; debe ser fondeado por los países industrializados, y constituye la gran esperanza para facilitar acciones que atenúen el cambio climático en los países en desarrollo. Si bien con algunas excepciones, se estima que gran parte de estos fondos involucrarán al sector privado. La Agenda de Acción de Lima a París es una de las iniciativas surgidas luego de la COP 20 realizada en 2014 en la capital peruana. El objetivo es incentivar y registrar acciones concretas de parte de ciudades, regiones, empresas e inversores. Hacia noviembre de 2015, de un total de 4.119 entes que registraron compromisos, el 58% eran empresas e inversores; y de los 8.600 compromisos registrados a ese momento, más del 52% provenían del sector privado. Los compromisos asumidos por entes argentinos totalizaban once.“HACIA NOVIEMBRE DE 2015, DE UN TOTAL DE 4.119 ENTES QUE REGISTRARON COMPROMISOS, EL 58% ERAN EMPRESAS E INVERSORES; Y DE LOS 8.600 COMPROMISOS REGISTRADOS A ESE MOMENTO, MÁS DEL 52% PROVENÍANDEL SECTOR PRIVADO». Un caso concreto acerca del rol más dinámico que está desempeñando el sector privado tuvo lugar en julio de 2015: trece de las compañías más importantes de Estados Unidos firmaron ante el Presidente de ese país un compromiso con el cambio climático, estableciendo metas individuales concretas en términos de disminución de emisión de gases efecto invernadero, inversiones en energías renovables y financiaciones relacionadas con el combate al cambio climático, por mencionar algunos. Entre los firmantes se encuentran empresas del sector tecnológico (Apple, Google, Microsoft); empresas del sector real incluyendo Coca Cola, General Motors y Cargill; retailers
como Wal Mart; y empresas relacionadas con las finanzas representadas por Bank of America y Goldman Sachs. El sector privado del país anfitrión de la COP 21 también realizará su contribución: parte importante del empresariado galo más representativo ha anunciado compromisos para favorecer la transición a un modelo de desarrollo menos intensivo en emisiones de carbono. Así como los dos casos mencionados, existen otras iniciativas similares en diversas partes del mundo. Resumiendo, en un principio, las empresas permanecieron cómodamente a un costado, siendo meras espectadoras de una discusión y puja de intereses entre países desarrollados y países en vías de desarrollo que, eventualmente, en algún momento, podrían ponerse de acuerdo y tener alguna injerencia en la esfera privada. Algunos aseveran que se había ingresado en una suerte de círculo vicioso, en un intento de las dos partes por evitar la responsabilidad de las consecuencias del cambio climático: bajo esta hipótesis, las empresas condicionaban su actuación a decisiones gubernamentales, en tanto los gobiernos esperaban mayor dinamismo e iniciativa de parte del sector corporativo. Aquella falsa elección para los empresarios entre ser socialmente responsables y ser rentables ha quedado en evidencia. Para el sector privado se trata de una buena oportunidad para dar un paso más allá de la responsabilidad social corporativa, incorporando la sustentabilidad en los planes de mediano y largo plazo para que, cambios transformacionales mediante, la sustentabilidad también sea sinónimo de rentabilidad y de nuevos negocios. Las señales en este sentido provienen tanto del sector público (en sus diversos niveles) como del sector privado, de la comunidad científica, las ONGs y de organismos multilaterales, así como de iniciativas que nuclean a empresas. El amplio abanico incluye a sectores que habían permanecido al margen: Laudato si, se hace eco al mencionar la necesidad de realizar cambios de estilos de vida, de producción y de consumo para combatir al menos las causas humanas que producen o acentúan el calentamiento.“PARA EL SECTOR PRIVADO SE TRATA DE UNA BUENA OPORTUNIDAD PARA DAR UN PASO MÁS ALLÁ DE LA RESPONSABILIDAD SOCIAL CORPORATIVA, INCORPORANDO LA SUSTENTABILIDAD EN LOS PLANES DE MEDIANO Y LARGO PLAZO…”Luego de la experiencia poco fructífera del Protocolo de Kyoto, nos encontramos frente a otra oportunidad para demostrar en los hechos que la transición ecológica, lejos de oponerse al crecimiento económico, puede constituir un factor que lo potencie. El desafío consiste en que todos los actores se involucren, cada uno cumpliendo su rol, para contribuir al desarrollo sustentable de nuestro planeta.
Por Pablo A. Cortínez, Coordinador de Negocios y Ambiente de Fundación Vida Silvestre Argentinawww.vidasilvestre.org.ar
(fuente: Evolución IARSE Nº40 – Edición Diciembre 2015)