No hay un momento ideal o especial para que una organización decida innovar. Puede ocurrir en un momento de crecimiento o en una crisis, o en cualquier momento. Hay tres pilares fundamentales para la innovación:
Oportunidad: detectar espacios para hacer cosas en el futuro.
Necesidad: existe carencia o ausencia de algo y esto se transforma en una necesidad.
Deseo: son las ganas de hacer las cosas, el hambre que hay que tener para que la valentía tome su lugar con mayor fuerza.
Si no estamos dispuestos a cambiar e innovar continuamente, estamos perdidos. Por un lado, un mundo mucho más dinámico e incierto sugiere que para seguir captando valor económico hay que hacer las cosas diferentes. Por otro lado, la generación Y pide a gritos nuevas reglas para ser liderados, inspirados y movilizados. Si a esto le sumamos la volatilidad de nuestros mercados, la única solución que tenemos es innovar y no sólo en un momento sino de forma permanente.
Quien no pueda subirse a esta ola de la innovación va a sentirse muy frustrado, presionado y con alto riesgo de perder el tren, que no solamente es el tren de la innovación sino el de la vida profesional de muchos. La organización que no pueda subirse a la ola de la innovación tiene un alto riesgo de perder valor y posición en el mercado pero más aún puede morir ahogada, y como sabemos, casos no faltan.
Por eso planteamos que la innovación es un estado mental, una visión sobre cómo encarar los desafíos diarios y una visión sobre cómo mirar el futuro. El estado mental de la innovación plantea que siempre hay una gran oportunidad detrás de una gran amenaza y que en las crisis no debe perderse esta mirada.
En las crisis hay ausencia de recursos, consumos en baja, presiones sindicales y laborales, mayor riesgo de seguridad, etcétera. En esos momentos si una organización tiene un estado mental de innovación primero no va a vivir la crisis como tal sino como una oportunidad. La necesidad se hace presente con una presión tal que la creatividad libera ideas para capear el temporal.
Por eso para que una persona e empresa innove, tiene que ser:
Humilde: para aprender de cualquier persona todos los días. No se necesita ser un superhéroe.
Valiente: para plantear las ideas y mantenerse firme en el tiempo si creemos que la idea vale la pena.
Explorador: estar abierto a explorar y experimentar el mundo.
Caminante: más que mirar el resultado, importa el camino.
Apasionado: se innova en las cosas que realmente le llaman la atención y le generan pasión y orgullo.
Hacedor: la clave de toda innovación es tener la capacidad de hacer la realidad esa loca idea.
¿Qué es lo que más atenta contra la innovación?
Visión de corto plazo: mirar corto es mirar limitado, por eso cuando una persona no ve bien va al oculista y con un buen aumento en los anteojos puede mirar más allá. Con la innovación sucede lo mismo. La visión de corto plazo es una enfermedad y no una estrategia.
Enfoque de mando y control: estos modelos se enfocan en los resultados y no en el proceso. Son jerárquicos y basados en herramientas mecánicas y de origen contable.
Gerentes controladores: son una gran amenaza, escondidos en una gran falta de autoestima; están dispuestos a eliminar cualquier intento de cambio en la organización.
Enfoque de eficiencia: innovación es crear, con lo cual se propone un enfoque totalmente diferente.
Intuición: es muy necesaria pero hay que tomar decisiones con información dura para validar supuestos. La primer idea es intuitiva pero la segunda debe ser complementada con data basada en la experiencia. Pero no sólo datos del pasado si no más bien datos del futuro, tendencias.
Profesores y consultores: enseñan innovación y nunca innovaron. Para movilizar personas hacia la innovación constante uno tiene que ser innovador al menos en algo.
Patricio Guitart –El autor es profesor del IAE
(fuente: http://www.lanacion.com.ar/1847517-la-innovacion-es-un-estado-mental)
Lectura sugerida por Presidencia del CA – Muchas gracias María Belén Gomez por aportarla.