La igualdad es un valor fundamental que garantiza que todo el mundo pueda cosechar los beneficios del desarrollo económico y social. Seguimos viviendo en un mundo en el que reina la desigualdad: según datos recientes el 0,7% de la población mundial posee el 44% de toda la riqueza, mientras que el 70% sólo posee el 3%. En todo el mundo sigue habiendo personas que son objeto de discriminación por razón de sexo, edad, religión o condiciones socioeconómicas, entre otros factores.
Desde el principio, la equidad ha sido uno de los ejes del movimiento cooperativo. Gracias a la creación de las cooperativas, personas de todo el mundo han podido escoger un modelo democrático de negocio que fomenta la igualdad.
Ya en 1846 Eliza Brierley se convirtió en la primera mujer miembro de la The Rochdale Equitable Pioneers Society (Sociedad Equitativa de los Pioneros de Rochdale) en un momento en que las mujeres no solían tener propiedades. Sin embargo, el estatuto de la sociedad de 1844 afirmaba que no había ninguna diferencia entre hombres y mujeres miembros, estableciendo las normas que fueron posteriormente adoptadas por las cooperativas de todo el mundo.
Hoy en día se cuentan más de 2,6 millones de cooperativas con más de mil millones de miembros, tres veces más con respecto a los accionistas directos de las empresas propiedad de los inversores. Además, 250 millones de personas son empleadas o se sustentan a través de estas cooperativas. Las 300 cooperativas más grandes han generado ingresos anuales de 2,2 billones de dólares (lo equivalente al PIB de la séptima economía más grande del mundo) y el movimiento está creciendo rápidamente, sobre todo en países emergentes como Brasil, India y China.
En una cooperativa la palabra igualdad tiene tres significados:
Sólo para poner un ejemplo, un proyecto cooperativo en Senegal ha mejorado la seguridad alimentaria para un millón de personas en 60 comunidades rurales, mejorando los ingresos familiares un 250% y reduciendo un 35% los casos de niños y niñas con peso inferior al normal.
Promoviendo la igualdad de género; dando oportunidades a los jóvenes; integrando a las minorías en el mercado laboral; favoreciendo la transición de la economía informal a la economía formal; reduciendo las diferencias salariales; dando más poder económico a los pobres; fomentando la igualdad de acceso a recursos fundamentales como agua, energía, educación, servicios financieros entre muchos otros, las empresas cooperativas pueden demonstrar a diario que se pueden tomar decisiones para volcar el paradigma actual e integrar la igualdad en el proceso de desarrollo económico y social.
En todos los sectores de la economía hay historias de éxito en el campo de la igualdad: cooperativas de crédito que comparten sus beneficios financieros directamente con sus miembros gracias a una mayor rentabilidad del ahorro; créditos a tipos más bajos de interés y precios más bajos; cooperativas de salud que proporcionan modelos sanitarios más asequibles y accesibles para las poblaciones más marginadas; cooperativas eléctricas que atienden a zonas rurales garantizando un acceso básico a la energía en sitios donde otras empresas no contemplarían la prestación de servicios y el desarrollo de una actividad empresarial; cooperativas minoristas de consumo que permiten el acceso a alimentos asequibles, de alta calidad y sostenibles como productos orgánicos o de Comercio Justo; cooperativas y mutuas que ayudan a poblaciones
(fuente: Cooperativismo en Movimiento – 29/6/15)