La curiosidad al servicio de la innovación
Cuánto más sabemos, más queremos saber: por qué las ganas de conocer funcionan como un motor de nuevas ideas
Todavía no entiende bien cómo, pero en 2004, cuando apenas tenía 18 años y recién había terminado el secundario, Martina Sasso se animó a abrir un pequeño restaurante en la playa. Al principio fue un fracaso, no iba nadie, y al mes sólo había 500 dólares en la caja: todo su capital. Curioseando, Sasso vio en uno de esos días cómo un surfista le agradecía efusivamente a un turista que lo había fotografiado en la cresta de una ola. Y decidió gastarse la plata que le quedaba en un televisor usado (de 150 dólares) y una cámara de 300, para emitir en su bar a la hora del almuerzo escenas del mar filmadas durante la mañana. ¿Resultado? El boliche se llenó de surfistas (y de chicas que iban a verlos) y el hit duró dos veranos.
«Creo en la curiosidad como un músculo más del cuerpo, que hay que saber alimentar y entrenar», cuenta Sasso, que luego estudió publicidad y cine, trabajó para marcas en distintos países y hoy se aloja en el hub de innovación +Castro. Allí interactúa con empresas privadas y emprendimientos sociales y ambientales. Con 28 años, la creativa es curiosa desde la cuna: en su casa la apodaron «queseso» -y aún hoy la llaman así- por las preguntas que permanentemente hacía cuando era chica.
Denostada por algunas frases de la cultura popular, como «la curiosidad mató al gato» o «no metas tu nariz donde no corresponde», la curiosidad viene siendo puesta en valor en los últimos tiempos por estudios de psicología que la ponderan como el principal motor de la creatividad y de la innovación, y también como una fuente de bienestar emocional.
Uno de los académicos que más estudió el fenómeno es un economista del comportamiento (la rama que cruza psicología y economía), George Lowenstein, de la Universidad Carnegie Mellon, quien en 1994 escribió un estudio sobre «La psicología de la curiosidad». Lowenstein asegura que la curiosidad es un motivador potente, y que más que un estado mental es una emoción que nos lleva a querer llenar los baches de información que tenemos.
La curiosidad se puede entrenar y fomentar, según el economista del comportamiento. Para ello, recomienda una práctica que suelen ejercitar los planners: dedicarle tiempo a plantear buenas preguntas. Las preguntas activan regiones cerebrales distintas a las que encienden las frases que no lo son.
Las investigaciones muestran que cuanto más sabemos, más queremos saber. Por eso Lowenstein recomienda «encender la máquina» de alguna forma, por ejemplo, yendo a una librería y leyendo en diagonal libros al azar. John Maynard Keynes, padre de la macroeconomía moderna, sostenía que «uno debe entrar a una librería vagamente, casi como en un sueño, y permitir que los libros que están allí atraigan nuestra atención en forma libre. Caminar por estos negocios, dejándonos llevar por nuestra curiosidad, es una muy buena forma de entretenerse una tarde».
Paula De Caro tiene 37 años, tres hijos y es amante de la cocina. Junto a sus socios, en 2010 fundó Cuko, a «curious company», una empresa de publicidad donde De Caro es responsable de cuentas y de planning. «Para nosotros, la curiosidad es un pilar fundamental. En un mundo que cambia tan rápido, el valor más que en el conocimiento está en esa curiosidad de ver qué está cambiando. A su vez, esa curiosidad va acompañada de la humildad para aceptar que nunca somos los que más sabemos», explica.
«Se puede encontrar la curiosidad en cualquier caso que realmente intenta ir un poco más allá, tanto a nivel publicitario como de negocio en general -continúa la socia de Cuko-. Spotify, por ejemplo, es producto de la curiosidad que hizo que Daniel Ek, su fundador, descubriera que su país, Suecia, tenía la tasa más alta de piratería musical del mundo. Spotify fue su solución a eso que descubrió como producto de su curiosidad.»
El psicólogo estadounidense Todd Kashdan va más allá: cree que la curiosidad no sólo fomenta la creatividad y la innovación, sino varios vectores que tienen que ver con el bienestar emocional o la felicidad. «Es una herramienta que a menudo ha sido subestimada, y más si se considera que tenemos pocos instrumentos tan correlacionados con tantas facetas del bienestar emocional como la necesidad de pertenencia, de significado, de confianza, de autonomía, de logro, de espiritualidad y, obviamente, de creatividad.»
Gustavo Garavilla, un ingeniero de 60 años, no podría estar más de acuerdo. «Me apasiona el tema de la creatividad y la innovación, siempre me gustó sondear la oscuridad, en busca de alguna lucecita; eso para mí es innovar: sentir la maravillosa energía de encontrar luz donde parece que no la hay.»
Hace pocos días, Garavilla se compró un cuaderno «con hojas en blanco, sin renglones ni márgenes», para empezar a escribir un libro que se va a llamar Comenzar a los 60. Tiene pensado refundar su vida sobre tres pilares que renueven sus ganas de aprender, de emprender, de generar «y sobre todo de dar, que es el camino más seguro que he visto de encontrar la felicidad», cuenta a la nacion. Por ahora, los tres pilares sobre los que se planteó avanzar el ingeniero son: aprender un idioma nuevo no tradicional, aprender a tocar la guitarra y generar un emprendimiento comercial que no tenga nada que ver con su profesión.
Hay infinidad de frases de personajes famosos que rescatan el valor de la pasión por conocer. Muchas pertenecen a «curiosos célebres» de la historia, como Leonardo Da Vinci, quien empezó siendo pintor, luego escultor, ingeniero, anatomista y nuevamente pintor. Albert Einstein decía que él no tenía ningún talento especial, sólo una curiosidad apasionada. Lo mismo sostenía Jim Morrison, el líder del grupo The Doors. Para el escritor Vladimir Nabokov, el autor de Lolita, la «curiosidad es insubordinación en su forma más pura».
«Puede que la curiosidad haya matado al gato -sostuvo el escritor inglés Arnold Edinborough-, pero déjenme sólo decirles que ese gato murió de una forma muy noble»..
Por Sebastián Campanario | Para LA NACION
Lectura sugerida por Presidencia del CA – Muchas gracias María Belén Gomez por aportarla.