El semáforo es la señal principal en la convivencia entre vehículos en las hoy atestadas ciudades. Historia centenaria y futuro sin límites del sinónimo del “verde, amarillo y rojo”.
Basado en el sistema ferroviario, el semáforo se encargo de mediar la conviviencia entre vehículos y peatones.
El antecesor del semáforo era un mecanismo con brazos móviles accionado por un policía.
El semáforo es quizás el ordenador del tránsito más importante de todas las señales viales que en el último siglo fueron incorporándose para hacer más sencilla y segura la convivencia entre automovilistas, motociclistas, camioneros y peatones. El agrupamiento de los colores rojo, amarillo y verde son sinónimo de él, y si bien existen varias versiones acerca de su origen, lo cierto es que ya lleva 100 años de existencia.
Para ser realmente justos, hay que decir que un sistema de luces para indicaciones de prioridades de movimientos fue usado por primera vez en la industria ferroviaria. Pero cuando los autos propulsados por motor empezaron a reemplazar a los carros con tracción a sangre, apareció la necesidad de llevar a las calles lo que ya llevaba varias décadas en las vías.
La historia cuenta que el primer semáforo de tráfico fue puesto en Londres, Inglaterra, hacia finales del siglo XIX. Un ingeniero especializado en diseñar sistemas de señalización para la red ferroviaria británica, llamado John Peake Knight, se acercó a la policía metropolitana para proponerles un sistema de luces similar al de los trenes. Era para un lugar determinado, donde ya se usaba un mecanismo mecánico con brazos móviles accionado por un policía.
Después de unos tres años, la propuesta fue aceptada y en 1868 fue instalado en la intersección londinense de Great George y Bridge Street, en la zona del parlamento. Funcionaba con gas y extremadamente bien por lo que aplaudido por todos. Pero poco tiempo después, una pérdida provocó que uno de los operadores resultara quemado por la explosión resultante, y quedó inmediatamente en desuso.
En los Estados Unidos, el segundo lugar donde hubo semáforos, se usó la electricidad como fuente de energía desde el principio. Algunos citan al de la ciudad de Detroit (Michigan) como el primero de todos, pero lo cierto es que hubo uno precedente. Se trata del invento de James Hoge, instalado por primera vez el 5 de agosto de 1914 en Cleveland (Ohio). Consistía de cuatro pares de luces rojas y verdes que servían como indicadores de detención y avance. Cada uno de ellos estaba montado en los postes de cada esquina, y como estaba configurado para evitar conflictos, las órdenes manuales del operador en una cabina eran inequívocas.
El sistema colocado en Detroit fue producto de la patente otorgada al oficial de policía William L. Potts, que trabajó en una solución para el creciente tránsito independientemente de lo que se hacía en otra partes del país; hay que tener en cuenta que fue en esa ciudad que comenzó el auge de los automóviles. Este hombre se basó también en el sistema ferroviario, y ya usaba el amarillo o ámbar como intermedio entre el verde y el rojo. También de cuatro vías y el primero con tres colores, fue instalado en 1920 en la esquina de Woodward y la avenida Michigan. En un año ya había 15 señales automáticas en otras partes de la “ciudad motor”.
Poco a poco el mundo entero empezó a adoptar al semáforo, dada su efectividad para ordenar el tránsito. En todas las décadas posteriores no hubo grandes cambios, más que la incorporación de la flecha para doblar o la posibilidad de solicitar el cambio de luz por parte del peatón a través de un botón. Pero ahora estamos en presencia de una revolución.
El semáforo del futuro tendrá la capacidad de interactuar con los vehículos para hacer más fluido el tránsito. La industria automotriz está desarrollando sistemas para hacer que los autos estén comunicados entre sí. Esa tecnología, que permitirá avisarle un coche a otro sobre su presencia aunque esté a la vuelta de la esquina y fuera del alcance de la vista del conductor, también podrá usarse para entablar comunicación con la infraestructura vial.
Sus usos podrían ser muchos. Por ejemplo, podría ir regulando la velocidad del auto para hacer que llegue justo en el verde. Otra posibilidad sería administrar el encuentro de dos vehículos que se encontrarán en una esquina. Podría hacer que uno acelere un poco y el otro haga lo contrario para que ambos vehículos atraviesen la intersección “por turnos”. Como se ve, las luces parecen algo de lo que se podría prescindir en los semáforos del futuro, algo que hubiera sido impensado en sus comienzos.
Es que originalmente el sistema ferroviario inglés había adoptado el color blanco como señal de avanzar, el rojo para obligar la detención y el verde como precaución. Pero una vez hubo un accidente que los cambió para siempre. Un lente rojo se había caído, dejando expuesta la lámpara blanca que la iluminaba, por lo que el motorista la confundió con una de señal de avanzar. El choque de trenes que ocurrió inmediatamente después obligó a “sacar de servicio” al color blanco, pasándose a adoptar el verde como indicación de que es posible seguir la marcha. El color amarillo surgió entonces para pasar a cumplir la función anterior del verde.
Volviendo al siglo XXI, lo bueno es que no habrá posibilidades para una confusión como aquella. Tarde o temprano, el semáforo no estará hecho sólo con luces de colores, es el futuro que nos espera en el tránsito de mañana.
Fuente: Deautos.com