(f) La esencia filosófica y por ende doctrinaria del cooperativismo se mantiene incólume en sus principios, pues sobre ello se basa su existencia.
El cooperativismo nace como un sistema basado en principios, y ellos no sólo se mantienen sino que además se han agregado otros en las últimas décadas del siglo pasado, como en Viena en 1966 cuando se integró el concepto de «integración cooperativa», o en 1995 en Manchester cuando se suma uno de los principios de mayor modernidad que es el del «compromiso con la comunidad».
Este último es demostrativo de la evolución que ha tenido conceptualmente el cooperativismo y es la base que hoy usan las empresas capitalistas: el sentido de la RSE (Responsabilidad Social Empresaria), que ya no sólo es un simple concepto sino que lo ha tomado Naciones Unidas, y a través del Pacto Global de esta organización, lo está difundiendo en todo el mundo con el ánimo que el empresariado -mucho más el multinacional-, tenga un gran compromiso con el contexto en donde se ubica para llevar adelante sus negocios. Es para advertirles que no deben tener políticas diferentes entre las que llevan adelante en los países desarrollados respecto de aquellos países que no lo son.
Por ello decimos que si bien la esencia filosófica es la misma, la dirigencia del cooperativismo en el mundo, además de ser observada de manera diferente hoy en día porque ha mantenido sus posiciones en los mercados, lo ha hecho con una conducta moral que no es fácil de imitar, y que además da ejemplos de cómo se puede ser competitivo, moderno, crecer y respetar valores, y a su vez tener porciones de mercados cada vez mayores.
Cambio de época
El cooperativismo está atravesando el cambio de época con total naturalidad. Los dirigentes cooperativos lo son de la comunidad en la que viven y que a su vez en ella se están produciendo los cambios tecnológicos y de valores, acercándose a los nuestros, que nos facilita no sólo adaptación sino además, en algunos casos, ser pioneros tanto en cambios como en formas de organización democrática, que es algo que necesita el mundo posmoderno que vivimos y que se basa no sólo en las ganancias a cualquier precio sino en hacerlo sobre la base de principios y valores que son la base misma de nuestro movimiento.
Por ello me animo a decir -con total seguridad- que el mundo económico y, más particularmente el de las empresas, se está acercando a nuestras formas, a diferencia de los años 90 en donde se pretendió tildar a nuestras empresas como arcaicas y fuera de sistema. No tuvieron en cuenta que sobre todo, para las nuevas generaciones, vale más una empresa sustentable en toda la dimensión de la palabra que una empresa que tenga como principal paradigma ganar dinero a cualquier precio.
Hoy ser exitoso empresarialmente no es ganar más sino ganar mejor, de tal forma que se perciba que el beneficio se desparrama entre todos y no entre unos pocos.
Por todo esto sostengo que los principios del cooperativismo se condice totalmente con los nuevos preceptos sociales y económicos del siglo XXI. Nuestros principios y los que despliega hoy de manera ostensible el Papa, hace que nuestro modelo sea el más parecido al que demanda la dirigencia progresista del mundo. Además también, es sin dudas, el paradigma de aquellos gurúes de la organización moderna de empresas.
Ya no va más el viejo modelo Taylorista, Fordista o Fayolista en el mundo sino el criterio de empresas flexibles, hacia adentro y hacia afuera, democráticas, con amplia participación de sus trabajadores, socializante de los conocimientos y pensando que a veces se aprende más de un trabajador que de un dirigente.
Cuando leemos los principios del Pacto Global de Naciones Unidas sobre Derechos Humanos, Derechos Laborales, Defensa del Medio Ambiente y Lucha contra la Corrupción -sinceramente lo digo-, es como si hubieran tomado nuestro modelo como base para el resto de las empresas del mundo. Ese es nuestro triunfo y nuestra permanencia en las décadas últimas. Es un verdadero orgullo sentir que nuestra prédica, que decían antigua, hoy es la vanguardia intelectual de las nuevas organizaciones.
Las nuevas generaciones
Día a día trabajamos para adaptar y adaptarnos a las nuevas generaciones. Tenemos programas especiales para que la «Generación Y» sea valorada como corresponde y se produzca la integración que tanto se necesita, para que a nadie se expulse con los cambios culturales y generacionales sino, por el contrario, para que sinergicen y potencien nuestras empresas.
Ya hoy son dirigentes las jóvenes generaciones. Y además se las prepara, por ese sentido de progreso democrático en nuestras cooperativas, para que sean los sucesores de la conducción de las organizaciones. No hay dueños en nuestras empresas que se llevan los dineros a sus casas, hay socios que trabajan en equipo para el progreso sustentable. El que no juega así queda, sin quererlo ni él ni nosotros, afuera o desplazado pues es seguro que sí no se adapta es porque prevalece lo individual y rentístico por sobre lo colectivo.
Nuestra máxima es que el bienestar del conjunto dará las satisfacciones individuales. Nada más lejos que el principio liberal donde el bienestar de cada uno traerá el bienestar del conjunto. Ésta frase de Quesnay o Turgot del siglo XVIII está tan fuera de moda que hasta da vergüenza mencionarla por desactualizada. Sólo imaginar esos principios en una familia da muestra de su inaplicabilidad.
Los desafíos
El desafío es seguir trabajando como hasta ahora por la simple razón que así, de ésta manera, hoy somos vanguardia como modelo organizacional. En todo caso debemos ir por más porque ya vemos cuántos autores, así como Naciones Unidas y las mismas religiones diferentes del mundo, están calificando a esta forma jurídica como un modelo a imitar.
Es decir, no queda otra que además de sentirnos orgullosos por el triunfo de lo conceptual, debemos sentirnos forzados a perfeccionar las formas de las organizaciones porque ya fueron ejemplo y en el mundo desigual que vivimos es la mejor herramienta para morigerar los defectos de un capitalismo que cada vez más distribuye mal los ingresos y va más hacia un colapso que a una solución. Y si no, sólo basta mirar la crisis del 2008 donde bancos emblemáticos terminaron siendo salvados por el Estado, porque el sistema en sí mismo, no lo podía hacer.
Las cooperativas no son creaciones intelectuales. Son creaciones forjadas por las necesidades humanas y eso las hace inmortales.
Por eso, concluyendo, el sistema que hoy vive el mundo se puede curar, o al menos mejorar, por la existencia de más y mejores cooperativas, y por más y mejores dirigentes.
(publicado en número 20 de la revista X mas. Muchas gracias María Belén Tosti por el aporte)