(f) Las bibliotecas para ciegos se han convertido en verdaderos bastiones para la integración, pero necesitan apoyo.
El profesor saluda. Anuncia la metodología de cursado y la bibliografía que emplearán en la Escuela de Ciencias de la Información (ECI). Era el primer día de clases para los ingresantes del año 2006. Podría haber sido exactamente igual a cualquiera de los cursillos anteriores. Pero no. No fue un día más para Jimena López. Su desafío era doble. Además de adaptarse a la vida universitaria debía lidiar con un obstáculo extra. Jimena no podía ver el pizarrón, ni a su profesor, ni a sus compañeros. No podía leer ninguna bibliografía y llegar hasta allí le costaba más que a sus compañeros. Jimena es según el Censo Nacional de 2010, uno de los tres millones de argentinos con “dificultad o limitación permanente” para ver. De ese total, 264 mil residen en la provincia de Córdoba.
Jimena hoy es licenciada. Pero sus primeros tiempos fueron duros. Muy distintos a cuando cursaba la secundaria en el Ipem 38 Pablo de Mauro.
“En la secundaria tenía una maestra integradora de ciegos que transcribía todo el material que yo necesitaba”, recuerda “Me lo pasaba en Braille si era inglés o matemáticas y me grababa en casetes las asignaturas más teóricas”.
En 2012, la Oficina de Inclusión Educativa de la Universidad Nacional de Córdoba (UNC) detectó extraoficialmente a 47 estudiantes con ceguera o baja visión, aunque reconocen que esa cifra debe ser mayor. ¿Cómo leen o estudian los alumnos universitarios no videntes?
Braille y tecnología. Durante los ‘90, surgieron en Córdoba las bibliotecas para discapacitados visuales que combinaban textos en Braille y libros parlantes. En la década siguiente, se gestaron proyectos universitarios afines para facilitar el estudio durante el cursado de sus carreras. Hoy, el Braille ya no es la única herramienta disponible. La tecnología facilita la autonomía de las personas ciegas: cada usuario puede optar por audiolibros, por lectores de pantalla y por textos digitalizados que se descargan de Internet. Como todavía ningún software lee con entonación humana, se mantiene el encanto de la grabación con locutores.
En la calle 27 de Abril, frente a la Torre Ángela, está la Biblioteca para Discapacitados Visuales de Córdoba. Juan Carlos Alcaraz, su director, también no vidente, indica el peso simbólico de la institución: “Peleamos mucho para contar con un espacio cultural céntrico donde las personas ciegas podamos investigar, leer un libro o una revista”.
Fundada en 1993, tiene 400 socios, cuenta con un centenar de ejemplares en Braille y 700 audiolibros con producción propia a través de voluntarios que leen en la sala de grabación. “Los locutores no son profesionales, pero tienen un nivel de lectura muy parecido”, explica Alcaraz.
“Ahora tenemos 15 lectores mensuales que graban dos horas por día, una vez por semana, hasta completar el libro. La obra se comienza y termina con una misma voz”, agrega.
El material en Braille se consigue por tres vías. La Editora Nacional Braille es una entidad estatal que envía sus ejemplares sin cargo desde Buenos Aires. Fue pionera en América del Sur pero hoy no funciona por problemas edilicios.
Otra alternativa es el Centro de Copistas Santa Rosa de Lima, también porteña. No cobran la mano de obra, sólo los insumos. Pero hay un problema: media hoja de tinta se transforma en cuatro hojas en Braille. Así, un libro promedio suele dividirse en varios tomos y cada tomo oscila entre los 35 y 45 pesos. Aun cuando el correo los envíe gratis, los costos se disparan.
Una tercera opción es utilizar una impresora propia. “Hacemos las impresiones si no son tiradas largas, porque la máquina es sueca y los repuestos son importados y difíciles de conseguir”, aclara el director.
Por eso, prefieren las grabaciones. Los socios demandan novelas y relatos. No son libros de estudio sino literatura de esparcimiento.
El catálogo es amplio: Cortázar, García Márquez, Paulo Coelho y Tomás Eloy Martínez conviven con El libro negro de los mundiales de fútbol o con Historias del barrio Clínicas . Paralelamente, imprimen y graban textos para alumnos secundarios. También dictan cursos introductorios a la informática en ocho computadoras dotadas con un programa que identifica cada tecla y “pronuncia” el texto que aparece en pantalla. “Esto nos dio autonomía y nos permite romper con la dependencia de otros tiempos. Dicen que se están logrando voces sintetizadas con acento español que parecen más humanas”, se entusiasma Alcaraz.
Ningún rinconcito. María Zabala, conocida como “Bambina”, perdió la vista durante la adolescencia. Todos los días sale de su casa con la cartera y el bastón rumbo a su trabajo en la Biblioteca de Villa María. Allí hay un sector específico para ciegos desde hace 18 años. “Está totalmente integrado. No estamos en un rinconcito porque queremos que la biblioteca sea un lugar de integración y de igualdad de oportunidades”, señala. “Vienen de otros pueblos de la región, gente que estaba escondida”.
Su centenar de socios accede a 260 ejemplares en Braille y 250 libros parlantes. Todas las computadoras poseen lector de pantalla. “Cuando hice el secundario llevaba una máquina Perkins y una montaña de libros. Ahora con pendrive y netbooks alcanza”, compara “Bambina”.
Ella prefiere el Braille y se ríe de la tonada gallega de las voces sintetizadas. Las generaciones más jóvenes utilizan la computadora como nativos digitales que son. Aunque los adultos ponderan el Braille, la autonomía que ofrece la tecnología genera cada vez más adeptos entre los mayores.
Beatriz Calas es abogada y también es ciega. Coordina desde 2000 un servicio de bibliografía accesible en la Facultad de Derecho de la UNC. Sesenta voluntarios adaptan el material.
Por un lado, digitalizan los contenidos de cada cátedra; por el otro, atienden las demandas individuales de cada usuario. Con el proceso de digitalización se traspasa el libro a una computadora mediante un escáner. Luego, un programa convierte la imagen en texto y otro software se encarga de leerlo. “Es una tarea muy dinámica porque el derecho muta permanentemente. Cada cambio legislativo nos obliga a actualizarlos”, explica Calas. También colaboran en trámites administrativos y en búsquedas de información por la Web.
Calas destaca el vuelco que implica el avance tecnológico. “En el último tiempo creció muchísimo la permanencia y el egreso de estos alumnos con relación a otra época. Veinte años atrás era un hecho extraordinario que una persona con impedimentos para la lectura obtuviera su título de abogado. En estos 12 años, ya son 10 las personas que obtuvieron su diploma y están trabajando”.
Volvamos a Jimena. A su tesón e iniciativa. Junto a las autoridades de la ECI diseñó el proyecto Red Mate (Materiales y Apoyos Tiflo Educativos) que desde 2009 digitaliza libros y apuntes para estudiantes con discapacidad visual de la UNC.
Al principio eran tres alumnos, hoy son 35 usuarios de distintas carreras. Además se unió con otros dos centros (la Asociación Civil Tiflonexos de Buenos Aires y la Unión Nacional de Ciegos de Uruguay) con los que comparte experiencias y procesos de trabajo.
“El material se sube a una plataforma virtual y queda disponible para más de cuatro mil usuarios en cualquier parte del mundo. Así se evita la duplicación de esfuerzos”, explica Jimena. Casi 70 cátedras ya accedieron a esta modalidad de apuntes digitalizados dentro de la UNC.
Quieren darle continuidad al proyecto y garantizar su sustentabilidad. Hasta ahora lo resuelven con becas de extensión. “Son subsidios pasajeros que nos permiten generar actividades o adquirir equipamiento pero que no garantizan recursos humanos estables para sostenerlo. Por eso apuntamos a institucionalizarlo”, dice Jimena.
En similar dirección, la Oficina de Inclusión Educativa de la UNC incorporará un apartado sobre discapacidad en el sistema de inscripción de los alumnos a partir de 2013. Con los datos actualizados y el aval del Ministerio de Educación de la Nación, entregarán computadoras portátiles a los estudiantes discapacitados (no sólo visuales).
Mientras tanto, la Red Mate traslada su experiencia al nivel medio. En el Ipem 191 Monseñor Angelelli y en el Centro de Rehabilitación para Adultos Ciegos Julián Baquero ya comenzaron a trabajar con la digitalización. La idea es capacitarlos en el uso de la computadora y del lector de pantalla para que puedan utilizarlos al mismo nivel que cualquiera. El objetivo es disminuir la brecha entre el secundario y el paso a la Universidad.
Jimena se ilusiona con un futuro lejano de la oscuridad. Las bibliotecas, la permanencia y el egreso universitario ya no son una rareza extraordinaria. La escuela media aparece como el próximo bastión para su trabajo. Piden poco: integración e igualdad de oportunidades. Nada más, nada menos.
Una institución con peso propio. La Biblioteca Provincial para Discapacitados Visuales de Córdoba (Ramiro Pereyra/LaVoz).
Audiolibros, braille, tecnología. Distintas formas de lectura (Ramiro Pereyra/LaVoz).
http://www.lavoz.com.ar/argentina/leer-con-otros-ojos
Aporte Patricia Aguilar