Los productos que usamos: un llamado a los consumidores responsables

consumo responsable las tres esesEl último punto de la cadena de consumo son los compradores, pero en el proceso hay personas que no siempre tienen garantizados sus derechos

¿Qué es un consumidor? Según la segunda acepción del Diccionario de la RAE es una «persona que adquiere productos de consumo o utiliza ciertos servicios». El que consume es el extremo final de una cadena de valor que, según Michael Porter, consta de varios segmentos. Uno es la Administración de Recursos Humanos, pero todos los otros, compras, operaciones, marketing, ventas, etcétera, tienen la función de obtener el mayor margen de ganancia, lo que no es malo. Es una descripción de cómo funciona una empresa.

Es de suponer que aquella administración de Recursos Humanos es la que facilita la integración (alineamiento, también le dicen, con cierta connotación militar) respecto de los objetivos de la compañía. Pero no es tan así, porque un solo sector no puede absorber y resolver cada una de las cuestiones personales de los distintos universos de los empleados. Es imposible. Por esto es que el papel del management es de gran importancia. Nadie conoce mejor a una persona que el jefe, pero tampoco alcanza. Los productos o los servicios pueden cumplirse adecuadamente, pero el final de la cadena de valor lleva aditamentos invisibles. Todos ellos están impregnados de situaciones que ningún renglón registra y tal vez no los podrán registrar nunca.

Por ejemplo: ¿dónde queda aquella discusión con el jefe, en la que sintió que podía perder el trabajo? ¿La noche sin dormir, alterado por los fantasmas de su evaluación? En nuestros días, circula una publicidad que narra la incógnita de un empleado que, al despedirse de la oficina, su jefe lo saluda con un gesto ambiguo. La ambigüedad inquieta o tranquiliza y ofrece múltiples interpretaciones. En términos comunicacionales, el emisor dice o gesticula, y el receptor interpreta según sus propios códigos personales.

¿Dónde queda impreso en el producto final, el esfuerzo de un grupo de trabajo por reparar un equipo que se niega a funcionar? Las imprecaciones, el sudor, la depresión por no encontrar el modo de solucionarlo, el sueño que invade, los síntomas de la frustración y la felicidad de encontrar un camino. ¿Y el desgarro de una madre, porque tiene que salir a trabajar y dejar a su hijo? Una culpa velada, que desde tiempos inmemoriales se ha impuesto sobre la condición materna. La superación de otros momentos depresivos, asociados al simple hecho de existir, los agotamientos, los recelos, las envidias, las alegrías, el frío o el calor, ¿en qué rubro se detecta?

El producto final no lleva identificadas todas estas situaciones, sino datos técnicos: marca, fecha de vencimiento si la hubiere, composición de los materiales, pero aquellas situaciones laborales no constan en ningún lado y se reservan a la memoria afectiva.

Todo esto viene a cuento a partir de un artículo firmado por Matilda Long, que relata la experiencia de un grupo de periodistas occidentales para acceder a la fábrica de Shanghai, donde Apple produce sus iPhones. Son unas 50.000 personas, en un predio enorme. Y cada mañana deben someterse a estrictos controles de reconocimiento facial, hay detectores de metales para que nadie robe proyectos. En este contexto es natural que (citamos literalmente) «para llegar a la línea de producción, los trabajadores deben subir por una escalera recubierta de redes de seguridad para prevenir accidentes o intentos de suicidio». El artículo se titula «De aquí sale tu iPhone: esto es lo que ocurre realmente en el interior de una fábrica de Apple».

Este producto puede llegar a nuestras manos proveniente de Shanghai, así como vestirnos con ropa, cuyo origen son los talleres clandestinos, de triste impronta. En esos momentos somos nada más que consumidores.

(fuente: http://www.lanacion.com.ar/1916916-los-productos-que-usamos-un-llamado-a-los-consumidores-responsables)

Lectura sugerida por Presidencia del CA – Muchas gracias María Belén Gomez por aportarla.

 

Comments are closed.