Pese a la desigualdad de género que persiste en el universo laboral, su participación crece en las corporaciones y al frente de emprendimientos
Se dice de ellas que son malas conductoras y poco hábiles para estacionar. Que son sensibles y enamoradizas; biológicamente aptas para tareas domésticas y dueñas de una licencia de género para llorar. Aunque sigue existiendo una brecha con el sexo masculino que abarca a la cultura empresarial, el estereotipo está cambiando. Las mujeres empresarias tienen cada vez mayor participación en el universo laboral.
Este ejército de rebeldes a los mandatos «patriarcales» tácitos conduce un tercio de las empresas en el mundo y su capacidad de gestión tiene un reconocimiento creciente, según un estudio reciente de la Organización Internacional del Trabajo (OIT). Esta valoración, dice el texto, no sólo es justa, sino que es también un buen negocio. Un informe del Banco Mundial indica que el aprovechamiento de las aptitudes y el talento femenino podría incrementar la productividad de la mano de obra hasta un 25% en algunos países. Pero no alcanza con que la mujer integre la masa de trabajadores, sino que asuma responsabilidades. El documento de la OIT señala que la participación de la mujer en las decisiones tiene un efecto positivo en los resultados de las empresas. Distintas investigaciones destacan que los equipos directivos con representación femenina -que aún son escasos- lograron cotizaciones más altas o mejoras en la rentabilidad de las compañías.
La relevancia de las mujeres en el ámbito de la empresa tiene una explicación. «A raíz de su entrada masiva al mercado de trabajo y la actividad empresarial, se disparó el poder adquisitivo (…) Suelen controlar los presupuestos familiares y las decisiones financieras, y hay una creciente proporción de mujeres que ganan más dinero que su cónyuge o su pareja. Por lo tanto, es una importante consumidora de productos y clienta de servicios», indica el documento de la OIT. De allí la conclusión: una práctica empresarial lógica es la que represente las preferencias y opiniones de hombres y mujeres por igual.
En la actualidad, son dueñas y administradoras de más del 30% de las empresas, ahonda el estudio. Pero aún se le impone un «techo de cristal». «Aunque la mujer ha avanzado mucho en el mundo de los negocios, todavía nos autolimitamos, porque tenemos que cuidar a los hijos e incluso nos da pudor cuando no estamos», dice Julia Maristany, directiva de la Cámara de Comercio y presidenta honoraria de la Asociación Iberoamericana de Mujeres Empresarias. Derribar las barreras también es la tarea de la división de Mujeres Empresarias de CAME.
Aunque aún se necesitan espacios como estos para promover a la mujer, la expectativa de integrar el empresariado en forma natural, está en la mentalidad de las nuevas generaciones, producto de transformaciones sociales y tecnológicas, en las que tanto hombres como mujeres aspiran a un balance entre la vida personal y el trabajo. La formación, las ambiciones y el hogar no se limitan a un sexo.
En la actualidad, las líderes de empresas femeninas se concentran en micro y pequeñas empresas. «Las pymes tienen estructuras y modalidades de trabajo más flexibles, que estimulan la participación de las mujeres en cargos directivos», señala Leandro Schvartzer, presidente de la Fundación Proyecto Emprender (Proem). La flexibilidad del autoempleo es difícil de encontrar en relación de dependencia: en el mundo, ellas representan del 31 al 38% de los trabajadores por cuenta propia.
Para Leonardo Glikin, consultor y autor de Iguales y diferentes. Los espacios de la mujer en la empresa de familia, el liderazgo femenino tiene un estilo que «se aleja del modelo autocrático» y privilegia la búsqueda de la realización en grupo, más que individual. La conducción femenina se adapta a los principios del management actual, adverso a las estructuras piramidales.
En plena ebullición del emprendedorismo, las mujeres asumen cada vez más el rol de empresarias independientes. La actividad emprendedora en el país es del 13%, contra 19% de los hombres, por debajo de la región, pero con una brecha ligeramente más estrecha. En la ciudad de Buenos Aires, las mujeres son casi la mitad de los entrepreneurs.
El perfil de la empresaria naciente en América latina se ubica entre los 30 y 39 años, vive con su pareja y tiene, en promedio, dos hijos. Proviene de familia de historial emprendedor, tiene un nivel socioeconómico medio-alto y cuenta con una licenciatura o maestría, describe una publicación reciente del Fomin y EY para la región y el Caribe. Las motivaciones, revela, son tanto las oportunidades de negocio como la independencia económica, lo que también ratifica un trabajo del Observatorio de Emprendedores porteño. A diferencia de los hombres, según arroja esa encuesta, las mujeres tienden a emprender solas o en sociedad con familiares, y se apoyan en su círculo íntimo para afrontar el desafío de la «doble carga» en la empresa y en la casa. En los negocios, son menos aventuradas, pero confían en su olfato. En general, incursionan en sectores maduros y sin objetivos de internacionalización, por lo cual logran menor alcance. «Les cuesta imaginarse al frente de una compañía global -dice Marta Cruz, una de las fundadoras de NXTPLabs-. Creen que el crecimiento les va a quitar tiempo con su familia, pero esa expansión también les permitirá delegar. Además, hoy con el trabajo remoto las cosas cambiaron». El techo de cristal tiene cada vez más grietas.
Por Luján Scarpinelli | LA NACION
(fuente: http://www.lanacion.com.ar/1774211-un-tercio-de-las-empresas-tiene-impronta-femenina)
Lectura sugerida por Presidencia del CA – Muchas gracias María Belén Gomez por aportarla.