Los actos que vengo asistiendo últimamente, ya sean organizados por ONG, empresas, asociaciones empresariales y otros organismos públicos y privados, demuestran que estamos en la fase “más de lo mismo”
El pasado día 20 del mes de diciembre de 2016 tuve la oportunidad de asistir a un interesante acto “In Good Companies” organizado por la Fundación Hazlo Posible. Me gusta esta Fundación porque en los últimos años se ha convertido en un referente para el Tercer Sector llevando la innovación a las ONG españolas.
El acto celebrado en el moderno espacio COMO de la capital madrileña contó con interesantes experiencias de integración laboral de personas en riesgo de exclusión como la que explicó María Escribano quien dió a conocer el proyecto “Camino al empleo”, un programa del Grupo VIPS con el que se acompaña a jóvenes en riesgo de exclusión social en su proceso de incorporación al mundo laboral. También Igor Capracci introdujo el programa “Embellece tu futuro”, una iniciativa de L’Oréal con la que se facilitan prácticas laborales a personas en riesgo de exclusión social y se las certifica como asesores de belleza profesionales. Dos iniciativas de Acción Social que buscan la empleabilidad en España, y como diría Luis PiedraHita, “acciones loables, lo hable quien lo hable” [sic].
Hasta aquí lo bueno
Lo no tan bueno y no sólo de este acto, sino de todos a los que vengo asistiendo últimamente, ya sean organizados por empresas, asociaciones empresariales y otros organismos públicos y privados es que estamos en la fase “más de lo mismo”. No voy a entrar a expresar mis dudas sobre el futuro de la RSE en España que para eso tienen el reciente artículo de Ignacio Cayetano publicado en Diario Responsable en el que expone cómo “dos resultados electorales inesperados pueden tener consecuencias imprevisibles en el contexto de la RSE. Trump y el Brexit”.
Las cosas que me inquietan son tres, empecemos de menos a más.
El inglés y los anglicismos
Probablemente esta es una «paranoia” debida a mis estudios como Traductor e Intérprete en la Universidad de Granada hace un montón de años. En aquel entonces tuve la suerte de contar con algunas profesoras británicas y un profesor español de los que aprendí qué tan importante conocer el idioma desde el que se traduce como respetar (y amar diría yo) el idioma al que se traduce.
Hace ya muchos años en los que la publicidad utiliza el inglés o el francés para vender sus productos aunque el potencial cliente no se entere de nada de lo que dicen y se quede cautivado por las bellas imágenes y los sensuales audios. Ya no te compras un coche, te compras una máquina para ligar (por ser discretos ) más. Esto es grave. Es un desprecio a nuestro idioma que es de las pocas cosas que nos quedan y que permite, desde luego, utilizar el castellano un idioma, tal vez no tan sexy, pero rico como pocos. Como muestra un botón:
Pero la cosa va a más. Ya no son las empresas que en su publicidad tratan de vender más a los pobres españoles que en general no tenemos ni papa de inglés -por no hablar no de otros idiomas- sino que las propias organizaciones y entidades «responsables” que se dedican a promocionar la RSE directamente patean o ignoran el castellano. Programas como “Think Big” de Telefónica o “Entreprise 2020” de Forética, que tienen todo mi respeto, tienen una sencilla traducción al español, “Piensa en Grande ” o “Empresa 2020” pero se ve que el inglés mola más.
Otra memoria de RSE para no leer
En los 10 años que llevo involucrado en el mundo de la responsabilidad social he acumulado más de 100 memorias de RSE, RSC, Responsabilidad Corporativa o ahora Informes de valor compartido. La forma ha cambiado, pero el fondo no.
No hace falta más que abrir estas publicaciones en papel cuché para encontrarse una carta del Presidente (que obviamente no ha escrito el Presidente) para después hallar todas las magníficas acciones que muchas empresas realizan. Nunca se habla de las diferencias salariales entre el que más gana o el que menos, de los casos de corrupción dentro de la empresa o de el techo de cristal que encuentran las mujeres.
Sé de buena fé que realizar estas memorias es un trabajo arduo y dificultoso al que muchos responsables de la sostenibilidad dedican unos cuantos meses al año y que justifica su trabajo de cara a informar a especialistsas y a “ranking” (clasificación) como el Dow Jones sustainability Index, aunque también hay muchas que directamente las subcontratadas a freelancers (autónomos) o a empresas consultoras o editoriales para que realicen este trabajo. Estoy con Ramón Jáuregui, “las memorias de RSE están para hacerlas en casa.”
Por cierto, un breve inciso, la Global Reporting Initiative, la GRI es una iniciativa (sustantivo femenino) reconocida mundialmente para realizar informes de sostenibilidad. No me explico cómo este sustantivo ha cambiado de género sin pasar por el quirófano
Otra cosa que me preocupa es cómo cada vez más la Acción Social le va comiendo el terreno a la Responsabilidad social. No se pueden ustedes imaginar las cienes y cienes de llamadas que recibo de agencias de comunicacion intentando venderme acciones sciales que no tienen nada que ver con la RSE sino más bien con el lavado de cara (greenwashing).
Estoy seguro de que Volkswagen, por poner un ejemplo reciente, es una de las empresas europeas que mejor y más informan sobre su Responsabilidad Corporativa y su Acción Social, pero su fiasco con el software, que disminuía las emisiones de CO2 de algunos de sus automóviles, hace que sus programas de RSE, valgan, para mí, un cero patatero. Lo crucial es que los señores del Consejo de Administración expliquen cómo ha podido ocurrir esto. La empresa ha engañado a sus clientes y a la sociedad- y mientras escribo “señores” me acuerdo de la escasa participación femenina en estos consejos y en altos cargos directivos, pero ese es otro tema que da para varios libros.
Hablando de libros hay otro tema que da para varios artículos: el diálogo con los Grupos de Interés para conocer sus expectativas (materialidad). Todavía no he encontrado una empresa que me explique cómo, cuándo y dónde se realizan estos diálogos. Ésta es una pregunta recurrente que hago en mis entrevistas, la respuesta más original que me he encontrado es que estos diálogos se realizan a través de las redes sociales, esa gran herramienta que como todos sabemos aporta credibilidad y confianza (modo irónico ON).
La burbuja de la innovación y el emprendimiento
Esta palabra sí que está de moda. Ahora todo es innovación y emprendimiento. Parece que asistimos a la burbuja de la innovación. No dudo, porque lo veo desde el Impact Hub – donde recientemente Diario Responsable ha trasladado su redacción – que a los jóvenes de hoy en día no les queda otra que buscar nuevas soluciones, pero me parece que así no. No todo el mundo vale par emprender ni es innovador y su trabajo puede seguir siendo excelente.
O innovas o no tienes nada que vender. Pero mucha de esta innovación no es real, la cuestión es cambiar las palabras para que todo siga igual, especialmente la entrada en el mercado laboral que permite subcontratar a mentes brillantes a precios irrisorios, no me me gusta ese tipo de innovación.
Vuelvo al principio. Al evento de “In Good Companies” (Con buenas Compañías). Las tres últimas intervenciones, que prefiero no citar por respeto a la excelente labor que realizan, me retrotrajeron (flashback) a mi trabajo como onegero hace 25 años, cuando trabajaba en una popular ONG. Me dí cuenta de que nada ha cambiado. El mismo discurso, las mismas e interminables presentaciones en Powerpoint y los bostezos del público. Nada nuevo bajo el sol.
Al terminar, cuando me dieron la palabra, fuí muy duro (desde el respeto a los presentes) y retomé un tema del que el profesor Alberto Andreu viene hablando últimamente. Google tiene 18 años, Internet ha cambiado el mundo y no nos enteramos. Seguimos a lo mismo sin ninguna visión de futuro. La Responsabilidad Social de las Empresas sigue anclada y avanza poco y gracias a las transposiciones de la Unión Europea que obligan a las grandes empresas y a las de Interés Publico a informar sobre sus impactos ecómicos, sociales y medioambientales. Sin embargo hay temas como la emigración, el cambio climático ,la economía circular, la inteligencia artificial o la educación, por citar unos pocos, que van a cambiar el mundo en que vivimos en los próximos años (los próximos cinco años). Sin ir más lejos se calcula que la robotización va a poner en la calle a 6 millones de europeos en el próximo quinquenio.
¿Estos no son temas que afecten al futuro y a la viabilidad a la RSE?
Para mí estos son los temas claves en los que se tiene que enfocar la responsabilidad social. Las multinacionales y las empresas en general tienen dos opciones, o adaptarse o morir, pero sin olvidar que la clave son las personas. Si olvidamos a las personas olvidamos nuestra razón de ser.
No se puede crear valor sólo para unos pocos.
por Jordi Jaumà: @dresponsable
(fuente: http://diarioresponsable.com/opinion/24233-rse-2017-mas-de-lo-mismo) publicación española