Qué tienen en común Palermo y la inteligencia artificial

Esta tecnología, en su moda emergente, suele abarcar más de lo que debería; sin embargo, se viene un tiempo de complementariedad entre los humanos y las máquinas.

En paralelo con el auge de novedades sobre avances científicos y tecnológicos, un nuevo género periodístico asoma: el de noticias curiosas, con un tinte humorístico, sobre la creciente interacción entre humanos y robots. La semana pasada se conoció la historia de Zheng Jiajia, un ingeniero chino de 31 años, especializado en inteligencia artificial (IA), quien harto de las presiones familiares para que se case, decidió contraer matrimonio con una robot que él mismo construyó. Las «reviews» de sexo con androides son otro clásico del género emergente en 2017: «Tuvo sexo con un robot y quedó fascinada», tituló hace dos semanas El País Digital. Aludía a la historia de la británica Karley Sciortino, quien tuvo relaciones durante 20 minutos con un muñeco 100% de silicona y reportó una buena experiencia. Sciortino tiene 31 años, al igual que Jiajia: parecería ser que hasta esa edad toleramos seguir relacionándonos con humanos, después mejor probar otra cosa.

Algunas de estas novedades vienen con otra espesura y relevancia, más allá de lo anecdótico. De visita en Japón, el emprendedor argentino y experto en big data Alan Daitch contó a LA NACION que entre lo que más lo sorprendió de su viaje fue el éxito comercial de una «novia virtual», bautizada Azuma Hikari, un holograma que representa un personaje de animé y que se pone contento cuando llega su pareja, prende las luces de la casa y manda mensajes de «te extraño» en horario laboral. Cuesta 2500 dólares y su primera edición limitada se agotó en menos de una semana.

La mejora y el diseño de las «interfaces» entre seres humanos y sistemas de inteligencia artificial son una de las grandes avenidas de avance de esta tecnología prevista para 2017.

Elon Musk, emprendedor y fundador de Tesla, cree que esta barrera de integración se romperá en el corto plazo y que, de esta manera, la adopción de tecnologías como la de los vehículos autónomos se volverán más naturales y masivas. Musk, quien con sólo 45 años impulsa la fabricación de autos eléctricos, baterías y techos solares, lanza al espacio cohetes reutilizables y planea una misión para colonizar Marte, promueve el transporte futurista Hyperloop y túneles para tránsito, sumó días atrás otra iniciativa que parece extraída de una novela de ciencia ficción: en su entorno se anunció que en breve lanzará Neuralink, una compañía que combinará computadoras con cerebros humanos.

La empresa de salud, con sede en California, centra sus investigaciones en lo que se conoce como «cordón neural», basado en pequeños electrodos cerebrales que algún día se podrán cargar para potenciar nuestras capacidades. Su primer paso será tratar enfermedades como epilepsia, depresiones mayores, Parkinson y Alzheimer, pero más adelante la idea es ayudar a los humanos en su pelea contra la participación de las máquinas. Meses atrás, el emprendedor dijo en una presentación: «O los humanos se fusionan con las máquinas, o la inteligencia artificial nos hará irrelevantes».

Volviendo al planeta Tierra, al presente y a la coyuntura argentina, Roberto Cruz, gerente de Cognitiva Cono Sur (la firma que distribuye Watson en castellano), dice que en la actualidad el despliegue mayor de la IA en la región «tiene que ver con procesos de las organizaciones en los que una persona necesita más conocimiento para hacer su tarea». Y añade: «El sistema cognitivo funciona en estos casos como un asesor experto de la persona, aumentando su capacidad para llevar adelante tareas complejas y resolviendo la falta de tiempo que tenemos para leer toda la información relevante para nuestro trabajo». Por ejemplo, agrega, se estima que un médico, en promedio, debería estar leyendo 29 horas al día para estar actualizado en su disciplina.

Comunidad IT

Gustavo Aguirre, un ingeniero que pasó por Globant, Osde y otras empresas, y que actualmente trabaja desde su consultora BeLiquid, explica: «Nuestra lógica, nuestra capacidad de razonar y nuestro pensamiento analítico no fueron las razones más importantes para nuestra evolución y supervivencia como especie, sino que nuestras emociones, la capacidad de empatizar, la habilidad de engañar y la necesidad de ser aceptado por el otro son nuestras armas más poderosas, a pesar de que parecieran ser todas grandes debilidades. Somos seres sociales que tejemos complejos ecosistemas de relaciones diversas, y ese es nuestro principal diferencial».

Si esta visión es correcta, hay una gran complementariedad con la IA, que hoy es concebida como una poderosa plataforma analítica con capacidad de tomar decisiones multivariables, de gran complejidad y en tiempo real. Aguirre cree que estamos lejos de una nueva «inteligencia madura» aún, pero que el enfoque con el cual solemos analizar el futuro de esta tecnología (asociamos la inteligencia artificial a la inteligencia humana, con sus limitaciones y sus parámetros) es incorrecto. «Estamos frente a otra cosa, completamente distinta, capaz de resolver preguntas que aún ni imaginamos», sostiene.

Así como en los últimos años la «economía del comportamiento» (la cruza de economía con psicología) se puso de moda e hizo que a cualquier estudio de psicología evolutiva o teoría de la decisión se lo etiquetara en esa categoría para ganar la atención de los medios y de los inversores (un fenómeno que fue señalado por el propio Daniel Kahneman, padre de la economía del comportamiento), la IA también hoy está de moda y prácticamente no hay reporte corporativo a inversores que no haga referencia a estas «siglas mágicas».

El economista de Bloomberg, Michael McDonough, rastreó las menciones a proyectos de IA en reportes de compañías a la Bolsa de Nueva York y encontró un notorio aumento en los últimos dos años. Muchas veces (tal vez la mayoría, advirtió Ian Bogost en The Atlantic) se trata de programas de software disfrazados de IA. Como la pretensión de «Palermo» de las inmobiliarias porteñas, que extienden esta zona porque se trata de una etiqueta vendedora para cobrar más caro las propiedades. Y como la economía del comportamiento entre los académicos, la carátula de IA, en su moda emergente, también suele abarcar más de lo que debería.

En una reciente estimación de Accenture, se asegura que la IA tiene la capacidad de duplicar la tasa de crecimiento de las economías desarrolladas (que representan el 50% del producto bruto interno mundial) de acá al año 2035, y de aumentar la productividad laboral en el mismo período un 40 por ciento.

Huw Price, profesor de Filosofía del Trinity College de Cambridge, asegura que estamos entrando en una nueva era, el «Machinoceno», en un movimiento con dos motores funcionando a tope. Por un lado, avances reales a nivel tecnológico, teórico y práctico en el entendimiento de cómo funciona la inteligencia, tanto la biológica como la no biológica. Por otro, la IA llegó a un punto de mucha utilidad, lo cual genera valor de mercado y atrae inversiones que implican avances más acelerados todavía. Bienvenidos, entonces, al «Machinoceno»: el casamiento, sexo y noviazgo con robots es sólo el comienzo.

sebacampanario@gmail.com

Fuente: http://www.lanacion.com.ar/2009741-que-tienen-en-comun-palermo-y-la-inteligencia-artificial

Comments are closed.