Los niños, los juegos y las tecnologías: claves para entender una relación compleja

Los padres nos preocupamos por cómo gestionar el vínculo de nuestros hijos con pantallas, «aparatos» y nuevos hábitos a fin de beneficiar su desarrollo y encontrar maneras de no dejarlos afuera de rutinas que son propias de su edad y de su grupo de pares. El debate se imponte: ¿Tenes es pertenecer? ¿Hay que hacer lo que «todos hacen»? Una especialista nos ayuda con algunos consejos.

La relación entre los más chicos y las nuevas tecnologías es una enorme preocupación para muchos padres, docentes y especialistas. El comentario más frecuente suele estar organizado por la preocupación que los adultos tienen sobre los juegos y preferencias de sus hijos. «No sé cómo sacarlo de la computadora, está jugando todo el día» o «todos sus amigos tienen celular y él queda relegado del resto», son algunas de las afirmaciones que nos informan de una preocupación adulta. Ahora bien, no es sólo preocupación por la relación con las tecnologías sino, también, con el rol que tiene la vida social en los lazos de los más chicos. Quedar «relegado» es algo que nadie desea para sus pequeños y es por ello que muchas veces los adultos terminan concediendo compras o salidas sólo por lo que hacen sus amigos.

Identificamos, por un lado, una preocupación que parece dejar a los adultos por fuera del alcance de los niños y, por otro, un tipo de cuestionamiento que se orienta hacia la compra de objetos con la idea de «tener es pertenecer». Vamos a profundizar en estas dos líneas a lo largo del artículo.

Muchas veces escuchamos a los padres que, al borde de la desesperación, nos dicen que no saben qué hacer cuando sus hijos se sientan frente a una computadora. Desconocen lo que hacen y, aunque controlen luego el historial de páginas visitadas y de interacciones en redes sociales, no logran obtener la paz deseada. Esa paz que vendría de la mano de la certeza de que sus hijos están bien, que están seguros y que sólo se contactan con personas que ellos conocen. Cuando escuchamos la palabra de los más chicos, nos mencionan de manera invariable que muchas veces se aburren frente a las pantallas pero que les gusta jugar a los juegos de las redes sociales y ver qué hacen sus amigos a su vez. Contacto y juego aparecían como dos de las claves de uso y apropiación de la computadora y, en algunos casos, de consolas de juego y celulares «inteligentes».

Pero estos niños que se conectan con otros a través de las nuevas tecnologías también leen, juegan juegos de mesa, van a la plaza y hacen muchas otras cosas. Sería errado pensar que un niño que está frente a las pantallas no hace nada más durante todo el día. La vida de los chicos es mucho más rica que simple, y es un enorme error pensar que la lectura, los juegos «tradicionales» y otras prácticas lúdicas quedan fuera de su interés por tener una computadora o una consola de juegos. Es por ello que el rol de los adultos es crucial para generar alternativas, abrir espacios compartidos que tengan un significado especial para todos los involucrados. Cocinar, hacer alguna tarea doméstica juntos, jugar a las consolas o con la computadora o dar una vuelta, pueden adquirir un significado especial si involucra a un adulto que comparte con un niño un tiempo especial.

Intervenir, compartir, colaborar y construir espacios de confianza y de relación, son algunas de las claves que no «sirven» en tiempos desesperados sino que deben ser construidas a lo largo del tiempo de manera conjunta con los niños.

Por otro lado, mencionamos la relación entre «tener» un objeto y «pertenecer» a determinados grupos. Desde su nacimiento, la publicidad orienta la venta de objetos junto con sentidos de pertenencia y status. Reproducir el discurso de la publicidad con los niños es siempre riesgoso: es necesario (una vez más) intervenir, hablar con los chicos y dejar de lado los miedos y las preocupaciones. Explicar, hablar, escuchar y entender son las otras claves identificadas.

¿Qué hay de nuevo en esto? Probablemente nada. Lo que sí se ha modificado es la manera en la que los medios de comunicación representan a los adultos y a los niños. Y es esa la imagen que más poder tiene a la hora de modificar los roles y espacios de la vida cotidiana familiar. Es por ello que es clave que los padres y los niños no sólo jueguen sino que construyan, a su manera y con sus particularidades, formas de compartir la vida cotidiana en base a la confianza y al afecto.

Fuente: Carolina Duek. Investigadora del Conicet y Doctora en Ciencias Sociales de la Universidad de Buenos Aires. Ha publicado cuatro libros. El último se titula «Juegos, Juguetes y nuevas tecnologías» (Capital Intelectual, 2014).

 

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