Cubículos o lugares abiertos, la vigencia de la corner office u otros modelos dejan en evidencia algo del espíritu de la compañía a la que se concurre todos los días
Las paredes hablan, o enmudecen, según el caso. La distribución de los ambientes de trabajo no es ajena nunca a los cambios organizacionales, muy especialmente referidas a las relaciones internas. No debería sorprender, por lo tanto, que en Europa se están proponiendo cambios en los espacios de trabajo, a partir de la crisis que atraviesan.
Hay un estudio de arquitectura, Hermarta, ubicada en Bilbao, España, que recoge una tendencia que se va extendiendo en el Viejo Continente. Es un concepto adaptado a la situación, que se llama «Cubo». En vez de utilizar espacios abiertos que estimulaban la trasparencia y el trabajo en equipo, se está optando por salas cerradas y autónomas, con su propio suelo, techo, iluminación y climatización, según se describe en RRHH Press. Esto se debería a que la crisis requirió mayor intimidad para tomar decisiones importantes, dirimir conflictos gremiales o enfrentar situaciones delicadas.
En otros términos, ambientes que contengan emociones. Según afirma José Antonio Marta, director general del estudio de arquitectura que aporta esta propuesta. «El diseño de oficinas es muy cambiante. Si bien hace unos años los espacios claros, transparentes, eran la tónica, ahora vuelven las oficinas compartimentadas.»
Por lo general no se le da la importancia a lo que podríamos llamar «el idioma de los espacios», aunque tiene una vigencia importante en todos los ambientes laborales de todos los tiempos. Algo así como decir, parafraseando el conocido refrán, «dime dónde te ubican y te diré quién eres». Desde hace muchos años es famosa la corner office, porque instalarse en un ángulo del piso, en general, con mejor vista y confort, significa un rango de autoridad que está por encima del resto de los mortales de las otras oficinas o el salón general. Es un símbolo de estatus, por el que pueden producirse no pocas disputas, tanto subterráneas como explícitas.
La distribución es más sencilla y económica en las áreas administrativas, donde pueden utilizarse paneles removibles o fácilmente adaptables a las distintas situaciones. Mucho más costoso es encarar el mismo proyecto en los talleres de las fábricas, con equipos pesados y líneas de montaje más rígidas.
Una de las experiencias más arriesgadas fue en la fábrica Volvo de Malmö, en los años sesenta. Erigió una planta desde cero, diseñada específicamente para producir autos mediante equipos autónomos humanos. Cada automóvil que salía por el portón, casi podía llevar la firma del grupo de operarios que lo había construido, desde el primer fierro hasta los detalles de la cabina interna. Significó, claro está, una inversión importante, pero con un resultado del mismo nivel. Manejar o trabajar sobre un Volvo era un privilegio que se hizo prácticamente mitológico, hasta nuestros días, aunque fue vendida a una empresa de origen chino.
Otro de los ambientes clásicos, objeto de burla por la famosa tira humorística Dilbert, son los cubículos, donde cada uno goza o sufre de su espacio, separado del resto por un tabique a media altura, donde no es posible hablar o cruzar miradas entre compañeros. Podría decirse que es una intimidad a medias.
Otra experiencia interesante es aquella donde el CEO y los directores ocupan un lugar más en el salón general, a la vista de todos, con ámbitos cerrados a disposición de cualquiera cuando fuera necesario mantener una reunión privada. Las variantes son muchas. Depende y refleja la concepción de base que se tiene sobre el trabajo.
(fuente: http://www.lanacion.com.ar/1849846-la-oficina-mucho-mas-que-unespacio-donde-ir-a-trabajar)
Lectura sugerida por Presidencia del CA – Muchas gracias María Belén Gomez por aportarla.
Foto Archivo