El banco central de Brasil casi seguro subirá su tasa de interés Selic esta semana, por decimosexta vez consecutiva en poco más de dos años, con el objetivo de combatir el alza de la inflación.
El problema es que los precios no están cooperando. La tasa de inflación anual de Brasil llegó hace poco a 9,25%, más del doble de la meta oficial de 4,5% y sustancialmente más alta que el 6,5% de abril de 2013, cuando el banco empezó a elevar las tasas.
El doble efecto de las altas tasas de interés y un alza de la inflación está agobiando a la mayor economía de América Latina, que este año registra una contracción.
El equipo económico de la presidenta DilmaRousseff y el banco central brasileño responsabilizan a una serie de factores, incluida una prolongada sequía que ha encarecido los alimentos y el alza de las facturas de los servicios públicos, que el gobierno ha relajado después de años de fuerte control.
La debilidad del real tampoco ha ayudado. La semana pasada, el gobierno anunció que no podrá ahorrar tanto como había prometido este año, lo que envió a la moneda brasileña a su nivel más bajo en 12 años respecto del dólar.
También existe un vacío de credibilidad. Muchos precios están subiendo ahora porque los brasileños así lo prevén. La tasa de inflación lleva años excediendo la meta oficial, lo que lleva a los trabajadores a exigir aumentos y a los comerciantes a subir los precios en un círculo vicioso que alimenta una mayor inflación.
Pese a los recientes comentarios de la autoridad monetaria de que hará lo que sea necesario para alcanzar la meta para diciembre de 2016, le está costando convencer a la gente de que puede cumplir su cometido.
La encuesta semanal más reciente del banco central entre 100 economistas indicó una expectativa de inflación mediana de 5,4% para fin de 2016. Esto se da pese a que la tasa de interés Selic se encuentra en 13,75%, una de las más altas del mundo.
“El banco tiene un historial lamentable en el cumplimiento de la meta”, dice el economista Alexandre Schwartsman, un ex director del BC. “Si fuera un banco central creíble, la gente ya estaría pronosticando (una inflación de) 4,5% para diciembre de 2016”.
Un vocero del banco central dijo que la entidad no comenta sobre análisis externos. Funcionarios de la entidad han expresado confianza en que alcanzarán la meta el próximo año, en parte debido al deterioro de la economía.
El aumento del desempleo y el lento crecimiento debilitarán la inflación en 2016, lo que allanará el camino para un renovado período de expansión más sostenido, dijo en un discurso el 1 de julio el presidente del banco central, Alexandre Tombini.
El funcionario agregó que el proceso requerirá “determinación y perseverancia de todos”.
El actual dolor de cabeza del banco central es, en gran parte, la resaca de la fiesta de crédito barato de hace unos años.
En 2012, mantuvo los costos de endeudamiento en mínimos históricos pese a que los precios al consumidor subían. Ese año, la tasa Selic cayó a 7,25%. Los detractores dicen que el banco central jugó con fuego en un país con una reciente historia de hiperinflación. Sin embargo, la entidad reafirmó su política de flexibilización monetaria, argumentando que la desaceleración económica global debilitaría los precios y que se necesitarían tasas bajas para garantizar el continuo crecimiento de Brasil.
Los políticos, incluida Rousseff, celebraron las bajas tasas, que permitieron a los consumidores obtener préstamos más baratos para comprar casas, autos y electrodomésticos. Sin embargo, el festejo dio la impresión de que el banco intentaba complacer a la presidenta mientras descuidaba el control de la inflación.
El precio ha sido una penosa racha de aumentos de la tasa Selic, que muchos analistas prevén llegará a al menos 14% el miércoles. Y esa tasa básica no es nada comparada con lo que los brasileños pagan en realidad. La tasa anual promedio de un crédito no subsidiado era de 42,5% en mayo, frente a 36,6% un año antes, según el banco central. La tasa promedio de un préstamo personal para auto se ubicaba en 21,5% ese mes, comparada con 19,1% un año antes.
El encarecimiento y la menor facilidad para obtener créditos han profundizado una recesión que según algunos economistas podría resultar en una contracción de 2,5% del Producto Interno Bruto este año.
“Las altas, y crecientes, tasas de interés están (reduciendo) tanto el consumo como la inversión en momentos en que la economía es está enfriando”, afirma Flávio Castelo Branco, economista jefe de la Confederación Nacional de Industria, una central empresarial.
Los esfuerzos del banco central para combatir la inflación también se han visto afectados por la incapacidad del gobierno de equilibrar sus cuentas y reducir su enorme deuda pública.
En los últimos años, Brasília ha usado dinero de los contribuyentes para mantener la economía en marcha. La deuda aumentó de 55,9% del PIB cuando Rousseff asumió la presidencia en 2011 a 62,5% en mayo.
La preciada calificación de grado de inversión de Brasil está ahora en peligro.
Los bonos brasileños “ya están comportándose como bonos chatarra”, señala Schwartsman. Los seguros contra la cesación de pagos (CDS, por sus siglas en inglés) de Brasil se transan a precios mucho más altos que, por ejemplo, los de México.
La transición a unas tasas de interés a la baja no será fácil. “Aún están reconstruyendo la confianza y todavía no están ahí”, dice Roberto Padovani, economista jefe de Votorantim Corretora, de São Paulo.
Fuente: Wall Street Journal (http://lat.wsj.com/articles/SB12596024793773974875204581134901664551820?tesla=y)