Hace muchos años que en nuestro país la crisis de la educación se manifiesta de diversas formas, en distintos niveles y en diferentes tipos de pruebas y tests. Si esta crisis se estuviera desarrollando en el siglo XIX, quizá las consecuencias no serían tan graves. Sin embargo, está ocurriendo en el siglo XXI, momento de la cuarta revolución industrial.
Esta revolución es consecuencia de la convergencia de tecnologías, basadas en la nanotecnología y el desarrollo de materiales que hacen que la capacidad y la velocidad computacional se acreciente exponencialmente, alimentando el desarrollo de la robótica, la inteligencia artificial, la realidad virtual y aumentada, la manufactura aditiva (impresión 3D), el big data y las redes inteligentes, los sensores y la Internet de las cosas. La sinergia acelera la innovación.
Para desarrollarse, las sociedades necesitan generar empleo. Y las empresas precisan ser competitivas, no sobre la base de una moneda débil o de protección aduanera, sino de propuestas innovadoras. Para concebir estas propuestas con claves la agilidad y la capacidad de adaptación. Para innovar no basta con incorporar herramientas, lo importante es entrenar a las personas en actitudes.
¿Cuáles son las actitudes necesarias para innovar hoy? Plantearse y aceptar desafíos; convivir con la incertidumbre (no tenemos toda la información ni conocemos todo el contexto); animarse a tomar riesgo y actuar; explorar nuevos enfoques y romper nuestros paradigmas; experimentar y probar repetidamente; fracasar, no temer a que el experimento salga mal, que no nos domine el orgullo y saber observar; manejar la frustración cuando las cosas salen no como pensamos; ser obstinados y perseverar para aprender y así adaptarnos.
Este es el camino de la innovación, un conjunto de actitudes que deben entrenarse. Muchos creen que la innovación se produce incorporando herramientas y metodologías, pero no es así. Lo más importante son las actitudes.
Innovar en educación ejecutiva implica aprender haciendo. Viviendo momentos al límite con el trabajo interdisciplinario, que haga desarrollar las actitudes de un innovador, esas que requiere la era de la cuarta revolución industrial. ¿Qué pasaría si esta forma de enseñar la lleváramos a todo el sistema educativo? Seguramente, las generaciones de innovadores crecerían exponencialmente.
Debemos cuestionarnos cómo hacemos las cosas. Si seguimos igual, nos hundiremos en un mundo que no nos esperará, ¡debemos cambiar la educación! En el ámbito ejecutivo lo estamos haciendo con entrenamientos disruptivos, que interconectan disciplinas y desafían a transformar la realidad. Esa es nuestra respuesta ¿Cuál es la tuya?
Por: Luis Dambra, director académico del Programa IN del IAE Business School.
Fuente: La Nación.