Quedan atrás desde la evaluación de desempeño una vez por año, hasta la rigidez en los horarios de entrada y salida; hoy la gestión se renueva en busca de más cercanía
Es bastante complicado vivir sobre arenas movedizas, y las relaciones de trabajo es uno de los segmentos más importantes de la vida en general y, a la vez, de los más cambiantes. Es un fenómeno que no ocurre solamente en nuestro país, que ya tiene lo suyo, sino en todo el planeta, lo que explica que surjan estudiosos y curiosos sobre cómo se van a administrar los recursos humanos (es decir, la gente que trabaja) en los próximos años.
Por ejemplo, Ann Rhoades, presidenta y fundadora de la consultora People Ink, según el artículo presentado en el portal Factor Humano (Tres elementos que moldean el futuro de Recursos Humanos), donde se citan «ejemplos como los horarios estrictos de trabajo, la antigüedad en un cargo, la no competencia, las posiciones sólo a tiempo completo y las evaluaciones anuales de 360º, como las estructuras y las prácticas capaces de experimentar una transformación mayor. En su lugar habrá políticas más flexibles y eficientes para los jefes de equipo y los empleados». En el mismo portal se plantea el futuro de los recursos humanos en 2020, afirmando que «muchos de estos procesos puede que sean algo diferentes. Por ejemplo, la gestión del desempeño pasará de ser en la mayoría de empresas de una evaluación anual a conversaciones semanales o diarias entre directivos y subordinados directos, algo que las dos partes realmente están esperando tener».
Si nos detenemos en cada una de las técnicas en detalle, comprobaremos su inevitable obsolescencia, que esta vez no está impulsada por marketing frenético de las modas, tan rentables a la hora de vender lo último y lo nuevo en los temas de gestión, sino por cuestiones más profundas, como la dimensión temporal. La clásica evaluación de desempeño anual es impracticable por la sencilla razón de que hoy un año equivale a un siglo. Nada es tan estable como para esperar el momento culminante de ser evaluado en su trabajo luego de 365 días. Quedan incluidos en este problema todos los niveles de la organización. Una prueba sencilla es comparar el mismo período entre lo que se hacía y lo que se hace, lo que se esperaba antes de cada uno y lo que se espera ahora.
En la mayoría de los casos, dependiendo del tipo de organización, se encontrará cuánto ha cambiado. Y si no fuera así es un mal signo, porque hace sospechar que se trata de una empresa, o un puesto, con diagnóstico de lentitud.
Además, las nuevas generaciones (aunque también las actuales) no están acostumbradas a adaptarse a los tiempos largos. Por el contrario, el paradigma de la velocidad ha acortado la paciencia, bajo la impronta de los sistemas informáticos. Obsérvese la inquietud que provoca si algún programa tarda treinta segundos más en abrirse. Conscientes de estos apuros aparece en pantalla un circulito que da vueltas o una advertencia sobre la demora para que no nos escapemos rápidamente, hartos de esperar.
Hemos ingresado a otra dimensión, nos guste o no. Entonces es preciso otear el horizonte a partir de lo que ya estamos viviendo respecto de las relaciones de trabajo, con similares rasgos de impaciencia.
Todos los aspectos, desde los horarios inflexibles de ocho horas, los planes de carrera, las estructuras de remuneraciones, la selección de personal, los premios y hasta las evaluaciones de desempeño están crujiendo estruendosamente, anunciando su desmoronamiento. No es un buen momento para sentarse a presenciar el espectáculo.
(fuente: http://www.lanacion.com.ar/1883557-hora-de-dejar-de-lado-practicas-obsoletas-que-son-del-siglo-pasado)
Lectura sugerida por Presidencia del CA – Muchas gracias María Belén Gomez por aportarla.