(f) Dolor de cabeza, síntomas gastrointestinales y ¡hasta obesidad! Todo, causado por una reacción excesiva frente a situaciones de la vida, que termina causándonos enfermedades. Especialistas dieron a Infobae las claves para que la salud no salga dañada
Ausentismo o conflictos laborales, ansiedad, fobias, malhumor, insomnio, depresión…¿Qué cosa tan grande podría estar atrás de todo esto al mismo tiempo? ¿Qué factor predisponente tan intenso podría derivar en este florido abanico de síntomas y condiciones clínicas? Sí señores, el estrés.
Es que de todos los factores que predisponen a una enfermedad, sin dudas es el más común y reconocido, y hasta podemos pensar que viene incorporado como un código genético en nosotros. Pero no es así.
Tampoco es cierto que la palabra estrés signifique necesariamente «enfermedad». «Existe un estrés saludable (eutrés), que es el esfuerzo del organismo para adaptarse a una situación que lo requiere (dar un examen, por ejemplo), pero existe un sobreesfuerzo, un componente de mucha intensidad y nocividad, que lo transforma a veces en distrés o estrés enfermizo», explicó a Infobae el licenciado y profesor en Psicología Martín Reynoso (MP 49449).
Estrés y obesidad
El doctor José Antonio Casermeiro Costa es médico nutricionista español y estuvo en Buenos Aires en el marco de un congreso realizado por Laboratorios Ysonut.
Infobae lo entrevistó sobre uno de los temas que abordó, relacionado con el estrés como causante de obesidad.
Tras asegurar que el estrés «es una reacción natural del cuerpo», Casermeiro Costa explicó: «Somos una especie animal y el estrés es la causa de muchas enfermedades pero en su origen es una respuesta lógica ante el ataque».
«En una situación de estrés se abren las pupilas, la sangre va a los músculos, sube la presión arterial, lo malo es cuando esto perdura en el tiempo», detalló el especialista, quien especificó que «el estrés tiene tres fases: alarma, de resistencia y agotamiento».
Y describió: «Al principio de una situación estresante se descarga adrenalina y otra serie de hormonas van empezando a disminuir. Cuando llega la fase de resistencia empezamos a fabricar una hormona que es el cortisol, que provoca que tengamos más glucosa para tener ‘reserva’ para la ‘emergencia’. Eso llevado a una situación crónica produce aumento de peso, enfermedades cardiovasculares; el tema está en la prolongación del estrés».
Casermeiro Costa remarcó que «hay personas que porque están todo el día nerviosas en el trabajo y corriendo creen que van a adelgazar por los nervios, pero es al revés».
Es más, la calidad y cantidad del descanso nocturno influye, y mucho, en el aumento de peso. Es que en el sueño tenemos ciclos que cumplir y el cuerpo tiene que hacerlos.
De ahí que el concepto de ritmonutrición alcance gran importancia. Es que si tenemos déficit en micronutrientes el estrés no se resuelve y el sueño es de mala calidad. Y el círculo vicioso no se revierte.
«Lo que se hace es enseñarles a los pacientes a comer a través de la cronobiología nutricional o ritmonutrición: les enseñamos a comer según sus ritmos internos (cada alimentos a cada momento del día)», explicó el especialista, quien detalló que «la aplicación de la cronobiología estudia los ritmos biológicos y metabólicos del cuerpo según su ciclo circadiano. Este ciclo determina los horarios para despertarse, hacer actividad física, estudiar y dormir; además nos indica qué y cuándo comer».
Por ejemplo, ilustró Casermeiro Costa, «este ciclo determina los horarios para despertarse, hacer actividad física, estudiar y dormir; además nos indica qué y cuándo comer. Se ha demostrado que de 5 a 17 horas se genera la energía necesaria para realizar actividades físicas e intelectuales, mientras que de 17 a 5 horas, el cuerpo se dedica a la reparación y la regeneración. La ritmonutrición ayuda a definir qué nutrientes se deben ingerir en qué momento por sus efectos fisiológicos».
Así las cosas, «el aminoácido triptófano es esencial para promover la liberación de la serotonina, responsable de normalizar la sensación de bienestar, y de la melatonina, que ayuda a regular el ciclo de sueño-vigilia», de ahí que «los alimentos con triptófano son muy importantes para combatir la ansiedad por la comida. Alimentos como la banana, las semillas de girasol y sésamo, la palta y la piña se deben ingerir a partir de las 17 para contrarrestar la compulsión de comer a la tarde, mientras que para los comedores nocturnos es preferible consumirlos unos minutos antes de acostarse».
Este conocimiento fue incorporado por los principales especialistas en nutrición como el laboratorio francés Ysonut, que patentó la aplicación de la ritmonutrición en su plan de aporte proteico para ayudar a regular las alteraciones del comportamiento alimentario y a estabilizar el peso. Sus investigaciones arrojaron que la aptitud de determinados alimentos para ayudar el cuerpo a desplegar energías o a descansar depende también de la composición de aminoácidos que integran cada alimento, porque estos desempeñan un papel fundamental en la estimulación de los precursores de los neuromediadores cerebrales.
Cómo aprender a manejar el estrés
Reynoso es coordinador del Programa de Mindfulness del Instituto de Neurología Cognitiva (Ineco) y consideró que bien puede inferirse que si aprendemos a manejar el estrés cotidiano, podemos vivir mejor. «En otras palabras, si cambiamos la manera de percibir y manejar las situaciones externas o internas (mente), en especial aquellas sobre las que no tenemos control, podremos ser un poco más felices», aseguró.
«Mindfulness va en ese sentido: es un entrenamiento que desarrolla la ‘atención plena’ o capacidad de estar presente, atento y al mismo tiempo ecuánime, sin reaccionar, ante todo fenómeno que se nos presenta. Esto se alcanza con una práctica sostenida que modifica circuitos en el cerebro (impacta sobre el sistema límbico que regula la reactividad emocional y fortalece las conexiones en la corteza prefrontal, sede de las emociones positivas)», explicó.
Yoga consciente, respiración y escaneo atento, meditación sentado o en movimiento, son algunos de los ejercicios que, de una manera progresiva y sistemática van permitiendo a quienes participan de estos programas a pasar de una mente reactiva a una mente ecuánime, consciente.
Según el especialista, en ocho semanas el cerebro puede empezar a cambiar. «Sólo es necesario tener una intención profunda de lograrlo, y mantener cierta disciplina. Aprender a manejar saludablemente el estrés es uno de los desafíos más importantes que tenemos en esta vida moderna».
(fuente: Infobae.com – 24/5/13)