¿Escritorios que se elevan hasta el techo cuando se cumple el horario de trabajo?

Sí, existen, y también el trabajo remoto, pero en casa ajena para evitar distracciones y al mismo tiempo no perder la posibilidad de socializar con los compañeros.

Viejo tema filosófico de prioridades, el huevo o la gallina. Preguntarse, por ejemplo, si el management nacional está atrasado porque se encuentra en un país subdesarrollado o estamos como estamos porque el management atrasa. A la manera de Iván de Pineda en Resto del Mundo, pero con menos glamour y sin platos exquisitos, vale la pena darse una vuelta por Ámsterdam.

Allí un estudio creativo diseñó sus oficinas de una manera muy peculiar. Los escritorios de madera maciza cuelgan de gruesos cables de acero y, cumplidas las seis horas de trabajo, son izados hasta el techo, suspendiendo toda actividad. Están impulsados por motores, como los que se utiliza en el teatro para cambios de escenarios. El ámbito queda vacío y el director de la firma Heldergroen, Henley Sander Veenendaal, explica que «es un ritual para hacer saber a los empleados que hay un tiempo y un espacio para comenzar a trabajar».

Una de las empleadas aprueba la idea, porque tiene un trabajo con horarios fijos que le permite organizarse con los cuidados de su bebe. Cuando todos se van, son conscientes de que dejan detrás un salón vacío que, de hecho, suele utilizarse para otras actividades, como yoga o clases de baile. Amplía Veenendaal: «Quería diseñar un proceso en el que la gente se sienta muy bien pero en el que también trabajen duro, y que el entorno rete a hacerlo».

Un poco más al norte, en Suecia, se ha puesto en marcha un movimiento, el «Hoffice». Se trata de «invitar a aquellos que pueden hacer su trabajo de forma remota, a trabajar en casas ajenas para aumentar la productividad y combatir el aislamiento social», describe Maddy Savage en su artículo de la BBC.

Para que quede un poco más claro, es cuestión de llevarse la notebook a la casa de un extraño y ponerse a trabajar allí, en vez de su propia casa. Terminan siendo eventos, con trabajo silencioso de 45 minutos y luego hacer una pausa para hacer ejercicios, meditar o compartir un café.

Declaración de alguien que utiliza la experiencia: «Cuando estoy solo, puedo trabajar un par de horas, pero luego me distraigo mucho. La ayuda de otros me hace más disciplinado». Pero además «la gente viene de áreas muy diferentes y tiene varias profesiones, de manera que pueda haber debates muy interesantes».

El fundador del movimiento es un psicólogo sueco, Christofer Franzen, quien intentó ampliarlo a otros países, donde no tuvo igual aceptación. Tal fue el caso de la India, donde se objetaba: «¿Cómo puedo confiar en que alguien vaya a mi casa y no me robe? Es cosa de suecos». No obstante, se sigue difundiendo por otros lugares del mundo.

En Londres, Spaceshop ofrece, desde enero de 2016, la posibilidad de alquilar lugares en propiedades de extraños a US$ 10 diarios. OfficeRiders, en Francia, comenzó con actividades similares en 2014. Otros modelos empezaron a surgir en San Pablo y Toronto.

Tomamos el avión y volvemos a nuestras latitudes. Nos preguntamos si tales experiencias son posibles. Rápidamente podríamos responder que sí, pero debiéramos superar ciertas dificultades. En principio, como en la India, está la desconfianza, pero también es muy cierto que el «home office» solitario genera un aislamiento social importante y corrosivo.

Quienes se han lanzado ya a trabajar en sus casas, sienten el vacío de los compañeros de trabajo, el movimiento de gente alrededor. La propuesta holandesa con los escritorios removibles puede recibir otros reparos, en particular por aquellos que profesan la adoración por el trabajo extensivo, en vez de intensivo. Siempre se aprende algo al viajar por el mundo. El problema es aplicar lo que se aprende.

jorgemosqueira@gmail.com

Fuente: http://www.lanacion.com.ar/2015550-escritorios-que-se-elevan-hasta-el-techo-cuando-se-cumple-el-horario-de-trabajo

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