Subirse al Carro del Triunfo. Los carros de triunfo eran rodados en los que se transportaba a los vencedores en una justa deportiva o militar en la antigüedad, para que fueran aclamados por los admiradores.
Con este concepto suele castigarse la actitud de aquellos que pretenden arrogarse parte de un éxito que no les corresponde. Esta condena recae, comúnmente, sobre los que en principio no apoyaron una gestión que acabó bien o sobre los que no se esforzaron en un trabajo y, al ver que el final depara consecuencias favorables, no quieren quedarse afuera y, a la hora de los festejos, aparecen junto con los artífices de la victoria.