Andar con pies de plomo. El plomo es -básicamente- un metal pesado. Si imaginamos que nuestros pies se convierten en ese metal. Caminaríamos muy despacio, ¿verdad?
Pues esta expresión indica precisamente eso. Ir con pies de plomo significa tener mucha cautela al hacer las cosas, ir con mucho cuidado, despacito, paso a paso, de forma delicada. Hay muchas veces que hay que ir con mucha precaución al hacer algo (por la importancia que tiene o sus posibles consecuencias) y es en esas ocasiones en las que se dice que hay que ir con pies de plomo.
Por eso, es una recomendación, dirigida a los que deben moverse o actuar con discreción en una situación delicada. Significa tener una actitud precavida, esperar la reacción del contexto antes de efectuar una propuesta, decir algo o iniciar una acción. La metáfora apunta a no volar demasiado, a no arrojarse de lleno en una empresa, al menos desde el comienzo, por eso se aconseja un pie de plomo, aludiendo a una base sólida o a un calzado pesado, que nos permita pisar firme y nos mantenga cerca de la tierra, del piso firme, del suelo.
La asociación más recurrente suele hacerse con los astronautas, en particular los que alunizaron en 1969, cuyos zapatos (que «serían» de plomo) eran lo suficientemente grandes y pesados como para paliar los efectos de una gravedad muy distinta a la de nuestro planeta y los mantenían sobre la superficie lunar.