(f) Al mal tiempo, buena cara. Se dice que esta expresión fue generada en Polonia a mediados del siglo XIX y se la atribuye a un mendigo que, pese a su situación plagada de calamidades, decía ser feliz. La misma se expandió primero a Europa y luego al mundo, convirtiéndose en una frase para generar ánimos en una persona que vive una mala situación. De esa forma y con ese sentido se ha extendido en el lenguaje popular. Está claro que en este caso, el tiempo cobra un doble significado, pues puede tanto representar al clima como a la “magnitud física que permite ordenar la secuencia de los sucesos”, según la Real Academia Española. Al hablarse de un mal tiempo, no solo se hace referencia a lluvias, tormentas o problemas climáticos, sino que la expresión se amplía y toma la forma de adversidad, a la que hay que enfrentar con optimismo y decisión, o sea, con buena cara.