El impacto de Brasil 2014 en las empresas: dicen que cada empleado puede construir «su propio Mundial»

(f) En esta columna especial para iProfesional, el master coach Daniel Rosales analiza desde la perspectiva del coaching el impacto que tiene la Copa del Mundo sobre las personas y los equipos de trabajo

Confieso que soy muy futbolero y que, por tanto, soy un observador que, muchas veces quedo envuelto en la llamada «pasión futbolera», desde donde se busca explicar y justificar los resultados no deseados y, de igual manera, exagerar los triunfos. Mi profesión de coach ontológico me posibilita ahora distinguir y gestionar el impacto que tienen los estados emocionales tanto en las personas como en los equipos.

Las personas somos seres emocionales que se conforman como tales en la coherencia que construyen con sus conversaciones y sus disposiciones corporales. Conformamos sistemas relacionales con nosotros mismos, con los otros y también con el contexto social en que vivimos.

Por todo esto, los mundiales tienen una particularidad destacable: generan una coherencia única, todos alineados tras el objetivo común de salir campeones. Hombres y mujeres de todas las edades, sean o no simpatizantes o amantes del fútbol, de pronto se sorprenden unidos en conversaciones y emociones similares, generando ese estado que llamamos «el espíritu del Mundial», que es un espacio emocional que nos conecta con el futuro, con la esperanza, con el logro común.

También solemos encontrar estados similares en las elecciones que manifiestan la responsabilidad cívica (más allá de las diferencias políticas), en acciones solidarias, en Navidad, o en situaciones donde se pone en juego la identidad nacional.

La clave de todo esto es distinguir que si somos capaces de generar esos estados emocionales en situaciones excepcionales, también podemos hacerlo en otros dominios de nuestra vida como el ámbito laboral, familiar o personal.

Las emociones son clases de conductas relacionales con un otro (que puede ser uno mismo, otra persona, equipo o circunstancia) que determinan la capacidad de accionar de una manera u otra. Si estamos enojados o con miedo, por ejemplo, la capacidad de accionar de una determinada manera es distinta a si estamos con confianza, serenos y orientados a la visión de futuro.

He visto como ese «espíritu del Mundial» se esfuma en escasos momentos cuando la Selección no puede seguir en la competición y, de repente, toda suerte de explicaciones, quejas y críticas se desatan furiosamente convirtiendo a cada argentino en un director técnico que explica «cómo deberían haber jugado o qué jugadores deberían haber sido convocados».

Así, el estado emocional cambia bruscamente y volvemos a quedar atrapados en una rutina del vivir, cada uno en su propio mundo.

De la misma manera, en nuestra vida solemos repetir estas oscilaciones de las emociones, pasando de estados emocionales que conllevan conversaciones de apertura de posibilidades a aquellas que terminan cerrando la brecha entre los resultados esperados y logrados con conversaciones explicativas.

En mis actividades profesionales en las organizaciones, empresas y en la formación de líderes y coaches buscamos que las personas aprendan a gestionar las emociones entrenándose para que las distingan, las acepten y puedan crear las emociones que se necesitan para lograr lo que se desea lograr.

Cada uno de nosotros, en forma individual o grupal puede «construir su propio Mundial» creando así el espíritu que necesitamos para diseñar el futuro que anhelamos, generar las relaciones basadas en la confianza y accionar coordinadamente para transformar esa visión en hechos que conformen esa «nueva realidad deseada» .

(fuente: IProfesional.com Por Daniel Rosales, director de la Escuela Latinoamericana de Coaching

– 25/6/14)

 

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