La economía popular tuvo una fuerte expansión en la última década. Es un sector que involucra hasta 1,5 millón de trabajadores. Pastore explica las razones de su crecimiento y los desafíos por delante.
Por Walter Isaía y Natalia Aruguete
La economía de mercado ha instalado la idea de que, en las sociedades actuales, las personas naturalmente tendemos a competir y no a cooperar. Para el economista Rodolfo Pastore, esta premisa debe ser resignificada desde la economía social y solidaria. Director del Programa Crees-Icotea y del Observatorio del Sur de la Economía Social y Solidaria de la UNQ, Pastore caracteriza en esta charla con Cash el crecimiento y la consolidación que hubo en los últimos años en este campo en la Argentina y en otros países de la región.
–¿Es posible decir que hubo un resurgimiento de la economía solidaria?
–En nuestro país tuvimos un incremento del empleo de seis millones de puestos de trabajo entre 2003 y 2015. La gestión anterior reconocía que no todos eran asalariados formales, sino que entre un millón y un millón y medio lo generaba la economía social, en la forma de cooperativas de trabajo, vinculadas a empresas recuperadas y a políticas públicas como los programas de inclusión social con trabajo, con cerca de 300 mil personas. También surgieron nuevas formas de producción agrícola, como el movimiento campesino y de la agricultura familiar, en disputa con el modelo hegemónico en la cuestión económica organizativa y política.
–¿Cómo se da esa tensión?
–Mediante la ocupación de tierras para monocultivo de exportación, lo que implica que el territorio tiene problemas de registración, pero no de ocupación, porque está ocupado por movimientos campesinos y pueblos originarios desplazados por la sojización. Esto generó un movimiento de denuncia y defensa de la tierra en Argentina. Pero todo este movimiento de la economía social, con las cooperativas de trabajo, la agricultura familiar, la economía campesina y la economía popular asociativa, explican gran parte de los puestos de trabajo. Si la asignación universal es una política pública de significación, es porque un montón de gente no trabaja en forma asalariada. Es un reconocimiento del Estado a los trabajadores que nos son asalariados formales.
–¿Qué opina sobre la tendencia a asimilar la economía informal con la economía popular?
–Es muy importante discutir los significantes. La economía informal es mucho más que la economía popular, porque hay mucha economía informal por parte de las grandes empresas cuando contratan un trabajador en negro, como pasa con las cadenas textiles. La economía informal da cuenta de la economía no registrada, en cambio la economía popular es reconocer que los sectores populares siempre van a organizar su satisfacción de necesidades en tanto reproducción de su vida. En forma de trabajo asalariado, cuando las condiciones estructurales lo permitan o de manera popular, cuando esas condiciones no se dan. Lo que se trata de recuperar con la economía popular son estrategias, búsquedas, reivindicaciones y legitimidad. Porque esa economía, además, es parte de nuestra vida cotidiana, está muy relacionada con la familia. Para el mercado son cuentapropistas con problemas de generación de ingresos y competitividad.
–¿Cree que la economía social es una estrategia?
–Es un intento de estrategia colectiva. La economía popular es una realidad y es la forma de organizar las condiciones de vida y el trabajo de los sectores populares en el sector urbano y rural. Los economistas liberales lo ven como algo de transición, que va a desaparecer con el trabajo asalariado. Y eso no es cierto, lo que sucedió en el mundo es la persistencia de esa economía, mucho más cuando el trabajo asalariado tiende a cristalizarse y descomponerse.
–En este contexto, ¿habrá que esperar un incremento de la economía popular?
–Sí. La economía popular se va a desarrollar más en los países periféricos, en América latina y en Argentina. Los economistas tenemos que reconocerla y practicarla en el territorio, para que la economía popular sea potente. Librada a su suerte quedará subordinada a la lógica del capital y del poder. Entonces, la economía social y solidaria es una estrategia para la economía popular. La única viable, porque es solidaria y organizativa para garantizar la reproducción y la ampliación de las condiciones de la vida de las personas y de los seres vivos.
–¿Es una estrategia de subsistencia o de desarrollo?
–Implica formas organizativas con gestión asociativa y democrática. Esta es la gran diferencia entre la economía popular de subsistencia y la economía popular solidaria.
–¿En qué consiste esa diferencia, concretamente?
–Hay un debate entre los economistas sobre el lugar de la economía social y solidaria en nuestras sociedades y economías. Hay más construcción en el pensamiento social y los movimientos sociales que en la economía. La economía solidaria no es solamente un sector económico. Tiene una dimensión económica clave, pero que está constituida por este conjunto heterogéneo de movimientos, organizaciones y redes que buscan una finalidad social en lo económico, en forma de asociaciones organizativas democráticas y con distintas trayectorias. Una trayectoria más histórica, como el cooperativismo, y esta nueva economía social que representa un espacio económico muy importante en nuestras sociedades. Solamente el cooperativismo y el mutualismo agrupan más de 14 millones de personas y representan 10 por ciento del PBI. La dimensión económica es muy importante y tiene una fuerte heterogeneidad estructural y fragmentación político organizativa.
–¿La heterogeneidad es una debilidad o una fortaleza?
–La heterogeneidad y la diferenciación es una fortaleza, la fragmentación es una debilidad. Hay que ir a procesos de confluencia organizativa para disputar poder como en Brasil, que tiene dos grandes confluencias de organizaciones de la economía social que hoy están disputando espacios y pueden hacerlo porque tienen un método organizativo y poder.
–Además de lo económico y organizativo, usted plantea una dimensión simbólica.
–Sí, que es cambiar las formas en que entendemos a la economía y sobre cómo formamos en las universidades. Es una disputa central porque la concepción sobre qué es la economía hoy está absorbida por la corriente del libre mercado. La idea de que las personas naturalmente tendemos a competir y no a cooperar es construida por poderes institucionales como la academia y los medios de comunicación.
–Es una disputa por el sentido.
–Por el sentido y la significación. Una de las grandes disputas del sentido es que tenemos otra economía y hay que fortalecerla para llegar a la democracia económica. No hay democracia política sin democracia económica, y la democratización de la economía es un proceso en el que hay que luchar contra poderes monopólicos, construyendo mecanismos de poder. La economía social y solidaria da mayor democracia a la economía.
Fuente: http://www.pagina12.com.ar/diario/suplementos/cash/17-9125-2016-02-14.html