Según una encuesta nacional, uno de cada cuatro chicos dice que puede conducir «con cuidado» después de beber.
El 14 de mayo de 2006 el hijo de Ema Cibotti, Manuel, murió atropellado por un conductor joven que se negó a hacerse el control de alcoholemia, aunque los testigos del hecho habían asegurado que olía a alcohol.
Hoy, diez años después, Cibotti pide justicia para Manuel. Es presidenta de la fundación Activvas, una ONG que busca concientizar y diseñar políticas para disminuir la inseguridad vial. «El conductor nunca mostró ni arrepentimiento ni consternación», dice. Casi como en uno de los episodios de Relatos salvajes, Cibotti se tiene que conformar con ayudar para evitar que otros vivan lo que ella vivió.
Pero parece difícil. En una encuesta nacional realizada por Safe Roads 4 Youth y la Cruz Roja Argentina entre 2012 y 2015, el 29% de los 11.000 jóvenes entrevistados reconoció haber conducido bajo los efectos del alcohol. En tanto, el 38% sostuvo que había sido acompañante de un conductor alcoholizado en los tres meses anteriores. Además, uno de cada cuatro chicos dijo que piensa que puede conducir «con cuidado» si bebe.
El juego de enseñar a ser adultos sin miedos
Las intoxicaciones son cada vez más graves en las guardias
La investigación, que abarcó a chicos de entre 15 y 25 años, fue realizada por el psicólogo francés Jean Pascal Assailly, especialista en el tema y autor del libro Por qué toman los jóvenes, en conjunto con la Cruz Roja Argentina, e investigadores del Conicet en la Universidad de Mar del Plata. El trabajo duró tres años y se hizo en tres países con culturas muy diferentes: la Argentina, Sudáfrica y Vietnam. Fue financiado por la empresa de bebidas alcohólicas Pernod Ricard, que destinó tres millones de euros.
Otro de los datos que relevó el informe es que el 23% de los entrevistados estuvo involucrado en un accidente de tránsito en los últimos tres años.
Ante los resultados, Assailly indicó: «La Argentina necesita un buen registro sobre el consumo de alcohol, discriminado por edad, por sexo, por zona y por nivel socio-económico. Esto es sumamente importante para empezar a elaborar políticas de prevención y control exitosas».
El especialista destacó que las campañas de prevención no son transferibles entre los países ya que las características culturales de cada sociedad son muy diferentes y que para tener éxito en la comunicación, hay que adecuarse al lenguaje de cada país. Lo importante, explicó, es controlar, prevenir y comunicar.
Es categórico sobre las amenazas del consumo a la hora de ponerse frente al volante: «Los riegos del alcohol al conducir tienen que enseñarse desde preescolar».
En el país, como consigna el Observatorio Vial Latinoamericano (Ovilam), no hay un registro sobre la cantidad de accidentes vinculados al consumo de alcohol.
Mitos y riesgos
Jorge Ungaro, del equipo de investigación del Conicet en la Universidad Nacional de Mar del Plata, subrayó: «El 50% de los chicos admitió haber consumido bebidas alcohólicas de manera excesiva -más de cinco medidas en una misma ocasión, y también de manera esporádica».
Los rituales adolescentes no ayudan para que esta realidad mejore. Fiestas de egresados durante la semana, horarios de madrugada para entrar a bailar y la modalidad de «la previa» (encontrarse en una casa con la consigna de tomar alcohol antes de salir,) son nuevos patrones de conducta y factores de riesgo.
A lo que se le suma, como consigna el trabajo un conjunto de mitos que los chicos toman como verdades reveladas: «Si tomás sólo cerveza no te emborrachás», «si comés bien, no te ponés ebrio» y «si tomás café negro, no hay borrachera», entre otros.
Marcelo Lombardi tiene tres hijos y sabe bien que una parte de la responsabilidad sobre el tema está en el hogar. «Con diálogo y control, hay que buscar que el consumo sea responsable y que los chicos aprendan a conocer sus límites. También se debe controlar cuando, de noche, regresan a casa y cómo lo hacen. Y sobre todo, recalcarles que disuadan de que no maneje a aquel que tomó o, directamente, no subirse al auto», contó.
Concientización
Del estudio se desprende que hay una mayor conciencia de los jóvenes sobre los riesgos de tomar alcohol al conducir, pero que no se traducen en conductas concretas.
En el informe, hay también algunas recomendaciones que buscan modificar esta situación como: mejorar los medios de transporte públicos durante la noche, llevar registros de los accidentes de tránsito provocados por el alcohol, repensar la educación y diseñar campañas sociales de acuerdo a los códigos de hoy, involucrar a los jóvenes en la tarea de concientización y hacer controles de alcoholemia a la entrada y salida de los boliches.
Sofía Glasberg, de 23 años, está dentro del universo etario de los encuestados. «Mi relación con la bebida es bastante distinta hoy a la que tenía en mi adolescencia, cuando me juntaba a hacer previas hasta emborracharnos. ¿Por qué? Creo que el adolescente es bastante inseguro, necesita desinhibirse y por eso nos juntábamos en la casa de algún amigo donde los padres no tenían drama con que tomemos -a veces no se enteraban- y luego salíamos», recordó. «Los chicos a esa edad no tienen idea de lo que representa abusar del alcohol, suelen pensar que a ellos no les va a pasar nada y al ser una «droga legal», se le tiene menos respeto. Tengo amigos que, aún habiendo tenido un accidente en moto por estar borrachos, siguen manejando alcoholizados», concluyó.
Durante la elaboración del informe se realizaron talleres, charlas y actividades culturales que apuntaron a la prevención de los accidentes de tránsito.
Números que alertan
50% de los encuestados admite haber consumido bebidas alcohólicas.
25% piensa que si come algo no se emborrachará tanto y podrá manejar.
40% cree que el alcohol aumenta la confianza en uno mismo.
Fuente: La Nación.