Diez años bailando en el ojo del huracán (y sin darnos cuenta)

Un repaso por la historia reciente de las invenciones y avances tecnológicos que tuvieron impacto en los negocios y en la vida cotidiana muestra a 2007 como un punto de inflexión.

Además de opinar sobre ajedrez y de criticar sin parar a su enemigo acérrimo Vladimir Putin, el ex campeón mundial Garry Kasparov es un muy buen divulgador (en Twitter, en ensayos y en conferencias) de la agenda de la innovación. Esta semana posteó que, a pesar de que los temores sobre un desarrollo de la inteligencia artificial que termine dominando a los humanos y sacándonos todos los empleos dominan los artículos periodísticos que hacen futurología, hay otros temas con menos prensa, pero mucho más graves. Uno de ellos, sostuvo Kasparov, es el de un «apocalipsis de los antibióticos»: el hecho de que algunas infecciones ya no sean tratables con antibióticos como lo fueron en décadas pasadas.

Las proyecciones a futuro están sujetas a infinidad de sesgos y errores sistemáticos. Uno de ellos es el que menciona el ex campeón mundial de ajedrez: la «falacia narrativa» que hace que determinados temas se ajusten mejor al relato mediático y otros -de mayor relevancia, pero con menos sex appeal para un título- circulen por fuera del radar de la atención masiva.

Otro sesgo habitual es hablar permanentemente del futuro y no percibir que la densidad de cambios acelerados (la «exponencialidad» de algunas tecnologías) ya hace rato que está lanzada en diversos frentes de los negocios y de la vida cotidiana. Como en el día a día los cambios son marginales, es usual que se los perciba como menos disruptivos de lo que en realidad son. El momento en el cual comenzó este tsunami o huracán de modificaciones es discutible, pero hay quienes ponen sus fichas en 2007 como momento bisagra: hace exactamente diez años.

Entre quienes defienden esta hipótesis con más énfasis está el ensayista y columnista de The New York TimesThomas Friedman, quien recientemente publicó su nuevo libro, Thank you for being late (Gracias por llegar tarde), que lleva como bajada: «Una guía optimista sobre cómo tener éxito en la era del cambio acelerado». El libro salió en diciembre en los Estados Unidos, y en breve será editado en idioma español.

Cuando se repasa la historia reciente de invenciones que produjeron cambios importantes en los negocios y la vida cotidiana, 2007 emerge como un punto de inflexión y como un año particularmente denso en novedades tecnológicas de relevancia.

Un breve repaso: en 2007 hicieron su debut el iPhone, el sistema Android y el dispositivo para lectura digital Kindle: fue el año en el que el software comenzó, en palabras del fundador de Netscape Marc Andreessen, «a comerse el mundo». Unos meses antes, a fines de 2006, Facebook abandonó su versión de testeo universitario y abrió su sistema al mundo. El «tipping point» (el codo de la curva exponencial) de Twitter también se dio en 2007. Fue el año, además, en el que IBM abrió al mercado sus primeras versiones de Watson, el sistema de computación cognitiva. Airbnb y change.org se lanzaron en ese intervalo de doce meses.

La revolución de 2007 no se limitó a cambios en el mundo digital, apunta Friedman. Ese año también cayó exponencialmente el costo de secuenciar el genoma (iniciando una edad dorada de la biología computacional) e Intel comenzó a introducir otros materiales (que no son silicio) en sus microchips, lo que permitió extender la duración de la ley de Moore. El costo de los paneles solares descendió abruptamente hace diez años.

¿Por qué muchos no nos dimos cuenta de que la revolución había comenzado? Friedman cree que la crisis financiera de 2008-2009, gatillada por el colapso de las hipotecas subprime, hizo que la verdadera magnitud de los avances tecnológicos pasara más desapercibida para el gran público.

Un punto similar se publicó en este espacio a principios de diciembre pasado, en una columna titulada: «El lado medio lleno de la copa para el brindis por la economía de fin de año». Allí se argumentaba que a pesar del tono sombrío que dominaba el análisis del año que terminaba (debido al triunfo de Donald Trump, al Brexit, al avance de la derecha en Europa, etcétera), 2016 fue un año fenomenal en materia de avances científicos y tecnológicos. Principalmente en el área de la inteligencia artificial y la biología computacional, con consecuencias que aún no fueron lo suficientemente digeridas.

Curiosamente, 2007 no sólo se volvió un año icónico para la agenda de la innovación, sino también para la de la cultura pop. «Esta semana en 2007» es una columna semanal que escribe la editora de temas de redes sociales Liza Sokol (de 25 años), quien repasa allí noticias de hace diez años que incluyen al lanzamiento del primer iPhone, pero también al encarcelamiento de Paris Hilton, a la montaña rusa en la que entró la carrera de Britney Spears (con éxitos musicales rutilantes pero también con estadías en centros de rehabilitación por drogas que la llevaron a perder la custodia de sus hijos) y a la historia de cómo un político por entonces desconocido, Barack Obama, daba sus primeros pasos en la carrera que lo llevaría finalmente a la presidencia.

En las redes sociales, la celebración de 2007 se volvió un símbolo de libertad y esperanza ya desde fines de 2015, y se intensificó con el arribo de Trump a la presidencia.

En su libro, Friedman subraya que el avance tecnológico es sólo uno de los tres vectores principales que hoy están modificando el mundo a una velocidad nunca vista: los otros dos son el cambio climático y las crecientes interconexión y sofisticación de los mercados financieros. Cuando dos de estas fuerzas se combinan pueden invocar la fuerza de un huracán.

Es esta metáfora -más que la de la ola o el tsunami disruptivo- la que más le gusta al columnista del NYT: estamos todos (ya desde hace diez años) bailando en el ojo del huracán, aunque a veces no nos demos cuenta. La exponencialidad se ve también en tendencias sociales: «Mucha gente en Occidente se siente desubicada, porque sus dos principales «anclas» -su trabajo y su comunidad- de golpe dejaron de ser referencias quietas y permanentes. Van a la verdulería y allí los atiende alguien que habla otro idioma, con la cabeza cubierta. Van al baño de hombres y al lado hay alguien de otro género. Van a su trabajo y ven un robot o un programa que hace la rutina que antes realizaba un humano.

Yo celebro esta diversidad a nivel humano y de ideas, pero para algunos es un cambio que va más rápido que su capacidad de adaptación», marca Friedman. Y recuerda la estrofa de una balada de Brandi Carlile, «El Ojo», cuyo verso principal dice: «Tengo tu amor alrededor como una cadena / Pero nunca tuve miedo de morir / Podés bailar en un huracán / pero sólo si estás parado en su ojo».

sebacampanario@gmail.com

Fuente: http://www.lanacion.com.ar/1985696-diez-anos-bailando-en-el-ojo-del-huracan-y-sin-darnos-cuenta

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