(f) A medida que envejecemos se producen modificaciones del metabolismo basal que determinan cambios en la termorregulación así como en la percepción de la temperatura. A pesar de que el organismo humano tiene la capacidad de mantener constante la temperatura corporal, incluso en presencia de variaciones ambientales, se ha demostrado que el anciano presenta un déficit de adaptación a la temperatura externa. Tiene una mala tolerancia al calor, pero es incluso peor con el frío, porque las reacciones vasomotoras metabólicas son poco eficientes. Esto se produce porque al envejecer, la piel se adelgaza y se desnaturalizan los receptores cutáneos de la temperatura, por lo que el anciano puede tener dificultad para percibir con certeza si tiene frío o calor.
Cuando el cuerpo se enfrenta a las bajas temperaturas, se pierde más calor que el que se produce y los vasos sanguíneos de la piel deben contraerse para conservar la temperatura corporal. La vasoconstricción determina que el corazón deba bombear la sangre a través de los vasos contraídos. Por este motivo, se observa un aumento de la presión arterial y, consecuentemente, un riesgo mayor de infarto agudo de miocardio.
Sin embargo, existen medidas para equilibrar la batalla contra el clima a través de la incorporación de hábitos y medidas preventivas. Si alguien mayor de 65 años del grupo familiar debe salir de su casa, es importante controlar antes la temperatura a través de los medios de comunicación. Además, de ser posible, sería importante instalar un termómetro en un lugar visible para vigilar la temperatura dentro de su habitación.
Como las temperaturas invernales influyen sobre la presión arterial aumentándola, aunque afecta a todos, los ancianos son aún más susceptibles a estos cambios. Por este motivo, se recomienda incrementar la vigilancia en los hipertensos. Para quienes padecen artrosis, las bajas temperaturas también pueden agravar las dolencias típicas de esta enfermedad por predisponer a las contracturas musculares. En estos casos, es necesario extremar precauciones para evitar cambios de temperatura bruscos, tomar baños con agua caliente con el objeto de disminuir la rigidez y evitar aquellas actividades que requieran gran esfuerzo físico si la persona no está entrenada.
El frío, el viento y la humedad contribuyen a resecar la piel. Durante esta época se acentúan los eccemas y las grietas en las zonas expuestas como la cara y las manos. El uso de cremas hidratantes y beber líquido frecuentemente resulta de utilidad para contrarrestar estos efectos. También se recomienda minimizar el impacto de las bajas temperaturas con guantes y prendas adecuadas. La ropa para el invierno debe ser cómoda. No está mal ponerse varias capas y, sobre todo, proteger las zonas por donde se pierde mucho calor como la cabeza (gorro que tape las orejas) al salir a la intemperie.
Hay pacientes sensibles al polen de árboles, que provocan los síntomas habituales de rinitis alérgica primaveral durante el período de bajas temperaturas. El tratamiento consiste en evitar el contacto con estas plantas y, eventualmente, utilizar fármacos que pueden reducir el malestar.
Si el adulto mayor vive en áreas de frío extremo, debe considerar que la nieve y el hielo pueden constituir un riesgo de caídas y potenciales fracturas, por lo que se recomienda salir acompañado de ser posible –más aún en casos de personas con problemas de inestabilidad o si el piso está mojado- y prestar especial atención al uso de calzado adecuado.
Con el invierno, muchos ancianos que durante la mayor parte del año llevan una vida normal, tienden a aislarse. Este encierro puede precipitar un episodio depresivo, por lo cual la recomendación es que cuando un familiar vea a su ser querido con fatiga creciente, desánimo, irritabilidad o somnolencia excesiva, consulte a su médico, quien deberá considerar, entre otras, la posibilidad de una depresión.
La dieta es muy importante ya que es la principal fuente de energía que, además, nos aporta calor. En este sentido, es importante mantener una buena alimentación que asegure un adecuado aporte calórico (a través de la ingesta de carbohidratos y lípidos), sin olvidar los alimentos con alto contenido proteico. Aunque durante las estaciones de clima frío la sensación de sed es menor, es importante beber agua en cantidades adecuadas (2 litros al día) y evitar el consumo de alcohol ya que por ser un vasodilatador, acentúa la pérdida de calor.
En el hogar, debe asegurarse un valor adecuado de temperatura (de 18 a 21º C), utilizando preferentemente estufas eléctricas o de gas. Hay que evitar la exposición por tiempo prolongado al humo de braseros o estufas de kerosene y tener cuidado con los niveles de monóxido de carbono al encenderlas. Ventile adecuadamente las habitaciones.
Para evitar la transmisión de infecciones respiratorias es conveniente taparse la boca al toser o estornudar, eliminar los pañuelos descartables luego de usarlos una vez, lavarse las manos con frecuencia y no visitar enfermos con infecciones respiratorias (gripe, broncopatías, neumonías, etc.). Por último, es necesario tener presente que la mayor parte de las infecciones respiratorias son causadas por virus no susceptibles al tratamiento con antibióticos, de modo que el uso indiscriminado de estos medicamentos es contraproducente y solo deben emplearse bajo prescripción médica.
*Por: Dr. Moisés Schapira (MN 72 224), Director Médico de Hirsch, Centro de Excelencia para Adultos Mayores y Rehabilitación. Para más información, ingresar a www.hirsch.org.ar
(fuente: http://www.docsalud.com/articulo/4643/consejos-para-que-los-adultos-mayores-combatan-el-frío)
Por: Dr. Moisés Schapira
Publicado por Infoabe.com. – 12/5/13