Conductor y ocupantes: Espejos retrovisores

(f) La importancia de los espejos retrovisores es clave, y llevarlos correctamente reglados (y en número suficiente) es todavía más clave aún. Los retrovisores por sí mismos no sirven de anda si no cuidamos de que el ángulo que forman entre nuestra línea de visión y lo que pasa detrás del coche sea el correcto.

Es curioso pensar que algo tan aparentemente sencillo como reglar los espejos sea algo que en muchas ocasiones se pasa por alto, incluso en nuestro coche habitual.

Lo ideal es tener los espejos situados y orientados de tal forma que sea posible darles un vistazo rápido y tener controlado todo el perímetro del coche por su parte trasera. No será necesario, ni es recomendable, mover la cabeza o el cuerpo para poder ver bien, pues todo eso será una distracción para nuestra conducción. Es, exagerando un pelín, vital que podamos controlarlo todo con apenas unos movimientos de ojos.

¿Cada cuánto hay que comprobar los espejos? Por simplificar, diremos que varias veces por minuto. Aunque circulemos por la misma y aburrida autovía de siempre, o precisamente por eso mismo. Cuanta más información tengamos de lo que ocurre en los 360 grados alrededor del coche, mejor. Podremos anticiparnos al coche que va dando bandazos por delante nuestra, pero también nos anticiparemos al ‘fittipaldi‘ que vemos culebrear entre el tráfico por detrás.

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Si hablamos de carretera, sobre todo cuanto más ratonera sea, o cuanto más “tirando a comarcal”, debemos tener los mismos ojos hacia delante que hacia atrás. Los imprevistos son más probables, y la probabilidad de que nos de alcance un ‘carlossainz‘ no es despreciable, igual que la posibilidad de encontrarnos un tractor en plena ruta a velocidades inferiores a los 30 km/h.

No solo es ver, es comprender lo que los demás ven

Nosotros, como conductores, sabemos que hay ciertas porciones de espacio que no vemos con los espejos normales: los ángulos muertos tan famosos. Pues si nosotros los tenemos, los demás conductores también los tienen. Debemos considerar sus ángulos muertos como las zonas prohibidas para circular. Parece lógico, ¿verdad? Cuando circulamos con el control de velocidad activo puede pasar que adelantemos a otro conductor a paso de tortuga (nuestro control a 120 km/h, el otro coche circulando a 119 o 118…). Demasiado tiempo para estar situados en un ángulo ciego, ¡evítalo a toda costa!

Relacionado con esto está el típico caso de conductor “de rebufo”: el que se pega a ti como una lapa por vaya usted a saber que oculta intención. Es peligroso para él, por supuesto, pero no descartes que sea peligroso para ti. En esas condiciones es mejor hacer hueco, pero evidentemente no tienes por qué ponerte a 200 por hora para dejarlo atrás: la alternativa es dejarte adelantar. Si se pega mucho, disminuir la velocidad muy poco a poco lo va a convencer para adelantarte y marcharse.

La cuestión es controlar el perímetro, mantenerlo seguro, pero no caer en el estrés y en la paranoia. Es muy importante dominar las cercanías del coche, y lo es más, en orden de importancia, en ciudad, carretera y autovía respectivamente. Cuanto más veamos y seamos capaces de procesar, con mayor seguridad podremos actuar. Y eso es, en esencia, lo más importante al volante.

Fuente: Clarín.

 

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