Es cierto que las personas tienen que seguir aprendiendo, pero los problemas prácticos son apabullantes.
LONDRES (The Economist). Cuando la educación no logra seguirle el ritmo a la tecnología, el resultado es la desigualdad. Sin las capacidades para seguir siendo útiles al arribar las innovaciones, los trabajadores sufren las consecuencias y si suficientes de ellos se quedan atrás, la sociedad comienza a perder cohesión. Esa visión fundamental se les impuso a los reformadores en la revolución industrial, lo que dio paso a la educación universal con fondos del estado. Luego la automatización en las fábricas y oficinas impulsó un auge de los graduados universitarios. La combinación de educación e innovación, extendida sobre décadas, llevó a un llamativo florecimiento de la prosperidad.
Hoy la robótica y la inteligencia artificial reclaman otra revolución en la educación. Pero esta vez la vida laboral es tan extensa y de cambio tan acelerado que simplemente acumular más educación al comienzo no basta. La gente también debe poder adquirir nuevas capacidades a lo largo de toda su carrera.
Desgraciadamente, como lo muestra nuestro informe especial en esta edición, la capacitación a lo largo de toda la vida que existe hoy beneficia principalmente a la gente de más altos logros y por eso tiende más a exacerbar la desigualdad que a disminuirla. Para que las economías del siglo XXI no creen una subclase masiva, los responsables de la política oficial tienen que trabajar urgentemente para descubrir cómo ayudar a sus ciudadanos a capacitarse al mismo tiempo que obtienen ingresos. Hasta ahora esta ambición se ha incumplido de modo extremo.
Máquinas o aprendizaje
El modelo clásico de educación -un gran impulso al comienzo y actualizaciones a través de la capacitación en la compañía- se está descomponiendo. Un motivo de ello es la necesidad de nuevas capacidades constantemente actualizadas. La manufactura cada vez requiere más trabajo cerebral en vez de estampado de metal. El porcentaje de la fuerza laboral estadounidense empleada en trabajos rutinarios de oficina declinó de 25,5% a 21% entre 1996 y 2015. La carrera única y estable se fue con el Rolodex (sistema de archivo de escritorio con tarjetas que rotaban montadas sobre un eje, nota del traductor).
Empujar a la gente a niveles cada vez más elevados de educación formal al comienzo de su vida no es la manera de responder. Sólo el 16% de los estadounidenses cree que un título del college de cuatro años prepara muy bien a los estudiantes para un buen empleo. Si bien una educación vocacional promete esa primera contratación vital, los que tienen capacitación especializada tienden a retirarse de la fuerza laboral antes que aquellos con educación general, quizás porque son menos adaptables.
Al mismo tiempo se reduce la capacitación en el trabajo. En Estados Unidos y Gran Bretaña en las últimas dos décadas cayó a aproximadamente a la mitad. Se extiende el autoempleo, lo que hace que más gente tenga que asumir la responsabilidad de su capacitación. Una opción es tomarse el tiempo más adelante en la vida para obtener una calificación formal, pero cuesta dinero y la mayoría de los colleges se orientan hacia los jovencitos.
El mercado está innovando para permitir a los trabajadores aprender y obtener ingresos de maneras nuevas. Proveedores que van desde General Assembly hasta Pluralsight, están creando negocios basados en la promesa de dar impulso a y relanzar carreras. Los cursos abiertos online masivos (conocidos por la sigla en inglés MOOC) han dejado atrás las conferencias sobre Platón o los agujeros negros, en favor de cursos que hacen más contratables sus estudiantes. En Udacity y Coursera la gente que quiere capacitarse por su cuenta paga por programas baratos y cortos que ofrecen «microacreditaciones» y «nanotítulos» digamos, en automóviles autoconducidos o el sistema operativo Android. Al ofrecer títulos online, las universidades les facilitan a los profesionales remozar sus capacidades. Un solo programa de masters de Georgia Tech podría expandir los títulos de masters en ciencias de la computación en Estados Unidos en cerca del 10%.
Tales esfuerzos muestran cómo integrar carreras y aprendizaje. Pero sin otra injerencia, este mercado naciente servirá principalmente a los que ya tienen ventajas. Es más fácil aprender más adelante en la vida si se disfrutó del aula una primera vez: alrededor del 80% de los estudiantes de Coursera tienen títulos por estudios anteriores. El aprendizaje online requiere algún conocimiento de TI, pero uno de cada cuatro adultos en la OCDE tiene poca o nada de experiencia con computadoras. Las capacidades se atrofian a menos que se las utilice, pero muchos empleos de bajo nivel dan poca oportunidad a los trabajadores para practicarlas.
Se busca técnico en champú
Para que los nuevos modos de aprendizaje ayuden a los que más lo necesitan, los responsables de las políticas oficiales deben apuntar a algo mucho más radical. Debido a que la educación es un bien público cuyos beneficios se derraman sobre toda la sociedad, los gobiernos tienen un rol vital, no sólo gastando más, sino también gastando de modo más sabio.
El aprendizaje comienza en la escuela. Como regla, la educación no debería ser estrechamente vocacional. La currícula tiene que enseñar a los niños a estudiar y a pensar. Centrarse en el «meta conocimiento» les hará mejores para escoger su capacitación más adelante en la vida.
Pero el cambio mayor es hacer que el aprendizaje de adulto sea accesible fácilmente para todos. Un modo es que los ciudadanos reciban vales que puedan usar para pagar capacitación. Singapur tiene «cuentas de aprendizaje individuales» de este tipo; ha dado dinero a todas las personas de más de 25 años para gastar en cursos de 500 proveedores aprobados. Hasta ahora cada ciudadano recibe sólo unos cientos de dólares, pero la cosa recién comienza.
Se corre el riesgo de que los cursos pagados por los contribuyentes sean un desperdicio. Pero la industria puede ayudar orientando a la gente hacia las capacidades que quiere y trabajando con los MOOC y los colleges para diseñar cursos que sean relevantes. Las compañías también pueden alentar a su personal a aprender. AT&T, una firma de telecomunicaciones que quiere equipar a su fuerza laboral con conocimientos digitales, gasta US$ 30 millones al año en reembolsos a empleados por costos educativos. Los sindicatos pueden tener un rol útil como organizadores de aprendizaje a lo largo de la vida, en particular para aquellos -trabajadores en firmas pequeñas o auto empleados- para los que es improbable que obtengan capacitación de empresas. Un programa de capacitación dirigido por sindicatos en Gran Bretaña tiene apoyo de partidos políticos de derecha e izquierda.
Para hacer que valga la pena toda esta capacitación, los gobiernos tienen que reducir los requerimientos para obtener licencias y otras barreras que dificultan el ingreso de gente nueva a las distintas ocupaciones. En vez de requerir 300 horas de práctica para calificar para lavar cabello, por ejemplo, el estado de Tennessee debería dejar que los peluqueros decidan por sí mismo quién es la mejor persona para contratar.
Fuente: http://www.lanacion.com.ar/1986007-como-equipar-a-la-gente-para-ganarle-al-cambio-tecnologico