Una brecha entre el dólar oficial y el paralelo en un agujero negro, inflación misteriosa y desconocida (con dígitos que desaparecen como en el Triángulo de las Bermudas), balances de empresas al filo de la realidad, medidas para el comercio exterior en el túnel del tiempo: cualquiera podría decir que la economía argentina de 2013 tiene más de un elemento sacado de una historia de ciencia ficción. En la era en la que hacen furor las naves caseras no tripuladas (drones), los economistas no se quedan atrás: aunque no son muchos, los encuentros cercanos del tercer tipo entre la ciencia ficción y la disciplina de Adam Smith y Keynes dibujan un recorrido interesante y perturbador. Bienvenidos al «Área 51» (el santuario extraterrestre de Nevada, EE.UU.) de la economía.
«Hay muchísima ciencia ficción que, en realidad, habla de economía», dice el economista Noah Smith, un profesor de finanzas que vive en Long Island, se autodescribe en su perfil de Twitter como «semielfo» (tiene orejas alargadas y en punta) y es autor del muy buen blog de economía noahpinion . «Lo que hace que las visiones del futuro que plantean los autores de ciencia ficción sean interesantes no son sus particularidades técnicas, sino sus ramificaciones sociales», explica.
Semanas atrás, Smith posteó en su blog una lista de diez libros futuristas recomendados para economistas. Hay dos recientes del canadiense Cory Doctorow: Makers , donde Doctorow toma la profecía del ex director de Wired Chris Anderson de que las impresoras 3D revolucionarán la economía global; y Tocando fondo en el reino mágico, una novela que transcurre en un futuro donde no habrá más escasez, que según Noah Smith describe una sociedad que «no es muy distinta a una banda de canadienses bohemios y sarcásticos».
Aparece Los desposeídos, de Ursula Le Guin, que moldea un mundo sin propiedad privada. Y Al final del arco iris, de Vernor Vinge, una novela tal vez visionaria sobre el mercado laboral, que imagina un futuro donde las habilidades de los empleados quedarán obsoletas a los pocos meses, los ingenieros deberán volver permanentemente a cursar materias de secundario y abundarán adolescentes que inician grandes corporaciones de la noche a la mañana.
Noah Smith hace permanente referencia, en los posteos de su blog, al debate económico actual, cruzado con alusiones a superhéroes de ficción (en la Argentina, alumnos de Economía de la UBA subieron un blog «los devengadores», donde se juega con la idea de economistas-personajes, como el Profesor X H.G. Olivera o Hey-Man. Muy divertido: «Para enfrentar a los enemigos que ningún supereconomista podría derrotar solo»).
Recientemente, Smith (que además escribe unos artículos geniales en The Atlantic), fusionó a dos de sus ídolos en un solo superhéroe: Krug-Tron, el invencible. Una mezcla de Paul Krugman y Voltron, un viejo conocido para los que veíamos dibujos animados futuristas japoneses a inicios de los 80, en un universo también marcado por otras series como Thundercats o Transformers . En este apartado, el premio Nobel con superpoderes lucha contra enemigos diabólicos que lo atacan desde la ortodoxia económica.
A Krugman le cae simpático Smith, y recogió el guante en su blog (de la plataforma de The New York Times) con una lista propia de recomendaciones de ciencia ficción para economistas. El académico barbado sabe de lo que habla: es un verdadero fanático del género. De hecho, siempre comenta que se inclinó por estudiar «la ciencia sombría» luego de leer La Fundación, la saga de Isaac Asimov, donde una presunta ciencia aplicada, la «psicohistoria», se utiliza para moderar y reducir un período de caos. Un perfil de Krugman en The New Yorker reveló que suele aceptar gustoso invitaciones a hablar en convenciones sobre este tema, ante un público que llega disfrazado de marciano o de personaje de La Guerra de las Galaxias .
Y hay más. En 1978, Krugman era un asistente de cátedra en Yale, pero empezaba a hacer ruido con sus trabajos sobre comercio internacional. «La teoría del comercio interestelar» es el título de un breve trabajo de julio de ese año, en el que se preguntaba cómo deberían computarse las tasas de interés a bienes en tránsito que viajan a una velocidad cercana a la de la luz. «Una solución se deriva de la teoría económica, y dos teoremas inútiles pero verdaderos son probados», contaba el académico.
En su informe sobre el comercio interestelar aparecen ecuaciones referidas a bienes del planeta Trantor, capital del imperio intergaláctico creado por Asimov. El estudio «va derecho al problema del comercio en distancias estelares, y deja de lado aquellas cuestiones que atañen al comercio en el sistema solar», agrega Krugman, en un guiño a un trabajo de 1978, publicado por el entonces economista del FMI y profesor de la Universidad de Michigan Jeffrey Frankel: «¿Hay comercio con otros planetas?». Frankel partía de un dato que se verifica en la realidad: cuando se suman los resultados comerciales de todos los países del planeta, el neto, que debería ser cero -lo que importa una nación lo exporta otra- tiende a ser negativo.
Lo que parece un rojo comercial interplanetario se explica por problemas de estadísticas: las dificultades para contabilizar el comercio de servicios, el contrabando, la subdeclaración de exportaciones y sobredeclaración de exportaciones en países con tipo de cambio regulado, etcétera. «El balance del comercio global nunca es cero, y casi todos los años es negativo», decía Frankel.
Una ventaja de estudiar ese intercambio es que «eventualmente se descubra un planeta donde las leyes de la teoría económica ortodoxa sean aplicables», chicaneaba Krugman. Hace poco, el economista dijo que un ataque extraterrestre podría galvanizar a la humanidad en un plan de gasto público como el que considera que falta para salir del declive global actual.
Pero el efecto expansivo neto no está tan claro. «La heterodoxia interplanetaria que propone Krugman puede resultar pan para hoy y hambre para mañana; le recomiendo que vea los terribles diez primeros segundos del capítulo 82 de Robotech, La Gran Manzana, y hablamos», dice Gabriel Burín, economista de la UBA, editor de economía internacional de Reuters en Buenos Aires y fanático del género de la ciencia ficción.
Fuente: La Nación (http://www.lanacion.com.ar/1585276-ciencia-ficcion-al-filo-de-la-realidad) Por Sebastián Campanario