“Agua, agua, en todas partes, y ni una gota para beber” El volumen del agua en el mundo se expresa mediante una cifra de gran importancia: 1.360 millones de km3, es decir 1.360 trillones de litros. Si dividimos esta cifra por cada ser humano, le correspondería a cada uno 250.000 millones de litros, lo que equivaldría a 400.000 piletas de natación. Bajo estas perspectivas, el agua aparece como un recurso prácticamente ilimitado. Sin embargo, de esa enorme masa líquida, sólo el 3% es dulce y la mitad de ella es potable.
Este elemento tan esencial, origen y base de la vida, se ha consolidado como medio indispensable para cualquier alternativa de futuro. No existe actividad humana: económica, industrial, social o política que pueda prescindir de este vital recurso. Sobre esta realidad, se han desatado todas las vocaciones, ideas y acciones para su control, uso y dominio. Su esencialidad para la vida y su multiplicidad de usos, generan grandes conflictos entre diversos sectores e intereses de la sociedad.
La cuarta parte de la población mundial no tiene acceso al agua potable. Más de la mitad de la humanidad carece de un saneamiento adecuado del agua. La mala calidad del agua, la falta de higiene y la contaminación ambiental figuran entre las principales causas de epidemias, enfermedades intestinales y muerte.
El problema de la falta de agua para uno de cada cinco habitantes del planeta no es un problema de carencia, sino de mala gestión. Se hace necesario crear una nueva cultura del agua, en la cual se priorice su uso como un derecho humano inalienable y se realice una gestión ecosistémica sustentable de este recurso, en lugar de considerarlo, como se hizo hasta ahora, como un mero producto mercantil. El agua brota como el mayor conflicto geopolítico del siglo XXI ya que se espera que en el año 2025, la demanda de este elemento tan necesario para la vida humana será un 56% superior que el suministro… y quienes posean agua podrían ser blanco de un saqueo forzado.
El derecho al agua no estará garantizado en la medida que siga existiendo contaminación de los cursos de agua así como de las napas freáticas, tal como ocurre en muchas zonas de la Argentina y del resto de la región latinoamericana. Es decir que el derecho al agua está indisolublemente vinculado a la cuestión ambiental.
Si pensamos que no contamos con escenarios hídricos en la Argentina para los próximos 20 o 30 años, hablamos sobre todo de falta de planificación adecuada, que no es sólo un tema exclusivo de los decisores gubernamentales, ya que la gravedad del tema exige que se convoque a trabajar juntos a las organizaciones académicas y a la sociedad civil para pensar soluciones colectivas.
Hoy los recursos hídricos de superficie y subterráneos argentinos están siendo fuertemente amenazados por las prácticas agrícolas, la deforestación, el uso de agroquímicos, las explotaciones mineras y petrolíferas y los cambios en el uso del suelo. El balance hídrico y la calidad de las fuentes han sido afectados. Encontramos que la deforestación, sobre pastoreo y mal manejo de las tierras arables han producido un aumento de erosión hídrica en Misiones, áreas de la cuenca del Bermejo y otras regiones del país. Se ha detectado la presencia de plaguicidas en los ríos Uruguay y Negro y de metales pesados en la cuenca del Río de la Plata. Las aguas servidas sin tratar de asentamientos humanos urbanos e industriales han contaminado el embalse de Río Hondo en Santiago del Estero; Los lagos: San Roque y los Molinos en Córdoba; Lacar en Neuquén y Nahuel Huapi en Río Negro. El Acuífero Puelches en la Provincia de Buenos Aires y ríos como el Matanza, Riachuelo y Reconquista en la zona del Gran Buenos Aires, se han contaminado no solo con líquidos cloacales vertidos en los pozos ciegos, sino también por el deficiente manejo y disposición de los residuos sólidos urbanos y tóxicos industriales producido en las ciudades.
Se puede agregar que a pesar de la existencia de las buenas leyes ambientales, estas lamentablemente no se cumplen por desidia o lo que es peor, por la falta de voluntad política para efectuar las tareas de control y cumplimiento efectivo de las normas establecidas por ellas.
No hay dudas de que el agua es un bien común de la humanidad y que sin ella no hay vida en ninguna parte del planeta, por lo que es deber de todos los habitantes cuidarla y protegerla. El acceso al agua es un derecho humano básico que en muchas partes del mundo no es cumplido, por lo tanto hacer que se cumpla es una obligación de todos y pelear para que todos puedan acceder al libre acceso del agua potable es un derecho que debería ser cumplido por nuestros gobernantes, que por ahora hacen oídos sordos a los pedidos de la sociedad sobre el tema.
El alcance del problema del agua no sólo apunta al bolsillo de cualquier consumidor, sino que es una estocada al estómago del fundamentalismo de mercado imperante en la aldea global, por lo cual todo tiene precio y con mayor razón lo que es escaso. El agua promete ser en el siglo XXI lo que fue el petróleo para el siglo XX, el bien precioso que determina la riqueza de las naciones. Sin embargo, debe definirse el agua como una necesidad humana y no como un derecho del hombre. No es pura semántica: un derecho no se compra.
por Cristian Frers – Tecnico Superior en Gestion Ambiental y Tecnico Superior en Comunicación Social (Periodista)
(fuente: http://www.ecoportal.net/Temas-Especiales/Agua/El-tema-del-agua-dulce-en-Argentina)