Los peligros de una conducción inadecuada se agravan cuando los factores climáticos influyen sobre el camino. La condición de mayor incidencia es la lluvia, generando el llamado efecto aquaplaning.
Cuando circulamos por las rutas y repentinamente comienza a llover, el agua precipitada comienza a acumularse sobre la calzada. Si el vehículo se encuentra transitando por ese espejo de acumulación de agua, en condiciones normales, los neumáticos cuentan con la capacidad de expulsar el agua fuera de la banda de rodamiento para así poseer una mayor adherencia sobre el suelo.
Ahora, si esta capacidad de drenar se ve superada, va a llegar un momento en el que el neumático no resista más y se trepe a ese espejo de agua, perdiendo total contacto contra la superficie del suelo y generando una falta de gobernabilidad del vehículo. Este fenómeno es conocido como aquaplaning, el desplazamiento del neumático sobre el agua.
¿Qué se debe hacer? Lo primordial es desacelerar, pero nunca tocando el pedal del freno. Sacar el pie del acelerador es suficiente para que el vehículo pierda velocidad y genere contacto con la calzada. Lo segundo a tener en cuenta es sostener el volante con firmeza para evitar que se pierda completamente la dirección del vehículo, y evitar realizar cambios bruscos de dirección.
Fuente: CESVI Argentina.