La mejora de la calidad de vida va de la mano de un aumento en la productividad

productividad y relojesLa reducción de la jornada laboral para lograr un mayor equilibrio entre el trabajo y la vida familiar o personal, es el eje de un debate que siempre está vigente

Desde 1810, Robert Owen difundió la idea de que la calidad del trabajo de un obrero tiene una relación directamente proporcional con la calidad de vida del mismo, por lo que para cualificar la producción de cada obrero, es indispensable brindar mejoras en las áreas de salarios, vivienda, higiene y educación; prohibir del trabajo infantil y determinar una cantidad máxima de horas de trabajo, de diez horas y media, para comenzar.

Para 1817 formuló el objetivo de la jornada de «ocho horas y acuñó el lema de ocho horas de trabajo, ocho horas de recreación, ocho horas de descanso» (dato extraído de Wikipedia, «Jornada de ocho horas»).

Dos siglos después, Ryan Carson, fundador y dueño de la empresa de informática Treehouse, decidió establecer una jornada de 32 horas en 4 días semanales (de lunes a jueves) para una dotación de 87 empleados, que aumentará hasta un centenar en los meses próximos. Los fundamentos para tomar esta decisión están muy cercanos a las propuestas de Owen de principios del siglo XIX. Su concepto de productividad está relacionado con el tiempo dedicado al trabajo, observando resultados a largo plazo mediante preguntas: «Si ponés una competencia durante un mes, y uno trabaja una semana de 60 horas, y otro trabaja 32, entonces sí, la persona que trabajó 60 horas va a hacer más cosas en aquel mes. Pero, ¿qué tal en 12 meses? ¿Qué tal en 7 años?»

La productividad decae en una medida directamente proporcional al incremento de las horas dedicadas al trabajo, no solamente según Carson, sino según datos aprobados por diversos estudios psicolaborales. Esta perspectiva, que le ha dado muy buenos resultados también en términos económicos, pone sobre el tapete nuevamente la cuestión de la jornada laboral.

Según las leyes de contrato de trabajo y distintos convenios, se establecen ocho horas como máximo, pero estas regulaciones pertenecen al siglo XIX y el primer tercio del siglo XX en nuestro país como máximo pero -con perdón de la obviedad de la afirmación-, tanto las condiciones y las expectativas de nuestro siglo XXI no son las mismas.

La dedicación del tiempo de trabajo tiene poco que ver con la productividad, si lo tomamos en términos generales. En realidad, cada actividad, específicamente detallada, es la que determina la cantidad de horas de dedicación. En otros términos, se puede ser más productivo dedicándole menos horas, y menos productivo cuando se aplican más de las necesarias. En algunos casos, llegando al conocido burn out, esto es, quedar «quemado» o desintegrado a partir de los excesos. Por lo tanto, sería necesario y conveniente preguntarse hasta dónde puede llegar la reducción de jornada laboral, de acuerdo con la tarea a realizar, pero con la mente abierta a las múltiples posibilidades que, a la postre, terminan siendo un beneficio muy atractivo tanto para reclutar talentos como cualquier otro personal.

Hay puestos que aún necesitan de horarios rígidos y extensos, pero esto no aplica a todos. Por supuesto, es mucho más sencillo pensar la organización a través de generalidades. «Yo pago por X horas de trabajo», y se deja de lado lo fundamental, que es la productividad del individuo que, como sabemos, no son todos iguales ni hacen lo mismo. Desde este punto de vista, la propuesta de Carson no es descabellada. Descubrió un filón de oro que se adapta a nuestros tiempos, en especial cuando comprobamos que hay una gran cantidad de tareas en las que la reducción de la jornada laboral no resta, sino que puede sumar.

por Jorge Mosqueira

(fuente: http://www.lanacion.com.ar/1837496-la-mejora-de-la-calidad-de-vida-va-de-la-mano-de-un-aumento-en-la-productividad)

Lectura sugerida por Presidencia del CA – Muchas gracias María Belén Gomez por aportarla.

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