De acuerdo con las Naciones Unidas, en 2015 los países latinoamericanos en su conjunto habrán producido unas 4.968 kilotoneladas de deshechos tecnológicos.
Gran parte del crecimiento de la industria móvil se debe a la permanente evolución de la tecnología, que lleva a la reducción en el costo de dispositivos que son cada vez más sofisticados. Esto permitirá que, por ejemplo, de acuerdo a proyecciones de distintas consultoras, entre fines de 2013 y 2020 el total de smartphones operativos en la región crezca a un ritmo del 66% anual, pasando de 154 millones a más de 605 millones en este período de tiempo.
En muchos casos, este crecimiento estará sustentado por nuevos usuarios ingresando al sistema. Pero la mayoría de las veces estos teléfonos inteligentes estarán reemplazando a otros menos inteligentes. De hecho, los usuarios que hoy ya poseen un smartphone, lo habrán reemplazado en promedio 1,5 veces antes de llegar a 2020.
En todo este crecimiento abrupto existe un lado oscuro, y es que esta industria, con todas sus ventajas y curvas ascendentes, es también una gran generadora de desechos, en su mayoría tóxicos, con los que muchos gobiernos tienen que aprender a lidiar.
De acuerdo con las Naciones Unidas, en 2015 los países latinoamericanos en su conjunto habrán producido unas 4.968 kilotoneladas de deshechos tecnológicos. Esto equivale al 8,6% de los desechos de estas características a nivel global. Dentro de la región, el mayor productor de este tipo de basura es Brasil, que este año superará las 1.600 kilotoneladas, seguido por México, que generará 1.200 kilotoneladas, y en tercer lugar Argentina, con poco más de 500 kilotoneladas.
Si bien estas cifras incluyen dispositivos no necesariamente asociados con el móvil, como televisores y computadoras, la magnitud del mercado móvil —y en especial el corto período de vida de sus dispositivos— los celulares contribuyen de manera significativa a acumular deshechos. Si tenemos en cuenta que la vida útil promedio de un smartphone oscila entre los 3 y 5 años, es esperable que la mayoría de los teléfonos que hoy se encuentran operativos sean residuos hacia 2019. Esto no sucede con otros dispositivos, los cuales pueden durar una década, o más.
Existen varias iniciativas a nivel local en distintos países de la región que permiten tratar a este tipo de residuos con el cuidado que corresponde y reciclar la gran mayoría de sus partes. La mayoría de estos programas fueron instrumentados por las operadoras. Entre ellos se destacan Recicle Seu Celular (ahora Reciclar Conecta), una iniciativa lanzada en 2006 por Vivo, la operadora de Telefónica en Brasil, y el Plan Gonzalo, de Entel, la principal operadora chilena, lanzado un año después. En el primero, la empresa puso puntos de recolección de celulares usados —y ahora también de tablets— en todos sus locales comerciales, facilitando el proceso de reciclado. El plan de la empresa chilena es igual, aunque los materiales obtenidos del reciclaje son vendidos, y el dinero donado a distintas organizaciones solidarias.
A nivel regional, se calcula que Telefónica ya tiene recicladas más de 620 toneladas de residuos electrónicos entre todas sus operadoras. Otra iniciativa que vale la pena destacar, también en Brasil, fue la inversión de más de $10 millones de dólares realizada por la operadora Oi en la empresa Descarte Certo, para que ésta se haga cargo de sus residuos tecnológicos, y los de sus usuarios.
En otros países como Uruguay, Panamá y Ecuador, distintas operadoras han llevado adelante campañas y programas similares. Y si bien en muchos casos esto ocurrió por iniciativa de las empresas, en otros gobiernos existen leyes y regulaciones que las obligan a disponer de los desechos generados a partir de sus servicios. Este tipo de leyes —que en otras regiones como Europa se enfocan en los fabricantes— en muchos casos implican a las operadoras, porque éstas son el principal canal de ventas de nuevos equipos.
(fuente: Jose Chama [newsletter@ebizlatam.com])