Operarios de una metalúrgica de Rosario volvieron a poner en marcha una fábrica de aberturas. La autogestión y la integración con el movimiento solidario fue fundamental para crecer.
La fachada de la Cooperativa de Trabajo Abersol se parece al frente de una fábrica abandonada. Ningún cartel informa que allí, en pleno corazón del barrio La Tablada de la ciudad de Rosario, funciona una empresa metalúrgica dedicada a la producción de aberturas: puertas, ventanas y portones, o que en ese mismo lugar se fabrican cimientos metálicos destinados a la industria de la construcción. Desde la calle todo simula estar apagado.
Sin embargo, apenas se traspasa el umbral de entrada se pueden ver las siluetas de los operarios y escuchar el chirrido de las máquinas en pleno funcionamiento. El golpeteo es incesante y el ritmo de la actividad no se detiene, los trabajadores están concentrados en convertir el hierro y el acero inoxidable en piezas útiles. Fue así, a fuerza de trabajo y tras largos años de lucha, como lograron que la antigua firma Gravinkas y Bravo S.H. pasara a engrosar la lista de las más de 300 empresas recuperadas que hoy existen en el país. «Tuvimos que poner el lomo», subraya Héctor González, actual secretario de Abersol y uno de los principales impulsores del emprendimiento colectivo. «Poner el lomo y valernos de nuestra experiencia laboral», repite González, dejando en claro que a partir de la quiebra de la antigua fábrica, producida en 2010, tuvieron que capear varias tormentas y aferrarse a los saberes del oficio y a la acción solidaria para salir adelante.
El camino que desde entonces recorrió Abersol se asemeja a las experiencias enriquecedoras, pero también traumáticas, que tuvieron que atravesar la mayoría de las empresas y fábricas recuperadas por sus trabajadores en diferentes puntos del país. Los dilemas y desafíos de la autogestión, la falta de acceso al financiamiento formal, la inexperiencia de quienes hasta ayer fueron empleados y ahora deben administrar su propia empresa o las tensiones en torno a la propiedad de los bienes, son aspectos que suelen estar presentes en el proceso de conversión de una firma privada en una cooperativa de trabajo.
«Al principio fue muy complicado. No sabíamos qué iba a pasar con nuestro trabajo, debíamos asumir nuevas responsabilidades y hacerles frente a las deudas y a los numerosos compromisos pendientes. No teníamos más patrones, había que hacerse cargo, y eso fue difícil de resolver -recuerda Marcelo Llane, actual tesorero y otro de los referentes del proyecto-. Algunos compañeros no quisieron seguir. Yo tampoco estaba muy convencido -reconoce- porque años atrás había tenido una mala experiencia y no estaba seguro de querer formar parte de una cooperativa, pero al final me embarqué con lo que decidió la mayoría. Ahora todos seguimos apostando al trabajo colectivo».
Por otra parte, González hace hincapié en los problemas familiares derivados de la situación y la importancia de contar con el asesoramiento de otros actores del movimiento cooperativo y la economía social. «Al principio llegaba fin de mes y la plata no estaba, así que varios de nosotros tuvimos que hacer algunas changuitas para sostener a la familia, pero de a poco fuimos saliendo -cuenta el secretario-. Cambiamos la administración y empezamos a participar en reuniones y encuentros con las demás cooperativas. Este intercambio nos sirvió para conocer otras experiencias y establecer vínculos que acompañan nuestro desarrollo».
En ese marco, la entidad solidaria se asoció al Instituto Movilizador de Fondos Cooperativos y firmó un convenio con la Cooperativa de Vivienda Horizonte, lo que le permitió incrementar el volumen productivo y potenciar la oferta de servicios en el campo de la construcción. Esta integración estratégica se sumó a un minucioso ordenamiento administrativo y comercial desplegado luego de la llegada de un nuevo asociado,
Rubén Broun, actual presidente de la cooperativa. «Estos procesos son graduales y no pueden lograrse sin el acompañamiento y la asistencia de otras instituciones y sin el convencimiento de que podemos ser una empresa solidaria y, a su vez, competitiva», sostiene Broun. «Una vez participamos de un congreso y le escuché decir a Carlos Heller algo que me impactó. Él planteó que la empresa cooperativa no puede quedar reducida a ser un salvavidas en momentos de crisis, como nos quieren hacer creer los liberales. No. Las cooperativas estamos para sostener, sobre la base de otra matriz productiva y cultural, un modelo de desarrollo solidario. A eso debemos apuntar y tenemos que convencernos de que podemos hacerlo», enfatiza el dirigente.
Bajo esos principios e ideas, los cooperativistas intentan sostener y consolidar la gestión colectiva. Asimismo, los metalúrgicos, atentos a los nuevos tiempos y cambios tecnológicos, apuestan a la modernización estructural. Para ello incorporaron maquinaria para la puesta en funcionamiento de una línea de aberturas de aluminio. Cada viernes los trabajadores y asociados de la cooperativa se reúnen y discuten sobre estos y otros temas.
Más adelante quizás decidan embellecer la fachada, pero por ahora parece claro que lo esencial del desarrollo de la cooperativa es invisible a los ojos.
Fuente: Lautaro Cossia – www.accion.coop