Es a partir de las múltiples acciones fraudulentas, que provocaron escándalos en todo el mundo (Enron, Petrobras, etc.) que se ha puesto sobre la mesa la cuestión de la ética empresarial. El tema no es para nada simple, porque habría que definir de qué tipo de ética estamos hablando. No es lo mismo plantearse cuánto contribuye una corporación al deterioro del planeta o en relación con su personal, que la acumulación de estafas a accionistas. En cualquier caso, marcan conductas desviadas que no le hacen ningún bien al sistema capitalista ni a ningún otro que se invente.
Human Resource Executive Online es un portal que se preocupó por el asunto y cuenta una anécdota interesante. Neil Getnick es un prestigioso abogado británico que visita a un dirigente de empresa. Éste se ufana de que su compañía tomaba muy en serio el tema de la ética, que constaba en una voluminosa carpeta. Getnick sospechó que no era tan así y solicitó ver ese código de ética. El CEO pidió a un ayudante que lo trajera para entregárselo, pero cuando éste regresó hubo de disculparse, porque no tenían una copia a mano. Prometieron que en un par de días se la harían llegar. Según Getnick, «lo que caracteriza a las empresas que son más o menos propensas a tener conductas fraudulentas depende de cómo construyen la conciencia ética dentro de su cultura».
La definición es inobjetable, sólo que vale la pena acudir a una pregunta que se hace Josep M. Lozano, en su libro Ética y empresa: «¿Las organizaciones tienen una cultura o son una cultura?». La diferencia no es menor y se ve claramente en el episodio que relata Getnick. El código de ética aludido se encuentra en una carpeta que no aparece inmediatamente. No está al alcance de la mano como guía de todas las decisiones de la compañía o su personal. La cultura real, la que «es» consiste en tener un manual olvidado en algún lugar. He aquí la diferencia. No obstante, a menudo el código de ética se utiliza para otros fines, que el propio Lozano anota: «Las empresas considerarían cubiertos sus compromisos con la existencia del código que, supuestamente, ya expresa lo que la empresa espera de sus trabajadores; por tanto, la mera existencia del código permite atribuir a los trabajadores individuales toda conducta inmoral».
En otros términos, la empresa es ética, acá está la prueba, en esta carpeta. El culpable de la coima, por ejemplo, es ese señor o esa señora en particular. En este caso, el código sólo sirve como defensa corporativa, aunque, tal vez, la misma corporación «es» una cultura que ha habilitado históricamente esos manejos dolosos. No puede entenderse de otra manera cuando se descubre las intrincadas tramas que se enhebran para hacer aparecer estados contables inflados o escondiendo dinero que pasó a formar parte del patrimonio de unos pocos.
Pero debemos reconocer que esos pocos, hoy día, se encuentran más expuestos. Nuevamente, el cambio llega de la mano de la tecnología, ya que cualquier empleado que tenga acceso a información confidencial puede llevarse en un pendrive la prueba de los delitos cometidos. El caso de Bradley Manning, quien dio lugar a la difusión de los WikiLeaks, es un ejemplo más que ilustrativo sobre aquella posibilidad de poner en conocimiento público actividades non sanctas. No es cuestión de ingresar en la paranoia. O tal vez sí, no vendría del todo mal, porque afectaría solamente a aquellos que tienen algo que ocultar.
Por Jorge Mosqueira | LA NACION
(fuente: http://www.lanacion.com.ar/1757225-la-etica-en-la-empresa-dentro-de-un-pendrive)
Lectura sugerida por Presidencia del CA – Muchas gracias María Belén Gomez por aportarla.