Tras seis generaciones, 67 años de vida y más de once millones de unidades vendidas, el Volkswagen Type 2 se convirtió en un símbolo social. Transporter o Kombi, el modelo emigró de las calles a la cultura popular. La historia oculta de uno de los vehículos más icónicos de la industria automotriz.
Ben Pon era inquieto. Tenía la vocación y la energía de un hombre de negocios, esa curiosa raza de gente ávida y perspicaz, hacedores de proyectos. Ben Pon era distribuidor de vehículos Volkswagen en Holanda. El 23 de abril de 1947 visitó la fábrica de Wolfsburg con el objetivo de importar el legendario Beetle en su país. Conversó con los británicos que luego de la segunda guerra mundial habían tomado posesión de la planta y los destinos de la firma -el Mayor Ivan Hirst, del Cuerpo Real de Ingenieros Eléctricos y Mecánicos del Ejército Británico emigró de su cargo en 1951 y Volkswagen volvió a manos germanas-. Recorrió las instalaciones y se sorprendió con un vehículo de carga que utilizaban los empleados para transportar piezas. El Plattenwagen nunca supo que sería la inspiración de un automóvil histórico. Ben Pon nunca imaginó que había descubierto la mítica Kombi de VW.
Plattenwagen era su literalidad. En castellano su traducción más fiel sería «planchón». El utilitario atestiguaba su definición: era una gran tabla de madera sobre el chasis y los ejes de un Beetle que se movía gracias a un motor de cuatro cilindros en la parte trasera. La leyenda habla de un boceto dibujado en un block de notas que interpretaba una caja de zapatos sobre ruedas. Como la servilleta donde se firmó el primer contrato de Lionel Messi en el Fútbol Club Barcelona, el germen de un automóvil que cambió la historia también empezó siendo tinta sobre papel.
El proyecto estuvo un año detenido. En noviembre de 1948, el nuevo director de Volkswagen Heinrich Nordhoff y el director técnico Alfred Haesner, aprobaron el desarrollo del Typ 29, su nomenclatura técnica. Su producción se enfrentó con problemas de fabricación. Las primeras cabinas carecían de curvas. Eran hojalatas rectangulares que se sometieron a pruebas de resistencia en el túnel de viento con estrepitoso fracaso. El chasis tampoco soportaba el peso de la furgoneta. El proyecto, por acumulación de desamores en la fabricación, volvió a enfriarse.
Hasta 1950. La escuela técnica superior de Braunschweig propuso una cabina estilizada de formas redondeadas que reducía al 40% la resistencia del aire. Se construyó un nuevo chasis, se cambiaron frenos y dirección, se separó la producción del exitoso Escarabajo -su base mecánica- con el flamante Typ 29. Nacía el Juwel, el Bully -sus primeras propuestas de nombres-, no: nacía el Type 2 de Volkswagen, obra de culto, ilustración de remeras, cuadros, juguetes, videos, mito del transporte urbano.
En Europa y Norteamérica, Transporter. En Latinoamérica, Kombi. Su nombre original es Type 2 -el Type 1 es el Beetle-. El 8 de marzo de 1950 comenzó la producción oficial de la van de Volkswagen. Se construyeron dos unidades: una quedó en la fábrica como modelo de pruebas, la otra fue entregada a un distribuidor de la firma. Al mes siguiente salían de serie diez unidades diarias. Al año, la producción ascendió a 8.059 ejemplares. Al año siguiente, diez mil solicitudes sugerían el nacimiento de un clásico.
Pick-up, Westfalia, camioneta de pasajeros o furgoneta de carga, la Type 2 atravesó la industria automotriz tanto como la cultura de época. Su eficiencia, su beneficios en valor del espacio, su consumo y su economía convirtieron al modelo -motor de cuatro cilindros, 25 CV de potencia y velocidad máxima anclada en 80 kilómetros por hora- en síntoma de popularidad. La camioneta ganó favoritismo entre familias, entre colegios, entre aventureros. El movimiento hippie de los Estados Unidos se apropió de su imagen en la década del sesenta y lo transformó en un símbolo de contracultura, de liberación.
El Volkswagen Type 2 presume de seis generaciones y más de once millones de vehículos comercializados en todo el mundo. Hoy sin tanta presencia en la calle, su huella es indeleble. Emigró de los escena automotriz para materializarse en la conciencia colectiva del pueblo. Formas redondeadas, acabado bitono, frente coronado con el círculo de VW, grandes superficies acristaladas, desde el futurista y ecológico Volkswagen I.D. Buzz Concept hasta el tímido boceto de Ben Pon, el ADN es inalterable. Sus casi siete décadas de historia hicieron del tiempo un proceso lento, débil.
Fuente: http://www.infobae.com