Las costumbres pueden tener un efecto paralizante.
Es el momento del año en que muchos buscamos adquirir buenos hábitos. Pero mientras las costumbres y las rutinas pueden ahorrar tiempo y ayudarnos a encontrar el camino al éxito, mucha gente debería pensar en abandonarlos por completo, sugiere Rod Favaron, CEO y presidente de la compañía de tecnología para redes sociales Spredfast.
Favaron ingresó en Spredfast en 2010, cuando la empresa era una joven startup. Un par de años más tarde, advirtió que sus «buenos» hábitos estaban trabando el crecimiento de la compañía. «En un ambiente empresario, uno hace apuestas sobre la base de lo que le dice el instinto», expresa. Y añade: «Yo tenía el hábito de tomar decisiones de ese modo. Pero cuando las compañías crecen, uno tiene que cambiar el modo en que toma decisiones, porque puede ser un hábito horrible».
Cuando una empresa está en la etapa de crecimiento tiene datos, lo que le dicen los clientes e información del mercado. «Es más madura, por lo que confiamos menos en el instinto», comenta Favaron. «Para mí fue difícil quebrar el hábito de hacer lo que me decía el instinto; para cuando muestran la segunda placa de una presentación, ya estoy listo para tomar una decisión.»
Es común que la gente confíe en sus buenos hábitos y sus puntos fuertes que les han permitido alcanzar el éxito, dice Stuart Sidle, profesor de Psicología Industrial y de la organización de la Universidad de New Haven. «Desgraciadamente, algunos de estos puntos fuertes pueden descarrilar su carrera al cambiar las situaciones», añade.
Lo que funcionó en una posición puede no funcionar en otra
Por ejemplo, si alguien pasa de ventas a la conducción general de la empresa, los hábitos que usó para concretar ventas pueden causarle problemas en su nuevo rol de conducción, comenta Sidle. «La actitud de llamar la atención y la disposición a correr riesgos puede ayudarlo a hacer una venta», explica. «Por el otro lado, como jefe puede tener que compartir el centro de la escena con quienes conduce y la expectativa podría ser que sea un modelo de adherencia a las reglas de la empresa, por lo que algunos de sus hábitos como vendedor pueden no dar buen resultado», argumenta.
Dedique su energía a aprovechar al máximo cada oportunidad o desafío en vez de adherir a un conjunto de estándares que no pueden ser la mejor respuesta para todas las situaciones, agrega Favaron.
El efecto paralizante de las costumbres
Los buenos hábitos se ven a menudo como puntos fuertes, pero usarlos en exceso es paralizante, dice Beatrice Chestnut, autora de The 9 Types of Leadership: Mastering the Art of People in the 21st Century Workplace (Los 9 tipos de conducción: dominar el arte de la gente en el lugar de trabajo del siglo XXI). «Cuando exageramos en el recurso a los buenos hábitos se pueden volver malos, porque quedamos atascados en hacer lo familiar y dejamos de desarrollar nuevos hábitos basados en contextos cambiantes y necesidades de autodesarrollo», expresa.
Los hábitos son rígidos, lo que es antitético a la innovación, agrega Favaron. «Dedicar demasiado tiempo a hábitos repetitivos impide que crezca el cerebro», dice. «No se puede innovar o crecer dentro de límites. ¿Y quién sabe lo que puede hacer sin esos límites?»
Cualquier cosa que se convierte en un hábito profesional tiene que ser repensada a intervalos razonables; elija conscientemente en vez de seguir costumbres ciegamente, dice Favaron. «Si no suboptimiza completamente, uno supone que conoce la respuesta», comenta. «Si supone que tiene la respuesta, no podrá descubrir nada nuevo. Está bien hacer lo que hizo ayer, pero nunca volverá a ser asombroso», añade. Favaron analiza todos sus hábitos, incluso siguiendo un camino diferente para ir al trabajo a veces para obligarse a repensar su rutina, comenta. «Si no se desafía a hacer algo distinto, puede perder oportunidades. Los hábitos se vuelven mundanos incluso si son efectivos», argumenta.
El riesgo de quedar suspendido en el tiempo
Seguir la misma fórmula también puede hacer que quede atascado en el pasado. Cuando alguien preguntó a Favaron si tenía una lapicera que pudiera prestarle, advirtió que no lleva una (y tampoco papel) consigo desde hace años. «En un trabajo anterior llevaba notas en cuadernos de tapas negras y tenía toda la historia de la compañía documentada de ese modo», recuerda. «En Spredfrast no tengo nada escrito», remata.
La tecnología cambia la manera en cómo nos comunicamos y la necesidad de escribir algo con una lapicera es algo raro. «Ahora, el nuevo hábito es enviar correo electrónico, Slack, mensaje de texto, Twitter, LinkedIn y tantos más», dice. Y remata: «Quiebre continuamente sus hábitos para poder ser mejor y más rápido».
La verdad es que los métodos pasados rara vez funcionan bien de modo sistemático, agrega Favaron. «Si alguien cuenta cómo solía hacer algo en una compañía anterior, lo llamamos un momento en la colonia infantil, porque es como decir: «Una vez en la colonia infantil de verano?» El problema es que son muy raros los casos en que nos encontramos con la misma cosa exactamente», explica.
Es más probable que nos encontremos con un producto, mercado o momento diferente, dice Favaron. «La experiencia es buena; le permite advertir lo que es una mala decisión desde el comienzo y lo que está por venir. Sin embargo, puede eliminar 13 maneras nuevas de hacer algo antes de que pueda siquiera pensar en ellas», concluye.