Ciertas pequeñas distracciones en la oficina, lejos de ser una pérdida de tiempo, aumentan la productividad.
El ocio “sólo adquiere algún valor en nuestra sociedad cuando se hace útil, funcional, aliviando el cansancio proporcionado por el trabajo”.
Disfrutamos de “paréntesis creativos” cuando la mente se desengancha de los problemas.
Aquí la ciencia va contra aquellos que viven convencidos de que siempre es rentable que se les vea en su puesto de trabajo hasta la hora que sea, aunque realmente no hagan nada productivo en la oficina. Esto, básicamente, es insano y poco inteligente.
The New York Times cita la investigación de Sabine Schaefer, experta del Max Planck Institute for Human Development de Alemania, quien valora los efectos positivos de levantarse periódicamente del puesto de trabajo y caminar cuando se realiza una actividad intelectual. La investigadora coincide con aquellos que aseguran que ciertas pequeñas distracciones en la oficina, lejos de ser una pérdida de tiempo, aumentan la productividad.
También argumenta que:
“si la gente hace bien su trabajo, no debería preocuparnos que existieran ciertas distracciones”.
Según ella,
“lo último que una empresa debería hacer es establecer una regulación que restrinja las actividades lúdicas en horario de trabajo”.
Un estudio de The British Psychological Society apoya las tesis de Schaefer al asegurar que esas distracciones –levantarse del sitio en este caso– incrementa los recursos de energía, que pueden invertirse en pensar.
Los expertos sugieren que permanecer encadenado a la mesa de trabajo no tiene demasiadas ventajas. La ciencia muestra que a menudo disfrutamos de paréntesis creativos cuando nuestra mente se desengancha del problema contra el que estamos luchando o tratamos de resolver, y las grandes ideas y soluciones llegan en ese momento de relax.
Conviene desconectar cada dos horas, porque a partir de los 90 minutos nuestra atención cae. Fisiológicamente, estamos agotados y cortar un poco nos permite volver con más atención y eficiencia. Nunca ha sido bueno confundir estar con producir. La disquisición sobre las horas que debemos pasar en el trabajo tiene que ver con algunos estudios que extraen conclusiones científicas sobre el uso que hacemos de nuestro tiempo, y la implicación de este en nuestra existencia.
Determinadas investigaciones suelen tener un éxito asegurado. ¿Cuánto tiempo hay que estar en la oficina? La respuesta es… depende. Sólo compensa en aquellos entornos en los que está bien visto quedarse hasta el final, donde la mera presencia se confunde con la profesionalidad.
El mismo estudio reciente y otros de las universidades de Harvard y Louisiana State, publicados en el British Medical Journal, demuestran que limitar los momentos que pasamos frente al televisor a un máximo de dos horas al día podría alargar nuestra vida en un año y tres meses.
Si las conclusiones se refieren a nuestro consumo de tiempo en horas de oficina, el interés es mucho mayor: The New York Times publicaba recientemente los resultados de otras investigaciones científicas que aseguran que, al quedarnos sentados todo el día –en la oficina, por ejemplo– la actividad de los músculos decrece y esto provoca una cascada de efectos nocivos para el metabolismo.
Naturalmente, el ocio es un arte. Casi todos saben trabajar. Poquísimos son los que saben quedarse sin hacer nada. Y eso es debido al hecho de que a todos nos enseñaron a trabajar, pero nadie nos enseñó a quedarnos sin hacer nada. Para quedar sin hacer nada son necesarios los lugares correctos. En palabras de Domenico De Masi
“se pueden crear grandes centros culturales y de “placer”
pero en ellos descansamos como si estuviéramos trabajando”. De acuerdo con la visión de De Masi, el ocio
“sólo adquiere algún valor en nuestra sociedad cuando se hace útil, funcional, aliviando el cansancio proporcionado por el trabajo”.
Aquí los autores y expertos discrepan: mientras los estudios publicados en el British Medical Journalaseguran que tres horas al día de actividad física aumentan nuestra esperanza de vida una media de dos años, las conclusiones que aparecen en The New York Times afirman que poco importa el ejercicio que hagamos, porque la actividad física no compensa el daño de un sedentarismo excesivo en el puesto de trabajo. Esto no sólo puede llevarnos a ser más obesos…
También nos vuelve más estúpidos. El sedentarismo irracional en el puesto de trabajo
no sólo es insano… También resulta poco inteligente. Es propio de quienes confunden estar con producir.
Por: Marcelo Vázquez Avila-Profesor del Instituto de Empresa Business School. Consultor en Temas de Alta Dirección. Autor. Coach
(fuente: http://www.novedadesaacs.org.ar/el-ocio-y-el-negocio/)