El campo de la ESS en América Latina ha atravesado un singular período de ampliación en lo que va del siglo, especialmente en la última década.
Tal ampliación responde a una confluencia de procesos y factores, que abarcan tanto las dinámicas interna s de las experiencias o actores, como sus interrelaciones con el sistema económico, con las propuestas de transformación que caracterizaron este tiempo, con el Estado y las políticas públicas y con los avances conceptuales (a su vez en sinergia con esas realidades).
Todo esto se traduce en una agenda política ampliada, especialmente cuando los alcances de la ESS han llegado a plantearse como sistema económico alternativo o cuando se han adelantado convergencias con formulaciones en torno al Buen Vivir, a la economía del cuidado, la soberanía alimentaria, entre otros, desbordando la predominancia de enfoques ectoriales o de respuesta transitoria a las crisis de otros momentos.
Son avances que se ven interferidos hoy por el giro político y económico que afronta la región pero que dejan pautas inéditas para proyectar la ESS como alternativa sistémica, arraigada en prácticas y visiones que dan cuenta de sus posibilidades y alcances.
En estas líneas nos proponemos reflejar algunas dimensiones de este rico panorama y algunos de sus desafíos.
Ampliación del rango de experiencias, actores y enfoques
La diversidad que caracteriza las sociedades y economías latinoamericanas ha sido un rasgo propio de la ESS, quizá aún más acentuado dada su capacidad para reconocer y fortalecer variadas formas de producción y respuesta económica en contextos disímiles.
En la región coexistieron en estos años situaciones de hegemonía del neoliberalismo con otras marcadas por una agenda de búsqueda post neoliberal (en este caso en países de gobiernos progresistas). Aquellas caracterizaciones de la ESS como el ámbito de actividades que no pueden ser asumidas “ni por el mercado ni por el Estado”, como respuesta de sobrevivencia y empleo en situaciones de crisis, o como prácticas que añaden aspectos sociales a la economía (que siguen siendo aludidas), se vieron ampliamente rebasadas por perspectivas de perfil más antisistémico y por la adopción de la ESS como modelo económico alternativo para los países, como es el caso de Ecuador y Bolivia.
Han coexistido también visiones que siguen tratando la ESS como problema (al identificarla en sentido amplio con informalidad), con aquellas que la proyectan como solución para la crisis global, para la crisis ambiental, y para problemáticas nacionales y locales.
Los procesos constituyentes de “refundación de los Estados” y de búsqueda de alternativas al neoliberalismo, crearon un ambiente de visibilidad y reconocimiento para esa “otra economía” realmente existente, de la que hacen parte tanto las organizaciones estructuradas y formalizadas explícitamente bajo los parámetros establecidos como propios de la ESS (principios, valores, formas de gestión), hasta formas preexistentes (incluso las ancestrales) de organización de la producción, como son las comunas o los talleres artesanales, entre otros. Estos sectores o unidades, desde una valoración positiva, han pasado cada vez más a autoreconocerse y converger como integrantes de la ESS.
El antecedente cuantitativo de presencia paritaria y hasta mayoritaria de mujeres en la ESS, se junta con las problemáticas en torno a la organización social del cuidado y la economía del cuidado, lo cual alimenta la proyección de la ESS como forma apropiada para hacer frente a la crisis de la reproducción y sostenibilidad de la vida, que pasa por evidenciar e interpretar las dinámicas de género que deben ser superadas en las actuales experiencias.
Se ha desencadenado también una búsqueda de “cobijo”, con un sentido de resistencia, ante las corrientes de concentración que han operado en estos años, más allá de los logros progresistas de redistribución y de sus esfuerzos para democratizar la economía. Escapar de la absorción o de la eliminación de sus rubros de producción, comercio o servicios, mueve a pequeñas y medianas empresas a identificarse con la ESS como campo amplio capaz de proteger sus condiciones diferenciadas, pero siempre en medio de la disputa con la matriz empresarial que ha caracterizado el impulso de las conocidas como PYMES. Los más ricos no sólo aumentan su poder económico, sino que afianzan la visión del orden empresarial capitalista como el ideal, lo cual abarca una particular visión del “emprendedurismo”, proyectado bien sea en clave individual o bien en términos asociativos pero con eje en negocios susceptibles de “encadenarse” con las empresas grandes.
En los casos del fortalecimiento del sector público de la economía las empresas públicas emergen como posibles actores de la ESS (hubo experiencias en ese sentido en Venezuela, por ejemplo), dado que sus formas de organización y gestión podrían desplazarse desde las pautas de la empresa capitalista que han “colonizado” en los hechos estas unidades con sus esquemas administrativos y cultura corporativa, hacia formas de organización y gestión más afines con su manejo de sectores estratégicos asociados a objetivos de bien común.
Así, tanto por razones de reconocimiento y legitimidad, de estrategia de cambio del modelo, como de mecanismo defensivo frente a la concentración y el poder de mercado, se ha producido una ampliación del ámbito de la ESS.
Es evidente que esta ampliación se da, además, en un terreno de disputa de su sentido, actores y procedimientos. Lo que sucede con el comercio justo quizá sea una muestra de tendencias más generales para la ESS, pues se ha hecho necesaria la defensa de su sentido originario, esto es, “construir un mercado solidario para quienes nunca tuvieron acceso directo y en condiciones justas al mercado; es decir, los pequeños productores organizados”, frente a las empresas tradicionales que ahora hacen suyos y sacan ventaja de mecanismos como las certificaciones Fair Trade.
La ampliación de políticas públicas e institucionalidad orientadas a la ESS, en algunos casos completamente novedosa, expresa en parte la demanda y la incidencia de las organizaciones y redes que ven la presencia del Estado necesaria para su reconocimiento y fortalecimiento. Sin embargo, el sentido de directrices y acuerdos políticos llega a ser interferido por una tecnoburocracia incapaz de comprenderlos y aplicarlos en sus alcances. Estos límites se hacen más notables cuando se pretenden transformaciones estructurales.
Es muy destacable que los procesos de integración alternativa, especialmente la ALBA, hayan construido su andamiaje declarativo y de acción en principios y herramientas que le dan una proyección inédita a la ESS en la relación entre países y bloques regionales.
Desafíos
Asumiendo la realidad de reversión o contracción de las condiciones favorables hacia la ESS que caracterizaron este comienzo de siglo en la región, el escenario se redefine con una correlación favorable a la agenda neoliberal. Corresponde ahora evitar que este quiebre lleve a retrocesos, proteger al sector de ESS aprovechando, en lo que cabe, el nuevo perfil de visibilidad asociado a su resiliencia para afrontar condiciones adversas de distinto tipo. Resulta imperativo defender y consolidar los avances en tanto sector y en tanto proyecto de cambio.
Es preciso preservar los avances legales y normativos, así como sostener una dinámica de consolidación a nivel de movimiento y de pensamiento. Precisamente la riqueza de las experiencias de estos años ofrece material invaluable para la sistematización, análisis y elaboración teórica, al mismo tiempo que el desborde y cruce de agendas políticas deja abiertas nuevas líneas de trabajo a nivel de organizaciones y redes.
Potenciar la convergencia de múltiples actores bajo el “paraguas” de la ESS, obliga a combinar la lógica de una validación interna, que enfatiza en nuevos valores en las relaciones sociales, con una de disputa con las dinámicas de concentración y control desde el frente empresarial capitalista, lo que necesariamente supone flexibilizar criterios y requisitos de pertenencia.
Así también, cabe combinar una mirada de las unidades ESS y su agregación con la de procesos de producción que en ocasiones fluyen acompañando tiempos y espacios de reproducción de la vida en sentido amplio, y que precisan identificar como indisociable la producción de la reproducción, lo cual tiene consecuencias prácticas para el diseño y aplicación de políticas. Por ejemplo, considerar las cocinas de los hogares rurales como espacios productivos.
Conviene evitar la visión anti-Estado o antipúblico, bajo el supuesto de que la autonomía y comunitarismo son la clave, con versiones ad hoc de las mismas. Nuevamente, el comercio es una de las áreas en las que se ha hecho más nítida la necesidad de regulación y control, pues sólo desde normas e instituciones generales será posible avanzar hacia condiciones más justas de intercambio, resistir al esquema de libre comercio y sus tratados. Esto no excluye, sino que resulta complementario con la línea de acción que busca influenciar las decisiones de las y los consumidores, sus elecciones a la hora de comprar productos y servicios (que ha sido, forzosamente, una arena de influencia en tiempos neoliberales, ya que se basa en decisiones y elecciones individuales de quienes tienen poder de compra).
Reconfigurar la relación con el Estado (superando sospechas cuando su accionar se ubique del lado de la recuperación y defensa del bien público y del bien común) es condición para defender y, en lo posible, fortalecer políticas públicas favorables a la ESS, que por un lado operen ante su consolidación y funcionamiento interno, y por otro acompañen en la disputa con el poder de mercado que ejercen empresas y corporaciones.
Las pautas transformadoras generales que se han vislumbrado en estos años, las experiencias parciales o incluso fallidas, constituyen una veta para la elaboración conceptual y de política pública que, desde una racionalidad o lógica distinta, dispute las definiciones económicas clave, generen herramientas concretas de política económica y política pública integral, sin las cuales persistirá la trampa de abordar la ESS como el modo de añadir lo social a una economía “naturalmente” concebida como mercado
capitalista.
Magdalena León es economista feminista e integrante de la Fundación de Estudios, Acción y Participación Social (FEDAEPS).
Fuente: http://www.revistapueblos.org/?p=21312