Turismo sustentable

turismo-sustentableLos productos y servicios que respetan las poblaciones, el entorno e integran al visitante en las comunidades se perfilan como tendencia. Además, el sector tiene un alto potencial como generador de empleo y para reducir la pobreza.

Alojarse en casas de familia, participar en actividades productivas típicas, comprar dentro de las normas del comercio justo y visitar atelieres de arte son algunas de las experiencias que hacen que el turista se sienta inserto en la comunidad que visita. Es una de las maneras de participar de la actividad turística de manera sostenible, promoviendo la prosperidad local sin impactar de forma negativa en su ambiente o cultura, y asegurando su rentabilidad y la de las empresas a largo plazo.

Definido por la Organización Mundial de Turismo como «el que tiene plenamente en cuenta las repercusiones actuales y futuras, económicas, sociales y ambientales para satisfacer las necesidades de los visitantes, de la industria, del entorno y de las comunidades anfitrionas», el turismo sustentable comienza a tomar forma en la Argentina a través de iniciativas privadas, públicas y del tercer sector.

En el norte, en la Reserva de Biósfera de las Yungas, diversos actores articulan acciones para promover este tipo de turismo. La Fundación ProYungas gestiona actividades de desarrollo sustentable y conservación de la biodiversidad en las selvas subtropicales del noroeste, entre ellas, el turismo. A través de una certificación (ProductoYungas), pone en valor productos, servicios y procesos productivos elaborados y ofrecidos de manera sostenible en la región.

«Se fortalecen los lazos comunitarios y la economía local a través de la Asociación de Turismo Comunitario Las Queñoas, una red de prestadores turísticos de Valle Grande (Jujuy), con alojamientos, comedores y emprendimientos productivos como dulces y artesanías», dice Amélie Le Ster, responsable de Productos & Servicios. La marca nuclea pequeños productores rurales y grandes industrias que orientan sus esfuerzos hacia la producción responsable bajo el lema «es posible producir rentablemente y conservar el ambiente en áreas de alta valoración ambiental y cultural». Así, por ejemplo, un grupo de mujeres de San Francisco, Jujuy, produce dulces artesanales, con cítricos, cayotes y otras frutas que se cultivan en la región y elaboran de forma natural, sin agroquímicos ni fertilizantes. También trabajan en el reconocimiento turístico del trayecto entre Humahuaca, San Francisco y el Parque Nacional Calilegua, a través de la «Travesía de la Puna a las Yungas», que incluye la visita a la Quebrada de Humahuaca, el Qhapaq Ñan y la Reserva de Biosfera de las Yungas; y apoya el desarrollo turístico en Los Toldos (Salta), asesorando a artesanas unidas y a grupos de apicultores, y el trabajo para la certificación de servicios turísticos.

«Además, se creó la red Embajadores de las Yungas, formada por 30 hoteles y restaurantes cercanos que brindan información con el objetivo de difundir la región y promover el turismo responsable», explica Le Ster. Capacitación y asistencia técnica a los emprendimientos, creación de un fondo de microcréditos autogestionado para fomentar el turismo y prefinanciación de pedidos de productos son también parte de lo que ofrecen. Para hacerlo, articulan con firmas como Ledesma, Allianz y Carrefour, que colaboran con estos proyectos, y ofrecen servicios de guía para travesías, alojamiento y alimentación tradicional.

El programa impacta en 300 personas y familias, y beneficia indirectamente a todos los habitantes de las Yungas. También ofrecen el producto «Rutas del Alto Bermejo», que se integra en una red de servicios turísticos de base comunitaria a pobladores de montaña, desarrollando una oferta consistente en calidad y originalidad. Aprovechando antiguos caminos de herradura, este favorece la vinculación de las poblaciones aisladas y la integración regional a través de sendas usadas históricamente por las poblaciones locales para trasladar su ganado. Allí, un conjunto de emprendimientos rurales ofrece actividades de campo, comidas y costumbres al turista.

Este turismo rural de base comunitaria es una red de servicios sencillos con la finalidad de mejorar sus condiciones de vida sin cambiar sus costumbres. «Se trabaja a través de una asociación que aspira al manejo autónomo de la red y la distribución más equitativa de los beneficios; así aseguran la conservación de la naturaleza en la que viven y el mantenimiento de su cultura», explica Le Ster.

«El visitante logra relacionarse de una manera directa y auténtica con el entorno, con la población local; identifica el valor natural, social y cultural del destino visitado, y se genera un intercambio cultural verdadero en ambas direcciones», cuenta Virginia Landetcheverry, dueña, junto con Hervé Landetcheverry, de Mater, una de las agencias pioneras en aplicar la sustentabilidad al sector turístico y uno de los dos establecimientos nacionales con certificación de sustentabilidad Travel Life. Landetcheverry destaca que este turismo mejora las condiciones socioeconómicas de los sitios que se visitan, ya que, en muchos, es la principal fuente de ingresos.

Las propuestas de la agencia, cuyos principales clientes son extranjeros, son turismo de base comunitaria; participación en actividades productivas; visitas a ONGs, cooperativas y organizaciones sociales; charlas sobre cultura e idiosincrasia; visitas a museos y galerías de arte combinadas con visitas a talleres y atelieres; tours gastronómicos, fiestas populares y turismo de estancias, entre otras. «Se logran experiencias únicas, en total respeto con el ambiente natural y cultural del lugar que se visita», apuntan.

Con potencial

«El turismo es una de las industrias más grandes y dinámicas de la economía mundial; es un importante motor de desarrollo socioeconómico e inclusión social, y puede contribuir a la reducción de la pobreza», define Pedro Furtado De Oliveira, director de la Organización Internacional del Trabajo (OIT) en la Argentina. Además de ser un sector que creció sin pausa a pesar de las crisis económicas, para el especialista, el turismo tiene ventajas laborales: «Permite emplear a trabajadores de cualquier nivel de competencia; inclusive con poca formación, se puede participar de la actividad». Así, da oportunidades a quienes podrían estar postergados en otros mercados, como mujeres, discapacitados, pueblos originarios.

Otro sector que sería muy beneficiado con su expansión es el de los jóvenes que no estudian ni trabajan. «Por su dinámica, el turismo sería muy atractivo para ellos; el contacto con los clientes, la posibilidad de beneficios económicos rápidos y concretos, y el incentivo a seguir estudiando son oportunidades que se abren al contacto con el turista», dice, al tiempo que considera que tanto gremios como empresas y funcionarios están conscientes de lo que falta hacer, entre otras cosas, atacar el alto nivel de informalidad con que se opera.

Según la OIT, el turismo tiene potencial para contribuir con los Objetivos de Desarrollo Sostenible, dado que es un sector diverso (80% de la fuerza laboral está dentro de pymes), mano de obra intensivo, y emplea a más mujeres y jóvenes que la mayoría de los otros sectores. Asimismo, los migrantes forman gran parte de sus trabajadores, y tiene impacto directo en las zonas rurales y efecto multiplicador sobre el empleo en sectores relacionados. Además, favorece la creación e implementación de políticas y empleo decente, promoviendo la cultura y los productos locales.

En la ciudad

La Ciudad de Buenos Aires también busca ofrecer experiencias turísticas sustentables. Existe una tendencia mundial vinculada a la elección que realizan los clientes respecto de los criterios de sustentabilidad que se aplican en los establecimientos de alojamiento, dice Eduardo Macchiavelli, ministro de Ambiente y Espacio Público porteño. A través de su Agencia de Protección Ambiental (APrA), la ciudad otorga una distinción ambiental, el Ecosello, desde 2015 a firmas de alojamiento turístico, que cumplen ciertos requisitos ligados a la sustentabilidad y el cuidado del ambiente. Los hoteles y hostels adhieren de forma voluntaria, y se comprometen a mejorar su gestión y reducir el impacto ambiental, con cambios conductuales, organizacionales y tecnológicos. Los aspectos ambientales abordados son gestión del agua, la energía, los residuos y el entorno, entre otros. Hasta ahora, 17 alojamientos poseen el sello. Hoy, hay mayor conciencia ambiental y las empresas sienten esta presión social; por eso transforman sus procesos en una herramienta de diferenciación, que mejora su imagen y competitividad, explica Macchiavelli.

El programa es gratuito. Los hoteles, al adherirse, deben pasar por una etapa de diagnóstico. Luego, elaboran un plan de mejoras ambientales, cuyo seguimiento corre por cuenta de APrA. De acuerdo a su compromiso, obtienen un Ecosello. El primer nivel es Compromiso: en él se define la política ambiental de la empresa y se identifican las normas legales; debe contar con el plan de mejoras aprobado. El segundo nivel, Avanzado, se otorga en el caso de que se haya cumplido el 50% de las mejoras previstas en el plan inicial. El tercer y último nivel, Excelencia, exige cumplir con el 90% de las mejoras y presentar un informe final. Además de aprovechar la oportunidad comercial y atraer un nicho de viajeros que eligen destinos ecoamigables y que crece año a año, las empresas que adhieren al Ecosello obtienen beneficios para sus visitantes: pases en el bus turístico, entradas para espectáculos, promoción a través del Ente de Turismo, acceso a una línea de Créditos Verdes del Banco Ciudad y descuento en el costo del ABL.

Fuente: por  ROSA LONDRA

http://www.cronista.com/responsabilidad/Turismo-sustentable-20161215-0004.html

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