El futuro de la integración de América latina se escribe con doble «n», de innovación. Entre los «tecno-utópicos», que conciben la tecnología como un fin en sí mismo, y los «tecno-escépticos», que la consideran parte de una realidad inalcanzable, existe el camino de la creatividad para aprovechar las oportunidades que el cambio exponencial ofrece para mejorar las vidas de las personas.
Drones, nanosatélites, big data, autos autónomos (sin conductor), impresión 4D, Internet de las Cosas (IoT) y hasta ganado clonado, entre tantas otras nuevas tecnologías que hay disponibles, plantean dilemas a las formas en las que comerciamos y nos integramos. No se trata de ciencia ficción, sino de cambios que ya han comenzado. Se trata de ciencia-acción.
A modo de ejemplo, en Suecia apenas 2% de la economía se maneja actualmente en efectivo y, de hecho, los billetes físicos desaparecerán en los próximos cinco años. En una región como la nuestra, donde se evidencian gigantescas brechas de infraestructura física y, a la vez, con un crecimiento disruptivo del comercio electrónico, imaginemos por un instante cómo impactaría la desaparición del efectivo en la transparencia de la obra pública y en el financiamiento de la política.
Y aún más: por qué no utilizar el enorme poder de las compras públicas regionales, que en Brasil y la Argentina alcanza el 15% del PBI, para incentivar la innovación tecnológica y de frontera, como la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) propuso la última semana en un foro mundial al respecto.
América latina se caracteriza por contar con grandes inequidades sociales y de distribución del ingreso. De hecho es la región más desigual del planeta. Debemos asegurarnos de que las nuevas tecnologías no profundicen esas desigualdades. ¿Por qué no crear un observatorio regional que anticipe el impacto de las nuevas tecnologías en el empleo? Hoy ya hay más de 1,3 millones de robots que trabajan en fábricas de todo el planeta y generan un proceso de relocalización de mano de obra a las casas matrices a partir de la automatización.
Asimismo, respecto de la educación cabe cuestionarse: ¿cómo adecuar los planes de estudio a las nuevas necesidades? Solamente en la Argentina habrá pronto un déficit de 9000 personas que puedan manejar grandes bases de datos. El uso de herramientas de big data es, sin lugar a dudas, una de las claves para incrementar la productividad, que tenderá a no depender de bajos salarios, sino de alta capacidad. Entonces, ¿por qué no imaginar una iniciativa regional educativa para formar profesionales en inteligencia de datos, promocionando esta «exportación no tradicional» de servicios con talento? Nuestros unicornios latinos comenzaron como innovación de garaje y lograron ser líderes mundiales en este segmento.
Cadenas globales
Las nuevas cadenas globales de valor ofrecen oportunidades para la integración productiva en la región y el resto del mundo. ¿Cuáles son las nuevas formas de cooperación que pueden contribuir a diversificar las exportaciones y ganar productividad? Sólo la Argentina y Brasil proveen el 7% de los productos agropecuarios que consume el mundo y, sin embargo, tienen poca coordinación en materia comercial, biotecnológica y productiva para hacer valer ese poder de mercado.
¿Cómo construir una agenda común para, entre otras cosas, responder a la oferta de China que planteó varias veces en la última década una negociación regional con el Mercosur, con contenido industrial y tecnológico, que aún no ha sido respondida por el bloque? La gobernanza «glocal» (global + local) impone la construcción de alianzas regionales en simultáneas y convergentes dimensiones: público-público, público-privado y privado-privado. En la cuarta revolución industrial, el principal problema no serán los robots que piensan, sino los seres humanos que no sueñan.
El autor es director del Instituto para la Integración de América Latina y el Caribe (Intal), del BID.